En Diógenes de Sinope prácticamente todo es leyenda. Y es que este gran impulsor de la escuela cínica griega escandalizó y admiró a sus contemporáneos por partes iguales, por lo que fue objetivo de burlas, aplausos e invenciones. Su vida está cargada de anécdotas, algunas realmente hilarantes, de las que es imposible decir si realmente están basadas en la realidad; muchas de ellas son fruto del tipo de vida errante que llevaba el filósofo y de su costumbre de reírse de ricos y poderosos.
¿Quién fue, en verdad, Diógenes de Sinope, más allá de leyendas y anécdotas? ¿En qué se basa su filosofía y cuáles son sus aportaciones? En el artículo de hoy nos centramos en la figura de uno de los grandes pensadores de la corriente cínica, que puso en jaque a toda la sociedad griega de la época helenística.
Breve biografía de Diógenes de Sinope, el gran impulsor de la escuela cínica
Decimos bien, impulsor, porque Diógenes de Sinope no fue el fundador del cinismo. En realidad, este honor lo ostenta el filósofo Antístenes, del que nuestro protagonista fue discípulo en Atenas, aunque no es ningún secreto que, en este caso, el discípulo superó al maestro con creces.
La escuela cínica debe su nombre precisamente a nuestro curioso personaje. Y es que Diógenes de Sinope vivía como un vagabundo; dormía en los pórticos de los templos (o incluso en tinajas, en las que se le representa en numerosos cuadros posteriores) y comía lo que los ciudadanos querían ofrecerle. Esta vida “de perro” fue la que le dio el epíteto de Diógenes Kynikós, o sea, Diógenes el Perro. Y de aquí, por supuesto, Diógenes el Cínico.
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Una vida errante desde muy joven
Diógenes el Perro había sido Diógenes de Sinope, su lugar natal, una ciudad jónica a orillas del Mar Negro. Su padre, al parecer, era banquero, y tuvo ciertos problemas con una falsificación de monedas que lo obligó a huir con su hijo, todavía muy niño. Se instalaron en Atenas, y allí el muchacho empezó a frecuentar los círculos filosóficos de la ciudad; entre ellos, los de Antístenes, antiguo sofista que luego fue seguidor de Sócrates.
Pronto, el joven Diógenes empieza su vagabundeo. Viaja de polis en polis, viviendo de la caridad de las gentes y de los alimentos que recogía de la naturaleza. Así se fue forjando su filosofía, que instaba a vivir conforme a la naturaleza. Esto pasaba por necesitar solamente lo más básico para vivir que, en realidad, se reducía a muy pocas cosas. Famosa es la anécdota (como siempre en el caso de Diógenes, no se sabe si tiene una base real) que cuenta que el filósofo llevaba siempre consigo un zurrón en el que portaba una escudilla y un cuenco para comer y beber. Un día vio a un niño que comía lentejas utilizando un pedazo de pan como plato, y que luego se acercaba a una fuente y bebía usando sólo sus manos. Esto convenció a Diógenes que ni siquiera necesitaba su escudilla y su cuenco, por lo que los tiró a la basura.
Es lógico pensar que, con una vida tan errante, el filósofo no dejara apenas nada por escrito. Todo lo que sabemos de él y de su doctrina lo conocemos, como suele pasar, a través de terceros. En especial, la obra de otro Diógenes, Diógenes de Laercio en este caso, llamada Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, escrita en el siglo III a.C., arroja bastante luz sobre la figura de nuestro protagonista.
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Austeridad, autosuficiencia y veracidad
La filosofía de Diógenes de Sinope se caracterizaba, como ya hemos dicho, por la exaltación de la vida sencilla conforme a la naturaleza. El pensador sentía verdadero desprecio hacia cualquier convención social que asfixiara los impulsos más verdaderos del ser humano. Otra de las numerosas anécdotas recogidas acerca de él cuenta que un día se masturbó en un templo, cosa que levantó no pocas indignaciones.
Diógenes no se cortaba un pelo a la hora de ejercer lo que él consideraba las necesidades inherentes a las personas, y no era inusual verlo defecar u orinar en plena calle, a la luz del día, bajo las miradas de los transeúntes.
Por tanto, uno de los primeros puntos para conocer la filosofía cínica de Diógenes es el rechazo absoluto a las convenciones sociales, puesto que van en contra de lo único importante, la naturaleza. En este punto concuerda con las enseñanzas de Zenón de Citio, el fundador de la filosofía estoica, aunque este último se desbancaba de los puntos más irreverentes del filósofo cínico.
Precisamente la desvergüenza hacia la autoridad y todo lo social es uno de los elementos más característicos de la doctrina de Diógenes. Platón le llamaba Sócrates delirante, puesto que, según él, había llevado la filosofía socrática, basada en la verdad y la dignidad, hasta límites absurdos. Por otro lado, la vida vagabunda y austera de Diógenes propugnaba un ideal de autosuficiencia; según el pensador, el ser humano tenía dentro de sí todas las herramientas necesarias para ser feliz.
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Leyendas sobre Diógenes
Diógenes de Sinope es quizá el personaje histórico del que más leyendas se cuentan. A continuación, resumimos algunas de las más famosas, puesto que, a pesar de que su base real es dudosa, sí que presentan algunas de las enseñanzas básicas del filósofo, así como su carácter y su estilo de vida.
“No me tapes el sol”
Puede que esta sea la anécdota más conocida sobre el pensador. Cuenta Plutarco que, un día, el filósofo estaba tumbado en mitad de la calle, y se le acercó nada menos que Alejandro Magno. El conquistador admiraba mucho a nuestro personaje, por lo que le dijo: “Dime cualquier cosa que desees y te será concedida”. Ni corto ni perezoso, Diógenes hizo un gesto de malestar y espetó, airado: “Deseo que te apartes, puesto que me estás tapando el sol”. Sorprendido, Alejandro manifestó a su séquito que, “sino fuera Alejandro, le gustaría ser Diógenes”.
Platón y el gallo desplumado
La rivalidad entre Platón y Diógenes era bastante conocida en Atenas. Se cuenta que un día, el cínico se presentó en la Academia, donde enseñaba Platón, con un gallo desplumado. Platón había dado como respuesta a la pregunta “¿qué era un hombre?” lo siguiente: un animal bípedo que carece de plumas. Con su característica falta de vergüenza, Diógenes plantó el pollo ante el otro filósofo y le dijo, con sorna: “Te he traído a un hombre”.
Secuestrado y vendido como esclavo
Otra de las anécdotas que se cuentan sobre Diógenes es su oscuro destino como esclavo. Parece ser que unos piratas lo capturaron y lo vendieron como tal. Aunque no se sabe si esta historia es cierta, podemos pensar, a tenor del carácter del filósofo, que aceptó el cambio de su vida con absoluta tranquilidad…
¿Qué queda en la actualidad de la escuela cínica?
En realidad, lo que sabemos del final de sus días es que siguió vagabundeando de ciudad en ciudad, predicando sus enseñanzas y lanzando sus chanzas a las autoridades y a la sociedad. Su muerte está envuelta en misterio, y también de ella hay leyendas; algunos dicen que falleció por la caída de un caballo mientras cabalgaba, aunque nos es difícil imaginar a un personaje como Diógenes trasladándose sobre montura semejante.
Actualmente, el vocablo cínico está muy alejado de lo que originalmente significó. Si ahora hace referencia a una persona falsa y desvergonzada, que no tiene reparo en reírse de los demás, en época de Diógenes estaba relacionado con una escuela de pensamiento que promulgaba el cuestionamiento de las normas sociales y las ponía en entredicho a través, eso sí, de cierta burla. Y, por otro lado, el nombre de su gran impulsor ha dado nombre a uno de los síndromes más conocidos: el síndrome de Diógenes, consistente en acumular basura y elementos que no tienen utilidad ninguna. Otra vez, algo muy alejado de su esencia, como podemos ver.
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