Boecio: biografía y aportes de este Filósofo Romano

Un viaje por la vida del “último pensador romano”, Boecio.

Boecio

Así se lo conoce: “el último de los romanos”. Si bien es cierto que la expresión es exagerada (ya sabemos que en la Edad Media continuó el saber clásico), no es menos verdadero que Boecio vivió en una época en que la Roma de Occidente estaba padeciendo unos cambios drásticos, que prefigurarían la nueva sociedad medieval. En este contexto, el filósofo fue, efectivamente, uno de los últimos pensadores conectados con el espíritu romano, a través del concepto de la res publica y de un pensamiento filosófico despojado, en principio, de cualquier indicio de teología.

En esta biografía de Boecio vamos a intentar aproximarnos a la vida de este filósofo, uno de los últimos representantes de un mundo que ya terminaba.

Breve biografía de Boecio

Como tantos otros personajes lejanos en el tiempo, la vida de Anicio Manlio Severino Boecio contiene, para nuestro pesar, bastantes lagunas. La extraordinaria fama que adquirió en el Medievo justifica las tergiversaciones de las que ha sido objeto su biografía y, como suele suceder, la realidad se funde con la fantasía. ¿Quién era Boecio? ¿Por qué su legado es tan importante? ¿Era un pagano anacrónico, o se había convertido al cristianismo imperante?

Entre godos y romanos

Nuestro personaje nació en Roma entre 480 y 482, en el seno de una familia pudiente que contaba en su genealogía con importantes representantes del estado romano.

Recordemos que, en el momento del nacimiento de Boecio, el imperio romano occidental ya estaba en poder de los bárbaros (Odoacro, el rey de los hérulos, había depuesto al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo, en 476). Sin embargo, la realidad social y política no cambió, como es lógico, de la noche a la mañana. El año 476 no es más que una conveniencia histórica para situar el “inicio de la Edad Media”, pero la realidad es que una época con características propias no comienza de la noche a la mañana. Así, en el momento de nacer nuestro protagonista, el imperio de occidente todavía conservaba su realidad social y su cultura.

A finales del siglo V, la época que nos ocupa, la península italiana estaba en manos de los ostrogodos, los “godos orientales”, así llamados para distinguirlos de los visigodos o los “godos occidentales”. El rey era a todos los efectos Teodorico, que había conseguido establecer un pacto con el emperador del imperio romano de Oriente (Bizancio) y gobernaba Occidente en su nombre.

La realidad era que los godos, y especialmente su líder Teodorico, admiraban profundamente la cultura romana y no tuvieron ningún problema en aprender de ella y respetar las estructuras administrativas de los romanos. Así, en principio, pocas cosas se vieron afectadas con la llegada de los invasores: se mantenía el Senado y los cargos oficiales, con los que la familia de Boecio realizó una importante carrera, el famoso cursus honorum.

Sirviendo al estado

Desde antiguo era muy usual que los miembros varones de las familias acomodadas romanas participaran en la política del imperio a través del denominado cursus honorum, una carrera que consistía en ir escalando cargos políticos. El padre de Boecio no fue una excepción, y su hijo estaría destinado a seguir sus pasos.

El fallecimiento del progenitor cuando el pequeño Boecio contaba unos siete años hizo que el menor quedara a cargo de varios parientes y amigos de su padre, entre los que se contaba Quinto Aurelio Memmio Símaco, cónsul y prefecto de Roma. Este personaje tuvo una importancia capital en la vida de Boecio, pues se convirtió en su principal valedor y fiel amigo. La relación con Símaco era tan estrecha que, ya en su juventud, Boecio terminó casándose con Rusticiana, su hija.

Todo parecía irle bien al joven Boecio. Inició su cursus honorum con tremendo éxito; a los veinticinco años era senador y, a los treinta, cónsul. El culmen de su carrera política llegó en 522, cuando fue nombrado magister officiorum, que lo situaba al frente de la intendencia general del estado. Por aquel entonces, sus relaciones con el rey Teodorico eran buenas; el mismo año de su nombramiento como magister, Boecio ofreció un discurso al Senado donde alababa las virtudes del rey godo.

¿Qué podía ir mal? Incluso dos de los hijos que había tenido con Rusticiana habían sido elevados a cargos de alto prestigio. La familia de Boecio tocaba el cielo con las manos; tenía fama, riqueza y estabilidad.

La caída en desgracia

Pero, y tal y como él mismo dijo en su obra capital, La consolación de la filosofía, la rueda de la Fortuna es caprichosa y ciega. En 523, llegó la tragedia. Para entender la caída en desgracia de Boecio y de su familia, es menester comprender el contexto político del momento. Ya hemos dicho que en Italia reinaba el godo Teodorico, auspiciado por el emperador de Oriente, que era, de hecho, el legítimo titular del imperio.

Sin embargo, tras la paz aparente entre bizantinos, godos y romanos, se escondían tormentas. En Constantinopla se habían refugiado muchos exiliados romanos, que huían de las persecuciones religiosas de los godos. Recordemos que, en aquel momento, los romanos de Occidente eran católicos, mientras que los godos profesaban la fe arriana. Un conflicto intermitente que presagiaba una catástrofe.

En este clima de recelos, Teodorico impulsó una severa vigilancia por parte de la policía goda. Fue precisamente uno de sus miembros, un tal Severo, quien interceptó unas cartas dirigidas al emperador de Oriente, que se consideraron una traición. Supuestamente, las misivas eran obra de Albino, un importante personaje romano. Convencido de la inocencia de su compañero, Boecio salió en su defensa, y se convirtió, de esta forma, en sospechoso. Rápidamente, el filósofo es encarcelado en Pavía, donde permanece un año en espera de su ejecución.

La consolación de la filosofía

Es durante su presidio cuando Boecio escribe la que sería su obra más famosa, Consolatio philosophiae, ”La consolación de la filosofía”. Se trata de un inmenso tratado en que el filósofo recurre a la Filosofía, personificada en una mujer que acude a la cárcel a visitarle, para consolarse de su fatal destino. En la obra, Boecio esgrime una idea proveniente del mundo clásico que será recuperada más tarde en época medieval y que gozará de una inusitada fama: la Fortuna como caprichosa y voluble, ciega a los sufrimientos y a los deseos de los seres humanos, que puede elevarte a lo más alto y, de repente, hacerte caer al más profundo de los abismos.

La obra está presentada en forma de diálogo entre el filósofo y la Filosofía, un recurso muy utilizado en la antigüedad y que tendrá también mucho éxito en la Edad Media. Así, Boecio se va lamentando de su suerte y de la traición de sus conocidos, movidos por la envidia hacia su suerte y la codicia hacia sus riquezas y su poder. Durante el diálogo, la Filosofía se muestra serena y calma, y le hace ver a su interlocutor la inutilidad de la queja, puesto que, desde que el mundo es mundo, todo está en constante cambio y nada dura para siempre, mucho menos la felicidad.

El estoicismo claro que rezuma la obra está estrechamente ligado con la filosofía romana de Séneca y Marco Aurelio, así como con la escuela estoica griega. Un estoicismo que, por cierto, seguirá vigente en los años medievales, fundido con la resignación y la entereza cristianas.

La muerte del filósofo y el nacimiento del mito

No sabemos si Boecio encontró en la filosofía el consuelo que buscaba. Lo que sí conocemos con certeza es que fue ejecutado finalmente en 524, un año después de su entrada en la prisión de Pavía. Moría el hombre, pero, como suele suceder, nacía el mito.

La obra de Boecio persistió y siguió estudiándose a lo largo de los siglos medievales. Especialmente, su Consolación de la filosofía fue libro de cabecera de los eruditos, que de ninguna manera olvidaron el saber clásico y sus preceptos. Son muy abundantes las iluminaciones de manuscritos medievales que representan a Boecio en la cárcel, con la Filosofía, representada por una mujer bellamente vestida, hablando con él. Se fusionaba de esta forma el estoicismo romano con el cristianismo, puesto que ambos apuntaban hacia un destino parecido: la elevación del alma a través de la aceptación del sacrificio.

¿Era cristiano Boecio?

Sin embargo, muchos estudiosos dudan de que Boecio, que vivió en una época en que los romanos ya se habían convertido al cristianismo, fuera de verdad cristiano. Debería serlo por cultura y como correspondería a una familia acomodada de la época, pero muchos estudiosos de su obra ven demasiado rastro de paganismo en sus escritos. Por ejemplo, no deja de ser curioso que, en sus momentos postreros, el filósofo buscara consuelo en la filosofía y no en la fe, como habría sido lo normal en caso de un auténtico cristiano. ¿Acaso Boecio era solo cristiano de forma nominal, puesto que era la religión oficial del imperio?

Además de su Consolación, el pensador dejó muchas otras obras para la posteridad; en especial, el inicio del que iba a ser un ambicioso proyecto: la conciliación de la filosofía de Platón y Aristóteles, así como la traducción de sus obras del griego al latín acompañadas de comentarios de su propia autoría. Sabemos, pues, que la voluntad de Boecio era impregnar a la Italia romano-goda del mismo espíritu cultural que se vivía en el imperio de Oriente.

Se conoce también una serie de textos de índole religiosa, denominados Opuscula sacra, en los que el autor reflexiona acerca de ciertos dogmas cristianos y establece sus propias afirmaciones. Claramente influido por San Agustín, el filósofo no abandona la dialéctica y el raciocinio en estas obras, que versan sobre temas como la Trinidad. Durante la Edad Media, su obra teológica obtuvo amplia fama y pensadores insignes como Santo Tomás de Aquino realizaron comentarios a sus Opuscula.

Sin embargo, muchos especialistas ponen en duda la autoría de Boecio en lo que respecta a estas obras teológicas. El estilo de los Opuscula, a menudo más cercano a un simple catecismo, es muy diferente al estilo erudito de sus obras filosóficas. ¿Se trata, pues, del mismo hombre?

Si Boecio fue cristiano o no, en realidad carece de importancia. Fue, ante todo, un hombre de su tiempo, a caballo entre la antigüedad tardía y los inicios de la Edad Media, que bebió del saber de griegos y romanos y que vivió acorde a lo que se esperaba de un romano acomodado de la época. Quizá por eso se le conoce como “el último de los romanos y el primero de los escolásticos”; su vida transcurrió entre un mundo que terminaba y otro que comenzaba. Y todo eso se puede rastrear en su obra.

  • Boecio (2004). La consolación de la filosofía, con estudio y prólogo de Gustavo Bardy, ed. Porrúa.
  • Picasso Muñoz, J. (2002), Boecio, cinco opúsculos escogidos (Opuscula Sacra), Pontificia Universidad Católica del Perú.

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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