La versión mediática de Año Nuevo, aquello que vemos en programas de televisión, eventos culturales en la calle e incluso piezas de publicidad emitidas en esas fechas, se caracteriza por la alegría, los buenos deseos y el cariño hacia los seres queridos.
En definitiva, casi todo lo que compone lo que en Psicología recibe el nombre de "afectividad positiva": un estado mental que nos permite experimentar bienestar y nos acerca a la felicidad.
Sin embargo, del mismo modo en el que no es lo mismo decir algo que hacerlo, el Año Nuevo que vemos a través de las pantallas no tiene por qué corresponderse con el que viven la gran mayoría de las personas. Para muchas, esta época no significa nada especial, y supone simplemente una marca más en el calendario. Y para otras, no solo no son fechas para sentirse alegre, sino que les hacen sentirse tristes, angustiadas o invadidas por la desesperanza.
Y es que el vínculo entre el Año Nuevo y la depresión hace que muchas personas vulnerables a este trastorno del estado de ánimo tengan dificultades para no sentirse muy mal durante esos días que unen un año con el siguiente. Aquí veremos a qué se debe este fenómeno, y qué se puede hacer para afrontarlo.
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El impacto de los fenómenos culturales en la salud mental
Los trastornos del estado de ánimo vinculados a la depresión no surgen sin más; la frecuencia e intensidad de sus síntomas van ligados a nuestras vivencias.
Esto no significa que determinados eventos nos conduzcan irremediablemente hacia el estado de ánimo depresivo, claro. El modo en el que interpretamos lo que ocurre a nuestro alrededor juega un papel muy importante en nuestra salud mental, haciéndonos más o menos vulnerables dependiendo de nuestro sistema de creencias, actitudes e ideas. El mismo evento puede resultar traumático para un individuo, y emocionalmente neutro para otro.
Ahora bien, aunque la subjetividad de cada persona influya en nuestra propensión a desarrollar trastornos psicológicos, esas formas de interpretar la realidad no son nunca enteramente individuales y desligadas del contexto; las "gafas" con las que leemos lo que ocurre a nuestro alrededor no son invenciones nuestras construidas desde 0; reciben influencias de los fenómenos culturales que movilizan a miles o millones de personas. Y Año Nuevo es un buen ejemplo de ello.
La relación entre el Año Nuevo y la depresión
Evidentemente, la simple existencia del Año Nuevo no hace que todas las personas tengan un mayor riesgo de sufrir los síntomas de la depresión. Este vínculo entre el trastorno depresivo, por un lado, y las fiestas de fin de año y comienzo del siguiente, por el otro, solo es significativo en ciertas personas con predisposición a esta alteración psicológica.
¿Cómo se produce este vínculo? En primer lugar, Año Nuevo invita a mirar hacia el pasado y hacer una valoración de lo que nos ha ocurrido. Si creemos que ha sido un mal año o han sucedido cosas por las que hemos sufrido mucho, toda la carga emocional negativa de los últimos 12 meses nos llegará de golpe, acumulada en una sola imagen mental, y esto puede ser un motivo suficiente para que se nos quiten las ganas de participar en cualquier actividad potencialmente agradable y estimulante, lo cual empeora nuestro estado de ánimo debido a que nos sentimos aislados, desconectados del resto.
Además, Año Nuevo fomenta las comparaciones. Y a sea al comparar nuestros progresos con los del resto de personas, o al compararnos con el "Yo" de hace 12 meses. Si el resultado de este ejercicio mental resulta desfavorable, dañará nuestra autoestima y nuestra capacidad para creer en nosotros mismos. El estancamiento emocional y la desesperanza son otro de los ingredientes básicos de la depresión, y Año Nuevo puede desencadenarlos si ya estábamos en una situación de vulnerabilidad emocional.
Finalmente, la combinación de todo lo anterior puede dar pie a que nos obsesionemos con la idea de que estamos marcados por muchos problemas que nos persiguen allá a donde vayamos, y que no desaparecen aunque pasen los meses.
Este es el caldo de cultivo para la rumiación, que es la tendencia a darle muchas vueltas a aquella clase de pensamientos que nos preocupan. Es, en definitiva, una especie de "visión de túnel" psicológica, que nos lleva a no ser capaces de dejar de pensar en ideas angustiantes, dejándonos solo unas pocas horas para "descansar" entre un ciclo rumiativo y el siguiente.
Como habrás adivinado, la rumiación también está asociada a la depresión. El pesimismo atrae al pesimismo, y uno de los aspectos característicos de la depresión es su carácter autorreferencial: la tristeza nos recuerda que tenemos motivos para estar tristes, por decirlo de un modo resumido.
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¿Cómo combatir la depresión en Año Nuevo?
La psicoterapia ha demostrado ser una manera eficaz de combatir la depresión una vez han empezado a manifestarse sus síntomas, y para evitar recaídas cuando ya se ha dejado atrás una crisis depresiva. Las herramientas utilizadas por los psicólogos son variadas y se adaptan a las características de cada paciente, pero en todas hay algo en común: se fomenta la adopción de nuevos hábitos comportamentales y nuevos marcos mentales desde los que interpretar la realidad de una manera constructiva.
En Psicomaster contamos con un equipo altamente formado y con años de experiencia profesional ayudando a personas con depresión y otros trastornos del estado de ánimo. Si te interesa visitar nuestro centro en Madrid, puedes encontrarnos en la Calle de O’Donnell nº 32 (en la zona de El Retiro), o accediendo a nuestros datos de contacto haciendo clic aquí.
Referencias bibliográficas:
- Belloch, A.; Sandín, B. y Ramos, F. (2010). Manual de Psicopatología. Volumen I y II. Madrid: McGraw-Hill.
- Blazer, D. G., Kessler, R. C., McGonagle, K. A. y Swartz, M. S. (1994). The prevalence and distribution of major depression in a national community sample: The National Comorbidity Survey. The American Journal of Psychiatry. 151(7): pp. 979 - 986.
- Kotov, R.; Gamez, W.; Schmidt, F.; Watson, D., et al. (2010). Linking "big" personality traits to anxiety, depressive, and substance use disorders: a meta-analysis. Psychological Bulletin. 136(5): pp. 768 - 821.
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