El cristal es un tipo de material muy presente en nuestro día a día, que compone diferentes objetos, como por ejemplo vasos y copas (vajilla), botes, objetos de decoración como jarrones, etc.
Como todo lo que “existe” puede temerse, también se puede presentar un miedo irracional a los cristales: se trata de la cristalofobia, la fobia a los cristales. En este artículo veremos cuáles son sus características.
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Cristalofobia: síntomas
La cristalofobia puede relacionarse con el miedo a romper cristales, el ruido que producen al hacerlo o rasgarse/herirse con uno de ellos.
Los síntomas de la cristalofobia son los correspondientes a los síntomas de una fobia específica. En este caso, el miedo irracional aparece ante los cristales. Los cristales, como sabemos, son vidrios endurecidos, transparentes e incoloros, que se emplean para hacer prismas, lentes, vajillas, etc.
Los síntomas destacables la cristalofobia son:
- Temor acusado y persistente a los cristales: este temor es excesivo o irracional.
- Ansiedad: la exposición al estímulo fóbico (cristales) provoca marcada ansiedad.
- Evitación: las situaciones que puedan inducir a pecar se evitan o se soportan a con mucho malestar.
- Interferencia en la rutina normal.
- Duración de los síntomas mínimo de 6 meses.
La cristalofobia como fobia específica se podría incluir en el grupo de las fobias a “otros” estímulos, dentro de la clasificación del DSM.
Características de las fobias específicas
Las fobias específicas presentan frecuentemente comorbilidad con otros trastornos de ansiedad, trastornos del estado de ánimo y trastornos relacionados con sustancias.
Sin embargo, la fobia específica es el trastorno de ansiedad con menor grado de incapacitación, respecto al resto de trastornos de ansiedad (el que más es el trastorno de pánico con agorafobia).
Esto se debe a que, si la persona evita el estímulo fóbico o dicho estímulo fóbico no es común en según qué sitios (no tiene que presenciarlo muy a menudo), su funcionamiento diario no tiene por qué estar alterado. Además de por el tipo de sintomatología, que no es tan grave ni incapacitante.
En cuanto al curso, generalmente aparecen en la infancia o adolescencia, y a una edad más temprana en mujeres que en hombres. El hecho de presentar cristalofobia en la adolescencia (u otro tipo de fobia específica), aumenta la probabilidad de presentar una fobia específica persistente o desarrollar una nueva fobia específica, pero no predice el desarrollo de otro trastorno.
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Causas
En cuanto a las causas que pueden originar cristalofobia, como ocurre con muchas otras fobias específicas, no se conocen de manera fiable. Sin embargo, podría relacionarse con el hecho de haber experimentado sucesos o vivencias negativas, altamente traumáticas o con gran carga emocional, relacionadas con los cristales (por ejemplo un gran corte con un cristal, rotura de un cristal en un atraco, heridas, etc).
También se han planteado, para las fobias específicas, cierta predisposición genética a los efectos nocivos del estrés, que establecen una base para la aparición de la fobia.
Por otro lado, deben tenerse en cuenta otros factores a la hora de entender el origen de la cristalofobia, tales como la personalidad de la persona, los estilos cognitivos, el aprendizaje por imitación o el condicionamiento clásico, que pueden favorecer la aparición y desarrollo del miedo irracional a los cristales, así como a cualquier otro tipo de objeto o situación.
Tratamiento
La cristalofobia debe tratarse como una fobia específica, utilizando herramientas concretas. La psicoterapia puede resultar efectiva, según muchas investigaciones. La terapia cognitivo conductual ha demostrado ser la más efectiva, y suele incluir las técnicas de relajación, técnicas cognitivas (por ejemplo las autoinstrucciones) y técnicas de exposición (éstas últimas son las más efectivas).
En cuanto a las técnicas de exposición, el objetivo será exponer gradualmente a la persona al estímulo temido, en este caso a diferentes tipos de cristales (en cuanto a forma, tamaño, etc.), ordenados jerárquicamente (de menos a más ansiosos o fóbicos para el paciente).
El objetivo último es que la persona con cristalofobia se exponga a los cristales (en diferentes sesiones en terapia, así como fuera de consulta “tareas para casa”), hasta que no le causen miedo o ansiedad. En el caso de la cristalofobia, por ejemplo, el primer estímulo de la jerarquía puede ser un cristal pequeño y poco punzante, y progresivamente aumentar el tamaño del mismo, así como el riesgo de que corte.
Se buscará que finalmente la persona pueda llegar a tocar los cristales sin que muestre respuestas de escape o evitación ni malestar.
Mediante la exposición, se consigue que la persona compruebe por sí misma que no está en peligro al enfrentarse al objeto fóbico, y así poco a poco el miedo desaparece y se aprende que los cristales no son sinónimo de peligro ni de daño.
Referencias bibliográficas:
- Caballo (2002). Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos. Vol. 1 y 2. Madrid. Siglo XXI (Capítulos 1-8, 16-18).
- Belloch, A.; Sandín, B. Y Ramos, F. (2010). Manual de Psicopatología. Volumen I y II. Madrid: McGraw-Hill.
- American Psychiatric Association. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Quinta edición. DSM-5. Masson, Barcelona.