Sesgo del statu quo: qué es, cómo nos afecta, y ejemplos

El sesgo del statu quo afecta a cómo percibimos y damos por sentado el estado presente de las cosas.

Sesgo del statu quo

Existen muchos atajos mentales en los que caemos de forma rutinaria. De algunos somos más conscientes que de otros.

En esta ocasión nos vamos a centrar en uno relativamente desconocido, pero que nos afecta con una alta frecuencia. Se trata del sesgo del statu quo. A continuación descubriremos en qué consiste y cuáles son los efectos más comunes cuando lo utilizamos.

¿Qué es el sesgo del statu quo?

El sesgo del statu quo es una preferencia innata del ser humano a no ver modificada la situación en la que se encuentra. Es decir, actúa generando una inclinación hacia el estado actual en contraposición a otras opciones en las que experimentaría cambios de algún tipo que por lo tanto modificarían su situación en alguna dirección. Por lo tanto, se trata de un efecto psicológico por el cual la persona tiende a decidir quedarse como está en lugar de cambiar.

El sesgo del statu quo es un sesgo de tipo emocional, es decir, un sesgo en el cual nuestras emociones generan distorsiones a la hora de razonar y de realizar juicios sobre un aspecto en concreto. En este caso, concretamente afecta a aquellas decisiones que contraponen una opción en la que el sujeto se quedaría tal y como está y otra en la que tendría que experimentar alguna modificación de ese estado base, haciendo que tienda a optar por la primera de ellas.

El concepto del sesgo del statu quo fue acuñado por los autores William Samuelson y Richard Zeckhauser, en el año 1988. La expresión utiliza la palabra sesgo, que es un error de pensamiento que nos empuja en una determinada dirección sin que seamos conscientes de ello en muchas ocasiones. La otra parte del nombre es la expresión latina statu quo, que significa el estado actual de un determinado elemento, en este caso, de la persona.

No se debe confundir el sesgo del statu quo con otro fenómeno llamado inercia psicológica. Aunque ambos tienen similitudes, no son exactamente lo mismo. La diferencia radica en la actividad o pasividad del sujeto para mantener su situación actual. En el caso del sesgo del statu quo, la persona tomará parte activa para evitar que un determinado evento le genere cambios.

Pero en el caso de la inercia psicológica, se mostrará pasivo en el devenir de los acontecimientos. Por lo tanto, él no tomaría parte para cambiar su statu quo, pero tampoco actuaría para evitar que determinados sucesos afectasen a esa situación de estabilidad en la que se encuentra.

Explicación del sesgo del statu quo

Ya conocemos en qué consiste el sesgo del statu quo. Ahora trataremos de entender los fenómenos psicológicos que hay detrás y que fundamentan este curioso mecanismo en nuestro modo de pensar y tomar decisiones. Según algunos investigadores, este fenómeno estaría formado por la mezcla de otros sesgos psicológicos que nos afectan de manera rutinaria.

Vamos a repasar varios de estos efectos.

1. Aversión a las pérdidas

Uno de ellos es el de la aversión a las pérdidas. Se trata de un efecto por el cual un sujeto va a tender a preferir evitar perder una determinada cantidad o un determinado bien, que ganar esa misma cifra o lograr un producto de valor equivalente. En otras palabras, nos pesan más las pérdidas que el dejar de ganar exactamente la misma cantidad, aunque en términos económicos se trate de una situación equiparable.

La diferencia radica en que preferimos que nuestra situación no cambie a peor antes de que la situación cambie a mejor. De este efecto se nutre, en parte, el sesgo del statu quo.

2. Efecto de la dotación

Otro curioso fenómeno que también tiene que ver con la psicología y con la economía conductual, es el efecto de la dotación. Se trata de otro sesgo por el cual tendemos a percibir un determinado bien como más valioso siempre que sea de nuestra propiedad. Por lo tanto, vamos a experimentar una tendencia a considerar que vale más dinero cuando tratamos de venderlo que cuando estamos dispuestos a comprarlo, aunque el bien sea exactamente el mismo.

Supongamos que una persona pone a la venta su coche. Mentalmente lo tasará en un valor determinado. Sin embargo, si esa misma persona no tuviera coche y en lugar de vender fuera a comprar uno exactamente igual al del supuesto anterior, siempre estaría dispuesto a pagar un precio por debajo del que había considerado en el primer caso.

En este caso, el sesgo del statu quo tiene que ver con el efecto de la dotación porque el sujeto solo está dispuesto a cambiar su situación actual cuando considera que el beneficio es mayor que el posible riesgo.

3. Evitación del arrepentimiento

Otro interesante concepto psicológico que estaría ayudando a generar el sesgo del statu quo sería sencillamente la evitación del arrepentimiento. Es decir, la persona mostrará una tendencia a preferir no tener que arrepentirse de las consecuencias de una decisión. Por lo tanto, preferirá mantenerse como está, aunque paradójicamente también pueda arrepentirse de no haber tomado la decisión y por lo tanto haya perdido unos posibles beneficios.

Pero, al igual que veíamos en los efectos anteriores, prevalecerá el no asumir riesgos frente a la posibilidad de obtener unos beneficios equivalentes.

4. Efecto de mera exposición

Otro de los fenómenos que subyacen al sesgo del statu quo es el efecto de mera exposición. Se trata de otro atajo mental por el cual una persona va a tender a mostrar una preferencia por aquellos estímulos que conoce, sencillamente porque los conoce. Es decir, el hecho de haberse expuesto a un determinado elemento favorecerá que la persona se encuentre cómodo con él y lo prefiera antes que otros estímulos equivalentes.

Este mecanismo también recibe el nombre de principio de familiaridad.

Ejemplos de sesgo del statu quo

Tras una primera introducción en la que hemos podido hacernos una idea general de lo que implica el sesgo del statu quo, y una segunda parte en la que hemos tratado de conocer mejor los mecanismos psicológicos implicados en su funcionamiento, ahora vamos a tratar de visualizarlo a través de una serie de ejemplos.

1. Inversiones

Podemos visualizar el sesgo del statu quo cuando nos enfrentamos a situaciones en las que una persona tiene la opción de invertir una suma de dinero entre diferentes posibilidades, con menor o mayor riesgo. En función de la situación de partida de la persona (si ya ha invertido anteriormente y en qué tipo de fondo), habrá más posibilidades de que asuma riesgos o por el contrario preferirá quedarse como está y renunciar a posibles beneficios.

2. Seguros

Uno de los ejemplos clásicos en el sesgo del statu quo fue llevado a cabo de manera accidental por una compañía de seguros de automóvil en los EEUU. En los años 90, dicha organización contactó con sus clientes para darles a elegir entre dos modalidades de seguro diferente. En la opción A, debían abonar un mayor importe, pero a cambio tendrían un derecho total a realizar reclamaciones. La opción B era más económica, pero limitaba significativamente las opciones en posibles demandas.

Esta campaña se realizó en dos Estados diferentes, el de Nueva Jersey y el de Pensilvania. En el de Nueva Jersey, la mayoría decidió la opción B, mientras que en Pensilvania, el grueso de clientes se decantó por la A. ¿Cómo es posible que se diese esa diferencia tan evidente entre los dos grupos? Precisamente porque en Nueva Jersey, la opción B era la que los clientes tenían por defecto mientras que en Pensilvania era la opción A la estándar.

Lo que se demostró es que en realidad las personas que participaron en este estudio no hicieron una decisión calculada y racional, sino que se dejaron llevar por el sesgo del statu quo, es decir, prefirieron quedarse tal y como estaba antes que explorar otras posibilidades, aunque hubiese unos potenciales beneficios a cambio.

3. Contrataciones

El sesgo del statu quo también se ha observado en el mundo organizacional y concretamente en el departamento de Recursos Humanos. Un estudio demostró que a lo largo de un proceso de selección, las características predominantes de los candidatos que llegaran a la última fase iban a determinar quién sería el elegido, o más bien, quién no iba a ser elegido.

En este caso, el estudio hablaba de la posibilidad de que todos, menos un candidato, compartieran características como el sexo o la raza. En ese caso, el candidato restante tendría, virtualmente, todas las opciones para ser automáticamente rechazado, y sería a causa del sesgo del statu quo.

Sin embargo, este estudio también descubrió que si en lugar de un candidato, son dos los que comparten esos rasgos minoritarios, sus posibilidades crecen casi 80 veces por encima del supuesto anterior. Un efecto realmente llamativo que, si no es conocido por los reclutadores, puede sesgar significativamente su juicio a la hora de seleccionar a los candidatos.

Referencias bibliográficas:

  • Kahneman, D., Knetsch, J.L., Thaler, R.H. (1991). Anomalies: The endowment effect, loss aversion, and status quo bias. Journal of Economic Perspectives.
  • Johnson, S.K., Hekman, D.R., Chan, E.T. (2016). If There’s Only One Woman in Your Candidate Pool, There’s Statistically No Chance She’ll Be Hired. Harvard Business Review.
  • Samuelson, W., Zeckhauser, R. (1988). Status quo bias in decision making. Journal of risk and uncertainty. Springer.

Luis Martínez-Casasola (Madrid, 1988) se licenció en Psicología en la UAM y cuenta con un máster en Psicología Forense por la URJC y el COP de Madrid, así como con una especialización en recursos humanos. Tras varios años de experiencia en la redacción de contenidos web, ahora colabora como divulgador para medios especializados en el ámbito de la Psicología y la salud.

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