Te acostumbraste a resolver las cosas sin pedir ayuda. De niño o niña, te repetían que llorar te hacía ver mal, que era mejor aguantar. En tu casa no había ejemplos de alguien que hablara de lo que sentía, más bien todos callaban hasta que el problema pasaba.
Creciste con esa idea de que guardártelo era lo normal, aunque se sintiera como un peso horrible. Y aquí estás, con ese hábito tan arraigado que ya empieza a incomodar. Porque sí, callar parece más fácil, pero te termina pasando factura, y hoy vamos a hablar de por qué conviene dejar de hacerlo.
Guardar lo que sientes parece cómodo, pero no lo es
Mucha gente cree que quedarse callado evita complicaciones. Menos discusiones, menos juicios, menos riesgos. Y al inicio puede sentirse como un alivio. “Si no digo nada, todo sigue tranquilo”. Pero lo que se guarda no desaparece, se queda adentro, esperando su salida.
Esa rabia contenida, la tristeza que escondes o el miedo que prefieres no mostrar, se acumulan hasta volverse un peso que desgasta la salud mental e, incluso, física. El silencio puede parecer un escudo, pero con el tiempo empieza a cobrarte un precio que no siempre notas de inmediato.
- Artículo relacionado: "Psicología emocional: principales teorías de la emoción"
¿Por qué guardamos lo que sentimos?
No es que te levantes un día y decidas callar todo porque sí. Hay razones que te llevan a hacerlo, muchas aprendidas desde la infancia, otras que aparecen después. Estas son algunas de las más comunes:
1. Lo que viste de pequeño
Si creciste escuchando frases como “deja de llorar” o “no hagas drama”, seguro aprendiste que mostrar emociones estaba mal. Esa costumbre se queda y más tarde cuesta un montón soltarla.
2. El miedo a que no te acepten
Abrirte puede dar miedo porque no sabes cómo reaccionará la otra persona. Y es por eso que el temor a que te critiquen o se alejen hace que prefieras callar antes que arriesgarte a sentirte rechazado o rechazada por los demás.
3. Evitar discusiones
Muchas veces te callas porque piensas que hablar va a traer problemas, y entonces prefieres no “encender el fuego”. El detalle es que esa calma es temporal, porque lo que no dices se acumula.
4. Creer que ser fuerte es no mostrar nada
Hay quien relaciona fortaleza con aguantar, con no quejarse, con no llorar. Y claro, si creces con esa idea, terminas pensando que sentir y expresarlo te hace débil, aunque en realidad sea todo lo contrario.
5. No tener ejemplos
La mayoría de nosotros aprende de lo que vemos y escuchamos de nuestros cuidadores y círculos cercanos. Si en tu familia nadie hablaba de emociones, es lógico que no sepas cómo hacerlo. Nadie enseña lo que no sabe, y así se repiten los silencios de generación en generación.
6. Protegerte del daño
Para algunas personas, callar fue la única forma de sobrevivir a gritos, burlas o indiferencia. El silencio se vuelve un mecanismo de defensa que luego se activa aunque ya no haya peligro real.
7. Exigirte demasiado
Cuando piensas que siempre tienes que estar bien o mostrar que todo está bajo control, expresar cansancio o tristeza parece “fallar”. Así te guardas lo que sientes para no romper esa imagen.
Lo que ocurre dentro de ti cuando no dices lo que sientes
Guardar emociones tiene un costo alto. No lo ves de inmediato, pero tu cuerpo y tu mente se encargan de recordártelo.
A nivel físico, reprimir lo que sientes activa el estrés de manera constante, y eso puede traducirse en que duermas peor, que te duela la espalda, que tengas problemas digestivos o te enfermes más seguido porque tu sistema inmunológico se debilita.
En lo emocional, sobre todo, el precio también puede ser muy fuerte. Por un lado, pierdes autenticidad porque dejas de mostrarte como eres y empiezas a vivir con una versión editada de ti mismo. Cada vez que dices “sí” cuando querías decir “no”, acumulas una deuda interna que pesa más de lo que crees.
También todo esto se ve afectado en tus relaciones, porque si callas lo que sientes, los demás nunca llegan a conocerte de verdad. Y, además, te desconectas de tu propio cuerpo, porque ignoras señales claras de cansancio, tristeza o incomodidad. Todo esto crea una sensación de desgaste que termina saliendo de alguna manera… Y muchas veces no es buena.
Cómo empezar a hablar de lo que sientes
Expresarte no significa soltar todo sin filtro ni explotar cuando ya no aguantas más. Se trata de aprender a hacerlo con calma y respeto, para ti y para los demás. Te compartimos algunas ideas que pueden ayudarte a practicarlo.
1. Ponle nombre a lo que sientes
Lo primero es identificar qué emoción está ahí. Decir “me siento frustrado”, “estoy triste” o “siento miedo” ya cambia la experiencia, porque le das forma a algo que antes era solo un nudo interno.
2. Acepta que mostrarte vulnerable es normal
Tener emociones no es un error. Recordarte que sentir es parte de ser humano ayuda a dejar de vivirlo con vergüenza o culpa. No eres un robot, recuérdalo.
3. Busca espacios seguros
No tienes que abrirte con todo el mundo. Empieza con alguien en quien confíes: un amigo cercano, tu pareja o un terapeuta. Sentir que no te van a juzgar te da confianza para empezar a hablar.
4. Habla desde tu experiencia
Usar frases como “yo siento” o “a mí me pasa” evita que la otra persona se sienta atacada. Así compartes lo tuyo sin que la otra persona crea que la culpas de algo.
5. Aprende a poner límites
Expresar también significa decir lo que no quieres o no puedes. Poner límites es una acción importantísima que te permite cuidarte y respetar lo que necesitas.
6. Empieza con cosas pequeñas
No esperes a una situación grande para practicar. Puedes comenzar con detalles del día a día: decir que algo te gustó, que algo te incomodó o que necesitas un espacio.
7. Considera pedir apoyo profesional
Un terapeuta puede ayudarte a entender por qué callas y cómo expresarte mejor. Y no, él o ella no hará todo por ti, pero sí podrá ofrecerte un lugar seguro para practicar y aprender.

Avance Psicólogos
Avance Psicólogos
Centro de Psicología en Madrid
Callar parece más fácil, pero a la larga es lo que más desgasta. Hablar de lo que sientes es un acto de respeto hacia ti y hacia quienes te rodean. Porque solo cuando te atreves a expresarte de verdad, dejas de cargar con un peso que nunca debiste llevar en silencio.


Newsletter PyM
La pasión por la psicología también en tu email
Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos
Suscribiéndote aceptas la política de privacidad