Aunque Halloween es una fiesta de origen celta que se celebra en la noche del 31 de octubre, principalmente en Estados Unidos, Canadá, Reino Unido e Irlanda, la conocemos prácticamente todo el mundo, y como otras muchas fiestas, en España ha llegado para instaurarse poco a poco cada año.
Básicamente, en esta fiesta se combinan, por un lado, elementos visuales (especialmente disfraces) relacionados con la emoción del miedo y, por otro lado, dulces y golosinas, asociados con el placer. Además, se favorecen la risa y el humor como emociones de contraste con el miedo, ya que sabemos que los “terroríficos” disfraces, en realidad, son falsos. Y es que, como forma de sentir la vida, los seres humanos buscamos activamente reacciones emocionales.
Los disfraces también nos permiten esconder características físicas, dar anonimato a nuestras conductas y asumir por una noche una nueva identidad para disfrutar, lo que puede generarnos una sensación de liberación de emociones, sentimientos y deseos que los tabúes, normas y costumbres sociales suelen reprimir, lo que podría proporcionarnos un efecto atenuador de nuestros niveles de estrés cotidiano.
Además, normalmente no nos disfrazamos para quedarnos sentados solos en casa, sino para provocar una respuesta en los demás, ya que el disfraz que elegimos suele decir algo sobre nosotros, además de requerir imaginación y creatividad, por lo que podríamos considerar los disfraces como un medio de comunicación y conexión social.
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Halloween y la Psicología del miedo
La respuesta emocional al miedo puede ser muy diferente de unas personas a otras, en determinadas situaciones como Halloween o ver una película de terror, algunas pueden considerar el miedo divertido, incluso estimulante, mientras que otras personas reaccionan negativamente e intentan a toda costa evitar las situaciones que les provocan miedo.
No obstante, el miedo es una emoción humana natural y un mecanismo esencial de supervivencia. Ante una situación de peligro o amenazante sentimos miedo, que nos advierte de daños físicos o psicológicos inminentes. Nuestro cerebro reacciona bioquímicamente segregando dopamina de forma automática, lo que nos prepara físicamente para “luchar o huir” (sudoración, aumento de la frecuencia cardíaca…).
Sin embargo, nuestro cerebro también segrega dopamina ante situaciones estimulantes, activándose nuestro sistema de recompensa, íntimamente relacionado con la felicidad, por lo que algunas personas experimentan cierto tipo de excitación “casi adictiva” frente a situaciones terroríficas. Así, cuando la emoción de miedo va ligada a la conciencia de seguridad, como en Halloween, solemos disfrutarlo.
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¿Qué pasa con el miedo de los niños en Halloween?
Durante los primeros años de vida, una gran variedad de situaciones puede generar miedo en los niños (oscuridad, monstruos, pesadillas…), que normalmente suelen ser de tipo evolutivo y adaptativo, ya que tienen una función protectora. Es decir, que al experimentar este tipo de sensaciones desagradables a un nivel bajo, desarrollan una función de aprendizaje y supervivencia que les enseña a apartarse de situaciones de peligro.
Ser consciente y saber que existe una emoción que se llama miedo es el primer paso para aprender a conducirlo. Así, Halloween representa una gran oportunidad para que los miedos de nuestros peques salgan a la luz en un contexto de seguridad, ya que saben que los disfraces y las caretas no son reales, por lo que les generan reacciones de miedo neutralizadas y tolerables.
Además, reírse con lo que les da miedo y acompañarlo de dulces también puede ser útil para aprender a hacer frente a la emoción de temor y soportar el miedo sin sufrirlo. No obstante, es importante no forzar a los niños, medir adecuadamente y no exagerar las bromas y sustos.
Por un día, acompañemos a nuestros peques en sus experiencias de miedo con muchas risas y dulces.