Una apuesta a un 'más allá' posible en la salud mental: la singularidad

Una manera de ir más allá de las etiquetas y de los estigmas en el ámbito de la salud mental.

Una apuesta a un 'más allá' posible en la salud mental: la singularidad

¿Qué sería aquello que va más allá de los estigmas, las etiquetas y las tendencias en la llamada "salud mental"?

Tomemos primeramente al sintagma de "salud mental" de la OMS: "un estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y puede aportar algo a su comunidad". Éste aparece en los discursos de la OMS como un punto que organiza y dispone aquello que sería el bienestar y la buena manera de vivir en el orden de la lógica del universal, el para todos.

La repetición constante en los medios de esta proposición desliza la idea de que la "salud mental" tuviera una definición consistente y evidente. No obstante, esta definición no ha sido rigurosa, sino que, más bien, aparece del lado del ideal y como operadora de funciones que se desprenden de ella.

Una manera incompleta de entender la salud mental

Fue René Leriche quien puso en juego la clásica definición de salud desde el lado de la medicina: “la salud es la vida en el silencio de los órganos”. Es esta definición de la palabra «salud» la que tiene efectos en el campo de lo psi y lo social -abarcando lo público, lo institucional, lo gubernamental- y es desde allí dónde toma su primera función. El efecto principal ha sido la construcción del dominio de la salud pública como la función que toma a cargo el erradicar todos aquellos modos de vivir el malestar psíquico, de silenciarlos.

Paralelamente se podría ubicar que habría un órgano enfermo como causante del sufrimiento psíquico -terreno propio para el posicionamiento de las neurociencias y la medicalización-.

Añadamos otro efecto. Todo aquello que no cuadre en la definición de salud mental será tomado como algo que por definición no será sano. Es aquí donde se presenta la articulación con los grandes vademécum, libros y manuales con listas de signos en una lógica descriptiva que sitúan y forman campos de cuadros patológicos.

Las implicaciones sociales de esta perspectiva

El diagnóstico aparece como la gran etiqueta de clasificación de trastornos y enfermedades -términos importados también desde la medicina- que engloban una serie de rasgos para establecer un cuadro clínico con base científica, es decir bajo un modelo positivo. El CIE-11 y el DSM-5 tienen una historia dentro de la clasificación de las enfermedades mentales así definidas. Y, finalmente, son estos los que sirven de guía para las políticas de salud pública -la gran tendencia de la salud mental- y la puesta en marcha de protocolos de tratamiento universales según el diagnóstico establecido.

Un ejemplo

Owen es un muchacho autista. Sus padres narran las dificultades que tenían en relación con su hijo ya que, desde muy pequeño, comenzó a mostrar todos los signos propios del trastorno de espectro autista. La ausencia de lenguaje en su hijo fue la dificultad principal para poder establecer algún lazo con él.

Sus padres comenzaron a perder esperanzas que su hijo podría acceder a la palabra después de intentar métodos y protocolos universales aplicados sin éxito como tratamiento para su hijo. El padre de Owen narra que, en el noveno cumpleaños del hermano de Owen, Walt, él y su esposa le hacen una pequeña fiesta con sus amigos de la escuela. Cuando la fiesta termina, los niños se van y Walt se queda sentado en una mesa con un aire de tristeza.

Owen ve esta escena y se dirige a la cocina donde estaban sus padres. Se para en frente a ellos y, de repente, de la nada dice: “Walter no quiere crecer como Mowgli o Peter Pan”. Los padres se quedan estupefactos. Era la primera vez que escuchaban hablar a su hijo. Su padre narra que esa no era una frase cualquiera, sino una frase compleja, de un pensamiento complejo que mostraba que en Owen había mucho más que lo que la observación simple podía detectar. Y ahí su padre se da cuenta de algo: su hijo Owen utiliza las frases de las películas de Disney para entender el mundo en el cual vive.

Esa noche, el padre de Owen se dirige al dormitorio de Owen. Observa que su hijo está sentado en la cama con un libro de Disney en las manos. Al lado de su cama, en el piso, el padre ve a un títere de Iago -la mascota del villano Jafar, personajes de la película de Aladino-. Lo toma con una mano y se cubre la cabeza con una sábana para que Owen lo no vea. De esta manera solo aparece a la vista de Owen el títere de Iago. El padre comienza a imitar el tono de voz de Iago y le dice a su hijo cuando éste le regresa a ver: “Owen, Owen, ¿cómo se siente ser tú?”. Owen responde: “No muy bien porque no tengo amigos”. El padre de Owen contiene su emoción al escuchar a su hijo hablar y se mantiene en el personaje. Y le dice a Owen mientras sigue imitando la voz de Iago: “Bueno, bueno. Owen, ¿cuándo tú y yo comenzamos a ser tan buenos amigos?”. Y Owen responde: “Cuando veía a Aladino, tú me hiciste reír”. Entonces tiene una conversación a través de Iago por un minuto. Era la primera conversación que tenía con Owen.

Es en este punto que los padres hacen una apuesta. Ellos deciden dejar de ver lo que los especialistas que habían tratado a su hijo consideraban como una obsesión -ver repetidamente las películas de Walt Disney- y tomarla como una herramienta para poder comunicarse con su hijo. La psiquiatría actual considera a estas conductas e intereses repetitivos como elementos que habría que eliminar. Según los manuales, estas conductas deben ser eliminadas puesto que aíslan a la persona y no la dejan ampliar su mundo. Ese es el protocolo universal de un tratamiento. Los padres, entonces, deciden poner en marcha elementos tomados de las frases y personajes de Disney para armar situaciones en que su hijo pueda captar las palabras que ya conoce. Poco a poco, su hijo comienza a ganar vocabulario.

Además, comienza a salir de lo que se conoce clásicamente como “encapsulamiento autista”. Sus padres se dan cuenta que estas “obsesiones” de las palabras, frases de las películas de Disney constituyen una de las pasiones más singulares de Owen. Así, las convierten en herramientas con las que su hijo puede inventar un medio propio, a su medida, con el cual comunicarse y entablar un lazo social con la gente alrededor. La singularidad de los intereses de Owen fue lo que lo sacó de su encierro autista.

Concluyendo

Esta pequeña historia de un caso de autismo tiene un valor de enseñanza para un profesional del campo de la salud mental. Es en esta pequeña viñeta donde podemos señalar aquello que se pierde en las definiciones universales y que muchas veces queda excluido dentro de la práctica clínica: la singularidad de la persona que está ahí como paciente. Es aquí donde aparece el horizonte de un “más allá” de la salud mental, el horizonte donde claudican los estigmas, se desvanecen las etiquetas y emerge el respeto por lo singular de cada paciente.

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Se trata de poner en acto en la praxis clínica la apuesta por la singularidad del caso en el centro mismo de su fundamento. Y esto no es una simple formalización o herramienta de caso. Es una ética en el día a día con nuestros pacientes.

Autor: Patricio Moreno Parra, ganador del Primer Concurso de Ensayos propuesto por el Centro de Psicología Superar a propósito de los 35 años de su funcionamiento y del Día Mundial de la Salud Mental.

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