El sexo es una actividad que para la gran mayoría de personas resulta placentera, siendo una experiencia deseable y satisfactoria en condiciones normales. Por lo general solemos disfrutar de todo el proceso y una vez terminada la interacción y llegados al orgasmo suele aparecer una sensación de relajación y satisfacción.
Sin embargo en algunas personas aparecen sensaciones de tristeza y angustia después del orgasmo, pudiendo llegar a aparecer lo que se conoce como disforia postcoital o depresión post-coitum. Es sobre este concepto sobre el que vamos a hablar a lo largo de este artículo.
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¿Qué es la disforia postcoital?
Recibe el nombre de disforia postcoital o depresión post-coito al síndrome caracterizado por la presencia de sensaciones y sentimientos de tristeza, melancolía y malestar posterior al momento del orgasmo. También pueden aparecer angustia, sentimientos de vacío, desasosiego, inquietud e irritabilidad. Se trata de una situación que aparece generalmente tras mantener una relación sexual, si bien también puede aparecer tras la masturbación.
Técnicamente se considera una disfunción sexual vinculada a la fase de resolución, siendo una etiqueta diagnóstica propuesta para investigación de cara a una posible incorporación en diferentes clasificaciones diagnósticas. Sin embargo el diagnóstico sólo sería posible si la disforia apareciera en la mayoría de relaciones sexuales (no siendo trastorno si su aparición fuera algo puntual y esporádica) y siempre y cuando no fuera explicable por otros trastornos.
Es importante tener en cuenta que esta sensación no es producto de una relación sexual insatisfactoria, pudiendo ser esta enteramente placentera para ambas partes y deseada por la propia persona que siente esta disforia. La depresión post-coito (más bien una tristeza, no siendo realmente una depresión) suele aparecer o inmediatamente o poco después del orgasmo y por lo general desaparece en minutos, si bien puede llegar incluso varios días.
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¿Quién lo sufre?
Este tipo de síndrome no es nuevo, existiendo referencias a él desde la antigüedad. Si bien tradicionalmente se ha considerado que la disforia postcoital es algo específico de mujeres de una determinada edad, lo cierto es que puede aparecer en ambos sexos y a cualquier edad. Aparentemente es más frecuente en el sexo femenino, si bien por lo general han sido pocos los estudios realizados con hombres en este sentido.
Pese a que por lo general es un síndrome poco reconocido recientes estudios demuestran que es mucho más frecuente de lo que se cree, variando el porcentaje de afectados según el estudio. Además la disforia postcoital puede no estar siempre presente y es normal que aparezca en momentos puntuales de manera esporádica, siendo únicamente un problema cuando se da de manera consistente a lo largo del tiempo. En algunos casos se ha observado que prácticamente la mitad de participantes han reconocido haberlo padecido alguna vez en su vida.
Síntomas y repercusiones
La disforia postcoital es como hemos dicho algo poco reconocido socialmente, y puede tener repercusiones en la vida sexual de quien lo padece. A menudo su presencia es vivida con malestar y culpabilidad por parte de la persona que lo experimenta, considerando que debería sentirse satisfecha y no comprendiéndose las propias reacciones. También puede desarrollarse un posible temor a la existencia de conflictos de pareja, o incluso aparecer una evitación del contacto sexual. Además se trata de una situación que, como ocurre en otras disfunciones sexuales, a menudo es ocultada y vivida con vergüenza.
Asimismo la pareja sexual puede llegar sentirse poco competente o poco deseada ante las reacciones de su pareja, y también podrían aparecer conflictos reales y otras disfunciones sexuales tales como la aversión al sexo.
Posibles causas
Ya desde la antigüedad se ha intentado dar una explicación a la aparición de disforia sexual, tanto a nivel de su aparición puntual como de cara a su aparición consistente.
Una de las teorías al respecto hace referencia a que las causas de esta alteración son principalmente neuroquímicas: tras el orgasmo se liberan determinadas hormonas que contrarrestan las responsables del placer sexual, pudiendo aparecer tristeza y bajo estado de ánimo como consecuencia de esta regulación. En este mismo sentido se ha observado que a nivel biológico la amígdala (la cual se encuentra vinculada a la ansiedad y el miedo entre otras emociones) disminuye su actividad durante el coito, pudiendo aparecer la disforia como consecuencia de la reactivación de esta parte del encéfalo.
Otra teoría, que resulta compatible también con la anterior, indica que la aparición de disforia postcoito puede estar vinculada a la influencia de una educación restrictiva y religiosa, en que puede haberse interiorizado la idea del sexo y del goce y placer sexual como algo pecaminoso o criminalizado.
Otra opción se deriva de la vivencia de situaciones traumáticas como abusos sexuales infantiles o violaciones, asociando inconscientemente el disfrute de una relación normativa y consentida con el vivido durante la vivencia abusiva y apareciendo la tristeza, angustia e incluso repugnancia con el disfrute actual.
Existen también teorías que hablan de que la tristeza se debe a que las emociones de tristeza y malestar se deben a la finalización del acto de unión con la pareja. También puede existir la posibilidad de que la tristeza sea debida a la presencia de dificultades de pareja o a la consideración de que la relación se basa o sostiene solo en el sexo.
Tratamiento
A nivel de la propia persona y su pareja se recomienda que el orgasmo no sea el final de toda interacción entre los miembros de la pareja, pudiendo disfrutar de actividades tales como acariciarse o abrazarse salvo que ello genere incomodidad o malestar a la persona con disforia. Se trata de generar vínculo posterior al encuentro sexual. En cualquier caso si se trata de algo habitual puede resultar de utilidad consultar con un psicólogo o un sexólogo.
Si bien no es habitual, la disforia postcoital puede requerir de tratamiento psicológico. En primer lugar es necesario valorar la posible existencia de alteraciones orgánicas. En el caso de que existan vivencias traumáticas, estas podrían ser trabajadas en consulta. Igualmente la presencia de culpabilidad o la consideración respecto al sexo pueden precisar de ser trabajados. En el caso de que sea necesario o se deba a un conflicto de pareja, puede resultar de utilidad emplear terapia de pareja y terapia sexual para favorecer.