¿Es útil la confrontación en el tratamiento de una adicción?

Veamos si la confrontación es útil para ayudar y tratar a los pacientes que sufren adicciones.

¿Es útil la confrontación en el tratamiento de una adicción?

Quienes han sufrido una adicción o conocen a alguien que ha desarrollado un trastorno adictivo de cualquier tipo, saben que esta clase de enfermedades hacen aparecer una dinámica de autoengaños para seguir consumiendo droga, o realizando la acción en la que se basa la dependencia.

En estos casos se evidencia que ciertos problemas de salud mental que no necesariamente pertenecen al ámbito de la esquizofrenia y la psicosis son capaces de distorsionar mucho nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos. Por eso, a lo largo de los años han ido surgiendo estrategias que buscan confrontar con la realidad a la persona que sufre un trastorno adictivo. Teniendo en cuenta esto… ¿Conviene adoptar estrategias de confrontación en el tratamiento de la adicción? Veámoslo.

¿Qué entendemos por confrontación en el ámbito de la salud mental?

Para empezar, es necesario precisar de qué hablamos cuando utilizamos el término “confrontación”. Incluso si nos ceñimos en el ámbito de la salud mental, esta ha sido utilizada de varias maneras diferentes. Por eso, aquí distinguiremos entre tres conceptos distintos que pueden ser agrupados debajo del paraguas de esta palabra aplicada a la ayuda de las personas con adicciones.

En primer lugar, es necesario aclarar que una cosa es la utilización de la confrontación en el tratamiento de una psicopatología, y otra cosa es la terapia confrontativa. Esta última es un conjunto de modelos de intervención en adicciones originados en los Estados Unidos antes de la consolidación de la psicoterapia como recurso de la ciencia aplicada, y que se basan en la idea de que es necesario “ser duros” y brutalmente honestos con la persona que acude al tratamiento, recurriendo en ocasiones incluso a elementos como los gritos, las advertencias generadoras de ansiedad, y en general, formas de comunicación que intentan dar un feedback directo y que pone énfasis en las consecuencias negativas que tendría el no cambiar de filosofía de vida y de manera de ver las cosas.

Las terapias confrontativas han sido utilizadas durante décadas por motivos sociológicos, y no por su validez como terapia eficaz, ya que de hecho no existen evidencias de que resulten útiles y sí muchas investigaciones que muestran efectos negativos de su aplicación. Emergieron en forma de sesiones realizadas por personas sin formación en ciencias de la salud, que se reunían para ayudarse unas a otras creando eventos grupales al estilo performance para “motivarse” a cambiar inspirándose en ejemplos del ámbito del deporte y de las fuerzas armadas, y como tales, son ajenas al diseño científicamente validado de terapias psicológicas eficaces. El modelo más famoso de este tipo de supuestos tratamientos es el Synanon Game, desarrollado por una organización que ha llegado a tener problemas con la ley y a ser considerada una secta.

Dejando de lado el concepto de terapia confrontativa, tenemos la aplicación de la confrontación en una amplia variedad de modelos psicoterapéuticos; en este caso hablamos de estrategias mucho más flexibles y basadas en la asertividad que tienen el objetivo de ayudar al paciente a reconocer las limitaciones de su manera de pensar y de interpretar las cosas, para a partir de ahí, aprender de sus errores y progresar desarrollando hábitos que lo le hagan recaer en la adicción.

Esta manera de confrontar no busca hacer que el paciente sienta culpa, se sienta humillado o sienta la necesidad de cambiar debido al miedo que le inspira una figura de autoridad; en todo momento se respeta la dignidad de la persona que sufre una adicción y se establece un vínculo terapeuta-paciente basado en la igualdad. En definitiva, aquí la confrontación no es tanto lo que hace el terapeuta, sino más bien el efecto que tiene en la mente del paciente, que se ve en la necesidad de preguntarse si realmente le conviene sostener ciertas creencias e ideas.

Y en tercer lugar, no hay que olvidar que la mayoría de las personas con adicciones experimentan distintas variantes de confrontación por parte de familiares y amigos; aunque no lo hagan desde el marco de un tratamiento o de una terapia, muchas veces lo hacen como un intento de ayudarle a salir de esa situación.

¿Funciona realmente la confrontación al tratar a personas con adicción?

Tal y como hemos adelantado, la terapia confrontativa no funciona, pero eso no significa que la confrontación en sí no pueda resultar útil en el contexto de la psicoterapia, siendo combinada con otros recursos.

Lo cierto es que como hay tantas maneras de confrontar, no existe una respuesta fácil a la pregunta de si la confrontación es eficaz al tratar las adicciones, aunque sí hay una regla general: cuanto más asertiva sea esta, más útil puede ser, y cuanto menos lo sea, más contraproducente resultará.

No hay que olvidar el hecho de que la mayoría de personas con adicciones muestran una cierta ambivalencia hacia la patología que sufren; incluso las que están muy interesadas en asistir a terapia y en mejorar, viven momentos en los que se cuestionan seriamente si no merece más la pena seguir en el bucle de la dependencia y la abstinencia con tal de no tener que afrontar meses de tratamiento y renuncia a las drogas, a los juegos de azar, etc.

En este sentido, este tipo de paciente presenta una cierta tendencia a externalizar las causas de su problema; con mucha facilidad cae en esquemas de interpretación de la realidad según los cuales no sufre una patología real, sino que más bien tiene el problema de afrontar una vida muy dura, o unas relaciones personales muy problemáticas. Aunque es cierto que muchas personas con adicciones pasan por situaciones vitales muy difíciles debido a precariedad laboral y conflictos familiares, por ejemplo, estos hechos no deberían ser usados como una excusa para tapar la importancia de la adicción por sí misma allí donde existe.

Así pues, aplicar una confrontación muy directa y orientada a hacer que el paciente se sienta mal por haber estado sosteniendo ciertas ideas o ciertas rutinas tiende el efecto contrario al deseado, ya que en la mayoría de las ocasiones crea una fuerte hostilidad que sabotea el progreso del tratamiento. Es por eso que la confrontación solo se recomienda cuando es usada poniendo el foco en el potencial de bienestar de la persona, y no en el problema de la persona.

Por ejemplo, en vez de usar descalificativos para referirse a su modo de vida o a sus creencias disfuncionales, es mejor plantearle las preguntas adecuadas para que se cuestione si su manera de ver las cosas es realista y se corresponde con la realidad, dejando que sea ella quien llegue a las conclusiones que le acercarán más a un afrontamiento de la realidad. De este modo, la toma de conciencia de que se ha estado interpretando las cosas de una manera poco óptima llega a la vez que una sensación de descubrimiento y potencial de cambio con la ayuda del terapeuta, y no aparece una reacción en contra de quien emite opiniones hirientes o acusadoras.

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