El duelo por la muerte de un esposo es algo complejo, vivido de forma única por la persona viuda. Algunos superan esta etapa con relativa rapidez, al cabo de unos pocos meses después del fallecimiento, mientras que otros pueden tardar hasta 5 años en recuperarse.
Cada persona necesita sus tiempos, sus vuelta a la normalidad. No se pueden forzar las cosas, pero sí es posible aprender a vivir esta nueva etapa aceptando lo que ha sucedido y entendiendo que la persona que ha partido formará parte de nosotros siempre que las recordemos.
A continuación vamos a ver consejos acerca de cómo afrontar la viudedad y qué riesgos hay en esta etapa que pueden provocar un duelo patológico.
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Cómo afrontar la viudedad: claves para gestionar las emociones y el duelo
La pérdida definitiva del cónyuge o compañero sentimental implica un tipo de duelo específico y complejo. Enfrentarse a la viudedad es un proceso difícil puesto que este fenómeno implica un gran cambio en nuestras expectativas y estilo de vida. Se quiera o no, cuando se vive en pareja siempre se piensa en términos de dos. Con la muerte de nuestro esposo/a o novio/a de repenente eso termina. Nos encontramos en una extraña soledad, una sensación que hacía muchos años que no sentíamos.
En todos los duelos no solo cuenta la pérdida en sí misma, sino también las circunstacias en las que se dan. No es lo mismo enfrentarse a la viudedad con 30 años porque nuestro esposo ha fallecido en un accidente que hacerlo a los 70 tras haber estado al lado de nuestro marido tras varios años padeciendo una dura y debilitante enfermedad. En el primer caso quedarse viudo es algo totalmente súbito, para nada esperado, mientras que en el otro la viuda ha tenido bastante tiempo para prepararse para el momento final.
También influye el tipo de relación que existía entre ambos. Las relaciones de pareja más complicadas tienden a dar lugar a duelos más complejos. El motivo de ello es que, si bien ambos se amaban, los conflictos, las tensiones y las discusiones de pareja puede que dejaran abiertas muchas heridas y temas a tratar, y cuando uno de los dos muere el viudo se encuentra en una situación llena de interrogantes sin resolver.
La mejor manera de afrontar la viudedad es tratar de aceptar los hechos, sin dejarse atrapar en volver una y otra vez al pasado para cambiar lo que ya no se puede cambiar. Una cosa es la nostalgia que podamos sentir por los buenos tiempos que estuvimos al lado de esa persona, y otra muy diferente es refugiarse en el pasado, no pudiendo vivir el presente. Hay que valorar el pasado, pero viviendo el presente y entendiendo que al duelo lo mejor es darle tiempo.
Lo que suele experimentar un viudo tras perder a su pareja es un profundo sentimiento de desconcierto e incertidumbre, acompañados de negación, confusión e incredulidad. Cuando se pierde a alguien con el que se vivía cotidianamente, un compañero que estaba a nuestro lado a diario, se nota como que parte de nosotros muere con él.
Cuando se lleva años viviendo con alguien pensando en términos de dos, en el momento en que esa persona parte, los esfuerzos se duplican. Tenemos que volver a aprender cosas, incluso las más mínimas, como dormir sin tener a otra persona al lado, tomar decisiones familiares sin recibir el apoyo o consejo de nuestra media naranja o, incluso, aprender a gestionar sentimientos por cuenta propia.
Es habitual que uno no sepa quién es tras haber vivido la muerte de su pareja. No es de extrañar, puesto que la dinámica de interdependencia mutua que se ha ido formando a lo largo de años de vivir en pareja acaba de desaparecer de repente y, al margen de si era una muerte esperada o no. Aceptar la independencia de uno mismo no es tarea sencilla. Aunque ya no esté viva, la presencia de la persona que ha partido está en todas partes, algo que genera nostalgia, desasosiego y angustia.
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Factores de riesgo psicológico en la viudedad
Cada persona es diferente, evidenciándose en su conducta, creencias y opiniones. Esto también se da en la forma en cómo maneja el fallecimiento de su pareja. Cada persona puede vivir de forma muy distinta el duelo asociado a la viudedad, habiendo quienes padecen mayor riesgo a caer en un duelo patológico. Son unas cuantas las características las que llevan a que haya personas que sean especialmente vulnerables ante esta situación, factores que intensifican los sentimientos de indefensión, desesperación y soledad, haciendo más difícil superar la pérdida.
1. Poco apoyo de la familia
La familia puede considerarse un factor de protección frente vivir un duelo patológico, y por lo tanto su ausencia se puede considerar justo lo contrario, esto es un factor de riesgo. La ausencia de una red familiar de apoyo incrementa el sentimiento de aislamiento y desesperación.
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2. Relación de sumisión con el cónyuge
En las parejas con una relación de sumisión de un cónyuge con el otro (habitualmente la mujer hacia el hombre), cuando fallece el que ejercía el poder dominante la otra persona recupera una independencia que no sabe gestionar. Encontrarse en una situación de individualidad puede generar temores, sentimientos de incapacidad y sensación de abandono.
3. Relación ambivalente con el cónyuge
En las relaciones ambivalentes la partida de uno de los cónyuges supone no poder resolver cuestiones que quedaron abiertas, pendientes de ser discutidas y reflexionadas. Esto hace que el viudo o viuda se quede pensando en todo lo que le gustaría haberle dicho o hecho a la persona que se ha ido, y que ahora no tiene la oportunidad de solucionar.
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4. Problemas económicos
Si la persona que se acaba de quedar viuda tiene problemas económicos, como deudas o problemas financieros sin resolver, tenderá a sentir con mayor fuerza la pérdida de su pareja.
A fin de cuentas, tener pareja no es solo un apoyo sentimental, también material y económico, puesto que puede estar trabajando o recibeindo alguna pensión. Cuando fallece, ese flujo de dinero deja de recibirse (salvo excepciones) y en caso de haber problemas económicos en el núcleo familiar se nota todavía más su ausencia. c
5. Introversión
Las personas introvertidas, tímidas y que no tienen demasiados amigos, manifiestan más problemas para expresar sus emociones y gestionar el duelo al no liberar lo que sienten con conocidos y amigos.
Naturlamente, no todas las personas introvertidas van a padecer un duelo patológico, pero sí que la introversión puede considerarse como un factor de riesgo al pasar por este período.
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6. Tener hijos pequeños
Si la pareja todavía tenía niños en plena crianza, enfrentar la viudedad es más difícil. Es difícil explicarle a un niño pequeño porque su padre o su madre no va a volver, especialmente si el viudo todavía no ha conseguido gestioanar adecuadamente este trágico suceso.
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¿Qué hacer en la viudedad?
Como apuntábamos, cada persona vive el duelo ante la muerte de su cónyuge a su manera. Esto hace que reconozcamos que no existe una fórmula perfecta e ideal para afrontar la viudedad, pero sí hay una serie de recomendaciones ideales para facilitar el proceso de duelo, todos ellos fundamentados en la idea de que se debe aceptar lo que ha pasado, entenidendo que el difunto ya no está a nuestro lado pero que nos lo llevaremos a todas partes en tanto que nos acordemos de él o ella.
Debemos recordar a nuestro ser querido y las experiencias que tuvimos con esa persona, pero no pensando en lo que podría haber sido y no fue. Las hipótesis sobre algo que podría haber sido y no fue no conducen a nada constructivo en este caso. No va a ser un proceso rápido que se supere de un día para otro: La muerte de un ser querido tan importante como lo fue nuestro marido o esposa trae consigo el pasar un largo tiempo con sentimientos de dolor, emociones que surgen ante el vacío que deja una persona que estaba cada día en nuestra vida.
No debemos patologizar esto, puesto que es totalmente normal y adaptativo sentirse muy triste ante tamaña pérdida. Es fundamental para nuestra salud mental aceptar el hecho de que estamos sufriendo, pero también evitar que ese dolor nos impida cuidarnos. Debemos alimentarnos bien, intentar hacer deporte, mantenernos activos, dormir lo suficiente y, sobre todo, relacionarnos con nuestros amigos y familiares. Solo conectando con los demás y intentando activarnos conseguiremos superar la muerte de nuestro amado.
También es muy buena idea acudir a grupos de ayuda para viudos y visitar a algún psicólogo para gestionar mejor el duelo. No debemos patologizar el duelo, pensando que es algo que de vivirse es sinónimo de depresión pero sí es conveniente hacer todo lo posible para evitar que se convierta en un cuadro depresivo. Es mejor prevenir que curar y no hay nada de malo en visitar a un psicólogo para aprender cómo afrontar la viudedad, especialmente si el fallecimiento de nuestro esposo/a se ha dado de forma súbita y cuando era relativamente joven.
Y, muy importante, dejar que las heridas sanen con el paso del tiempo. No es bueno tomar decisiones importantes a corto plazo justo después de la pérdida de nuestro cónyuge. Todavía nos estaremos adaptando a la nueva situación y cualquier aspecto que requiera una profunda reflexión debería descartarse de momento porque realmente no nos encontramos en condiciones ni pensamos con claridad. El duelo necesita tiempo, y tiempo es lo que le debemos dar.
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