La percepción es el proceso mediante el cual los seres vivos captan la información proveniente del entorno con el fin de procesarla y adquirir conocimiento sobre este, pudiendo adaptarnos a las situaciones que vivimos.
Sin embargo, en muchos casos, haya o no un trastorno mental, se producen percepciones que no se corresponden con la realidad, pudiendo agruparse estas alteraciones perceptivas en distorsiones o engaños, principalmente.
Mientras que en las distorsiones perceptivas se percibe de manera anómala un estímulo real, en los engaños perceptivos no hay un estímulo que desencadene el proceso perceptivo. El ejemplo más claro de éste último tipo de alteración perceptiva son las alucinaciones.
Alucinaciones: definiendo el concepto
El concepto que acabamos de mencionar, alucinación, ha ido evolucionando a la largo de la historia y enriqueciéndose su descripción con el paso de los años. Se puede considerar la alucinación como una percepción que ocurre en ausencia de un estímulo que lo desencadene, teniendo quien la padece la sensación de que ésta es real y que ocurre sin que el sujeto pueda controlarla (siendo esta característica compartida con obsesiones, delirios y algunas ilusiones).
A pesar de que generalmente son indicadores de trastorno mental (siendo un criterio diagnóstico de la esquizofrenia y pudiendo aparecer en otros trastornos, como durante los episodios maníacos o durante depresiones), las alucinaciones también pueden aparecer un muchos otros casos, como trastornos neurológicos, consumo de sustancias, epilepsia, tumores e incluso en situaciones no patológicas de elevada ansiedad o estrés (en forma de paroxismo nervioso por el objeto de nuestra ansiedad, por ejemplo).
Un ejemplo de alucinación
Veamos a continuación un ejemplo que nos ayude a entender qué es una alucinación
“Un joven llega a la consulta de un psicólogo. Allí, indica a su psicólogo que ha acudido a él porque tiene mucho miedo. Inicialmente se muestra reticente a hablar con el profesional, pero a lo largo de la entrevista confiesa que el motivo de estar en su consulta se halla en que cada vez que se mira al espejo oye una voz que habla con él, insultándole, diciendo que no llegará a nada en la vida y manifestando que debería desaparecer”.
Este ejemplo es un caso ficticio en el que el supuesto paciente ha percibido un estímulo que realmente no existe a partir de una situación concreta (mirarse al espejo). El joven realmente ha tenido esa percepción, siendo para él un fenómeno muy real que no puede dirigir ni controlar. De éste modo, podemos considerar que tiene todas las características antes mencionadas.
Sin embargo, no todas las alucinaciones son siempre iguales. Existe una amplia variedad de tipologías y clasificaciones, entre las cuales destaca la que se refiere a la modalidad sensorial en la que aparecen. Además, no todas aparecen en las mismas condiciones, habiendo también múltiples variantes de la experiencia alucinatoria.
Tipos de alucinaciones según modalidad sensorial
Si clasificamos la experiencia alucinatoria según la modalidad sensorial en la que aparecen, podemos encontrarnos con varias categorías.
1. Alucinaciones visuales
En primer lugar se pueden encontrar las alucinaciones visuales, percibidas a través del sentido de la vista. En este caso el sujeto ve algo que no existe en la realidad. Estos estímulos pueden ser muy simples, como por ejemplo destellos o luces. Sin embargo, pueden verse elementos más complejos, como personajes, seres animados o escenas vívidas.
Es posible que se visualicen estos elementos con medidas diferentes a las que serían percibidas de ser estos estímulos reales, denominándose alucinaciones liliputienses en el caso de percepciones de menor tamaño y gulliverianas en el caso de verlas agrandadas. Dentro de las alucinaciones visuales también se encuentra la autoscopia, en la que un sujeto se ve a sí mismo desde el exterior de su cuerpo, de una forma semejante a la relatada por pacientes con experiencias cercanas a la muerte.
Las alucinaciones visuales son especialmente frecuentes en cuadros orgánicos, traumatismos y consumo de sustancias, si bien también aparecen en ciertos trastornos mentales.
2. Alucinaciones auditivas
Respecto a las alucinaciones auditivas, en que el perceptor oye algo irreal, pueden ser simples ruidos o bien elementos con significado completo como el habla humana.
Los ejemplos más claros son las alucinaciones en segunda persona, en la que como en el ejemplo antes relatado una voz habla al sujeto, las alucinaciones en tercera persona en que se oyen voces que hablan del propio individuo entre ellas o las alucinaciones imperativas, en las que el individuo oye voces que le ordenan hacer o dejar de hacer algo. Las alucinaciones de esta modalidad sensorial son las más frecuentes en trastornos mentales, especialmente en la esquizofrenia paranoide.
3. Alucinaciones del gusto y el olfato
En lo que respecta a los sentidos del gusto y olfato, las alucinaciones en éstos sentidos son poco frecuentes y suelen relacionarse con el consumo de drogas u otras sustancias, además de algunos trastornos neurológicos como la epilepsia de lóbulo temporal, o incluso en tumores. También aparecen en esquizofrenia, normalmente relacionadas con delirios de envenenamiento o persecución.
4. Alucinaciones hápticas
Las alucinaciones hápticas son aquellas que hacen referencia al sentido del tacto. Esta tipología incluye gran cantidad de sensaciones, tales como las de temperatura, dolor u hormigueo (siendo éstas últimas denominadas parestesias, y destacando entre ellas un subtipo denominado delirio dermatozoico en el cual se tiene la sensación de tener pequeños animales en el cuerpo, siendo típico de consumo de sustancias como la cocaína).
Al margen de éstas, relacionadas con los sentidos, se pueden identificar dos subtipos más.
En primer lugar las alucinaciones cenestésicas o somáticas, que provocan sensaciones percibidas respecto a los propios órganos, normalmente vinculados con procesos delirantes extraños.
En segundo y último lugar las alucinaciones cinestésicas o kinésicas se refieren a sensaciones de movimiento del propio cuerpo que no son producidos en la realidad, siendo típico de los pacientes de Parkinson y del consumo de sustancias.
Como ya se ha comentado, al margen de por donde son percibidas también resulta útil conocer cómo son percibidas. En este sentido nos encontramos con diferentes opciones.
Diferentes modos de falsa percepción
Las denominadas alucinaciones funcionales se desatan ante la presencia de un estímulo que desencadena otro, ésta vez alucinatorio, en la misma modalidad sensorial. Esta alucinación se produce, empieza y acaba a la vez que el estímulo que la origina. Un ejemplo sería la percepción de alguien que percibe la sintonía del telediario cada vez que oye el ruido del tráfico.
El mismo fenómeno ocurre en la alucinación refleja, solo que en esta ocasión la percepción irreal se da en una modalidad sensorial diferente. Es el caso que se da en el ejemplo antes expuesto.
La alucinación extracampina se da en los casos en que la falsa percepción se da fuera del campo perceptivo del individuo. Es decir, se percibe algo más allá de lo que podría percibirse. Un ejemplo es ver a alguien detrás de una pared, sin otros datos que pudiesen hacer pensar de su existencia.
Otra modalidad de alucinación es la ausencia de percepción de algo que existe, denominada alucinación negativa. Sin embargo en este caso el comportamiento de los pacientes no se ve influido como si percibiesen que no hay nada, de modo que en muchos casos se ha llegado a dudar de que haya una verdadera falta de percepción. Un ejemplo es la autoscopia negativa, en la que la persona no se percibe a si misma al mirarse a un espejo.
Por último, cabe destacar la existencia de pseudoalucinaciones. Se trata de percepciones con las mismas características que las alucinaciones con la excepción de que el sujeto es consciente de que se trata de elementos irreales.
¿Por qué se produce una alucinación?
Hemos podido ver algunas de las principales modalidades y tipos de alucinaciones pero, ¿por qué se producen?
Si bien no hay una única explicación al respecto, diversos autores han tratado de arrojar luz sobre este tipo de fenómenos, siendo algunas de las más aceptadas aquellas que consideran que el sujeto que alucina atribuye erróneamente sus experiencias internas a factores externos.
Ejemplo de ello es la teoría de la discriminación metacognitiva de Slade y Bentall, según la cual el fenómeno alucinatorio se basa en la incapacidad de distinguir la percepción real de la imaginaria. Estos autores consideran que esta capacidad de distinción, la cual se crea y es posible de modificar a través del aprendizaje, puede deberse a un exceso de activación por estrés, falta o exceso de estimulación ambiental, una alta sugestionabilidad, la presencia de expectativas en cuanto a qué se va a percibir, entre otras opciones.
Otro ejemplo, centrado en las alucinaciones de tipo auditivo, es la teoría de la subvocalización de Hoffman, la cual indica que estas alucinaciones son la percepción del sujeto de la propia habla subvocal (es decir, nuestra voz interna) como algo ajeno a sí mismo (teoría que ha generado terapias para tratar las alucinaciones auditivas con cierta efectividad). Sin embargo, Hoffman consideraba que éste hecho no era debido a una falta de discriminación, sino a la generación de actos discursivos internos involuntarios.
Así, las alucinaciones son formas de "leer" la realidad de forma errónea, como si existiesen elementos que realmente están ahí aunque nuestros sentidos parezcan indicar lo contrario. Sin embargo, en el caso de las alucinaciones nuestros órganos sensoriales funcionan perfectamente, lo que cambia es el modo en el que nuestro cerebro procesa la información que llega. Normalmente, esto significa que nuestros recuerdos se mezclan con los datos sensoriales de un modo anómalo, uniendo estímulos visuales experimentados anteriormente a lo que va sucediendo a nuestro alrededor.
Por ejemplo, esto es lo que ocurre cuando pasamos mucho tiempo a oscuras o con los ojos vendados de modo que nuestros ojos no registrar nada; el cerebro empieza a inventar cosas a causa de la anomalía que supone no recibir datos por esa vía sensorial estando despiertos.
El cerebro que crea un entorno imaginario
La existencia de las alucinaciones nos recuerda que no nos limitamos a registrar datos acerca de lo que ocurre a nuestro alrededor, sino que nuestro sistema nervioso cuenta con los mecanismos para "construir" escenas que nos cuentan qué es lo que ocurre a nuestro alrededor. Algunas enfermedades pueden llegar a desencadenar alucinaciones de modo incontrolado, pero estas forman parte de nuestro día a día, aunque no nos demos cuenta.
Referencias bibliográficas:
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- Slade, PD. & Bentall, R.P (1988). Sensory deception: A scientific analysis of hallucination. Baltimore: The Johns Hopkins University.
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