Normalmente se ha asociado el psicoanálisis con una visión pesimista del ser humano, según la cual nuestro comportamiento y pensamientos están dirigidos por unas fuerzas inconscientes que no podemos controlar y que nos anclan a nuestro pasado.
Esta idea tiene que ver con la concepción psicoanalítica de Sigmund Freud, pero esta no es la única.
Una vez que el psicoanálisis se había asentado en Europa, fueron apareciendo otras propuestas de esta corriente psicológica, algunas de las cuales enfatizaban nuestra capacidad para llegar a ser libres y decidir nuestra trayectoria vital. El psicoanálisis humanista de Erich Fromm es un ejemplo de ello. Hoy, en esta biografía, explicaremos quién fue este importante psicoanalista.
¿Quién fue Erich Fromm? Esta es su biografía
Erich Fromm nació en Frankfurt en el año 1900. Pertenecía a una familia relacionada con el judaísmo ortodoxo, lo cual hizo que durante su juventud se inclinó a empezar estudios talmúdicos, aunque más tarde prefirió formarse tanto en el psicoanálisis de Sigmund Freud como en el legado teórico de Karl Marx, lo cual le hizo acercarse a las ideas del socialismo y doctorarse en sociología.
Durante los años 30, cuando los nazis se hicieron con el control de Alemania, Erich Fromm se trasladó a Nueva York, donde abrió una consulta clínica basada en el psicoanálisis y empezó a dar clases en la Universidad de Columbia. A partir de ese momento fue popularizando un psicoanálisis con fuertes influencias de la filosofía humanista, que ponía énfasis en la capacidad del ser humano para llegar a ir volviéndose más libre y autónomo mediante el desarrollo personal.
El psicoanálisis humanista
Cuando nació la psicología en la segunda mitad del siglo XIX, los primeros esfuerzos de esta primera generación de investigadores estuvieron orientados a entender el funcionamiento básico de los procesos mentales. Esto implicaba preguntarse por temas como el origen de la enfermedad mental, el funcionamiento de los umbrales de consciencia, o los procesos de aprendizaje.
Hasta la consolidación del psicoanálisis en Europa, los psicólogos dejaron de lado los problemas relacionados con el modo en el que nos planteamos nuestra trayectoria vital, nuestro pasado y nuestro posible futuro nos afecta emocionalmente y en nuestra toma de decisiones.
Descubriendo la importancia del inconsciente
El psicoanálisis, de algún modo, había introducido un enfoque más metapsicológico (o cercano a la filosofía) en la práctica psicoterapéutica. Sin embargo, el corriente inicial de pensamiento desde la que arrancó esta subrayaba mucho el poder de lo inconsciente sobre el individuo, por un lado, y estaba muy enfocado a las dar explicaciones acerca de los traumas y los trastornos mentales, por el otro.
Erich Fromm partió del enfoque del psicoanálisis para hacerlo virar hacia una visión mucho más humanista del ser humano. Para Fromm, la psique humana no podía explicarse simplemente proponiendo ideas acerca de cómo lo hacemos para conjugar nuestros deseos inconscientes con la presión del entorno y la cultura, sino que para entenderla hay que saber, también, cómo lo hacemos para encontrar el sentido de la vida, tal y como proponían los existencialistas.
La vida no está hecha para sufrirla
Erich Fromm no se distanciaba de la perspectiva centrada en la enfermedad de otros psicoanalistas porque pensara que se puede vivir la vida al margen de las molestias y el sufrimiento. El optimismo de su visión humanista de las cosas no se expresaba a través de la negación del dolor, sino a través de una idea muy potente: que podemos hacerlo soportable dándole significado. Esta idea, por cierto, la compartía con otros psicólogos humanistas de la época como por ejemplo Viktor Frankl.
La vida, decía Fromm, está irremediablemente ligada a los momentos de frustración, dolor y malestar, pero nosotros podemos decidir cómo hacer que eso nos afecte. El proyecto más importante de cada persona consistiría, según este psicoanalista, en hacer que estos momentos de incomodidad encajen en la construcción de nosotros mismos, es decir, el desarrollo personal.
Erich Fromm, sobre la capacidad de amar
Erich Fromm creía que la principal fuente de malestar humano proviene del roce entre el individuo y los demás. Esta tensión constante parte de una contradicción aparente: por un lado queremos ser libres en un mundo en el que convivimos con muchos otros agentes, y por el otro queremos trazar lazos afectivos con los demás, estar vinculados a ellos.
Expresado en sus términos, podría decirse que una parte de nuestro yo está hecha para estar en unión con los demás. Sin embargo, por nuestra propia naturaleza de seres con un cuerpo distinto al de los demás, nos vemos separados del resto y, hasta cierto punto, aislados.
Erich Fromm creía que este conflicto puede ser abordado desarrollando nuestra capacidad de amar. Amar del mismo modo a los demás y todas aquellas cosas que nos convierten en una persona única, con todas sus imperfecciones. Estas misiones tan ambiciosas eran, en realidad, un único proyecto, consistente en desarrollar amor hacia la vida en sí misma, y así quedó plasmado en la famosa obra El arte de amar, publicada en el año 1956.
Psicoanálisis para explorar el potencial humano
En definitiva, Fromm dedicó su obra a examinar el abanico de posibilidades que la concepción humanista de la vida podía aportar no solo a las técnicas para reducir el sufrimiento en situaciones específicas generadoras de malestar, sino también a las estrategias para interr estos episodios de sufrimiento en un proyecto vital lleno de sentido.
Sus propuestas psicoanalíticas se alejan así del primer psicoanálisis orientado a hacer que las personas sufran lo menos posible, y prefieren enfocarse hacia el desarrollo del máximo potencial de las personas en un proceso que, en sí mismo, podríamos llamar "felicidad". Es por eso que, aún hoy en día, la lectura de las obras de Erich Fromm gozan de mucha popularidad por considerarse inspiradoras y con un trasfondo filosófico rico.
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