La Psicología tiene muchos recovecos, matices y detalles que hacen de este ámbito un mundo complicado, difícil de entender. Sin embargo, a veces lo peor no es que nuestras mentes sean en sí complicadas, sino que cuando tenemos un problema emocional no nos hacemos las preguntas correctas. Es por eso que es tan importante llegar a la pregunta: “¿por qué me siento triste?”. A partir de ese momento, todo en nuestra vida puede empezar a cambiar.
En este artículo veremos qué es lo que hace que la tristeza sea tan persistente, cuáles son las trampas en las que caemos al intentar salir de la infelicidad y de qué manera podemos empezar a plantearnos la reconstrucción de la propia vida partiendo de una pregunta muy simple.
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La infelicidad se camufla
Hoy en día es complicado detectar la infelicidad cuando esta aparece. La mayoría de las personas eligen dar la mejor imagen de sí mismas, y tienen muchos recursos para hacerlo; entre ellas, destacan las redes sociales en las que filtran las fotos y los contenidos que hablan de ellas.
Por eso, a la hora de comprender en qué consiste la felicidad, no es fácil tener un referente. Miramos a ambos lados, vemos que todo el mundo parece feliz, y asumimos que, si nos estamos planteando eso, quizás nosotros no lo seamos; pero más allá de eso, sabemos muy poco acerca de qué es lo que nos ocurre.
Tampoco facilita las cosas el hecho de llevar un ritmo de vida frenético. En muchos casos, el trabajo no nos deja tiempo para respirar y preocuparnos por nuestros sentimientos.
Teniendo en cuenta lo anterior, es muy frecuente que esa posible infelicidad, que ni siquiera fuimos capaces de reconocer del todo al no concebir otra forma de vida, se transforme en tristeza. Pero cuando pasa esto ocurren dos cosas.
Por un lado, tocamos fondo, nos sentimos verdaderamente mal, en ocasiones recurriendo una y otra vez a recuerdos de un pasado mejor que solo podemos ver a través de la nostalgia. Por el otro, el hecho de reconocer de manera clara que estamos mal nos permite empezar a trabajar para sentirnos mejor. Y todo empieza con una simple pregunta.
¿Por qué me siento triste? Recomponiendo las propias emociones
La tristeza tiene varias facetas, y una de las más dañinas es el hecho de que nos paraliza. Y es que este es un sentimiento que afecta no solo al modo en el que analizamos el pasado y el presente, sino también el futuro. Al eliminar de raíz buena parte de nuestras expectativas de progreso, desaparece también nuestra motivación y, con ella, nuestras posibilidades de mejorar.
Pero todo esto ocurre tan solo si aceptamos el marco mental que nos proporciona la tristeza. Si nos preguntamos un “¿por qué estoy triste?” que sea honesto, aparecen nuevas posibilidades de enfocar nuestros problemas de un modo constructivo. Es decir, de un modo que ubique en nuestro futuro a corto, medio y largo plazo varios objetivos.
Al fin yal cabo, la tristeza no es una estación de llegada en la vida, como si no pudiésemos salir de ella. Aprendemos a sentirnos así, y del mismo modo, podemos aprender a salir de ese estado. Es importante no tratarla como si fuese una etiqueta que describe perfectamente todo lo que es o será una persona, del mismo modo en el que se es alto o se es bajo.
Cómo no confundir este sentimiento con la depresión
Si ya has establecido que te sientes triste, conviene que no confunas este estado con la depresión, un concepto a veces confuso que puede llegar a usarse erróneamente como sinónimo de tristeza.
La depresión es un trastorno mental que a menudo va de la mano de una profunda tristeza, pero es algo más que esto. En las personas con síntomas depresivos es frecuente no tener motivación para prácticamente nada: ni buscar ayuda ni realizar actividades para tratar de animarse. Es muy común también que tengan dificultades para experimentar placer, fenómeno conocido como anhedonia.
Además, la depresión puede llegar a no tener causas identificables y aparecer en todo tipo de personas, independientemente de su nivel económico y de su popularidad en círculos sociales. En cierto modo, se desencadena de un modo que anula completamente la propia racionalidad, y hagamos lo que hagamos no nos deja ir. Es por eso que en estos casos lo adecuado es ir a terapia, ya que se necesita ayuda que venga desde fuera.
Así pues, mientras que tanto la tristeza como la depresión tienen causas biológicas, en la depresión el entorno explica menos factores que las alteraciones neurológicas.
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Escuchar a las propias emociones
Así pues, si te ves con ánimo de preguntarte por qué te sientes triste y sientes motivación por cambiar eso, además de no experimentar anhedonia y otros síntomas inusuales vinculados al estado de ánimo, puedes pasar a intentar gestionar con tus propias herramientas esa tristeza haciéndote varias preguntas que traten de contestar a la original. Recuerda que en psicología raramente hay una sola causa que explique un fenómeno; normalmente hay muchas de ellas, y todas tienen varios matices a considerar.
Así pues, teniendo en cuenta que de la tristeza y la desesperanza se puede salir, cuando quieras plantearte por qué te sientes triste, intenta responder a estas preguntas:
- ¿Cuánto hace que me siento así? ¿Coincidió con algún evento concreto?
- ¿Alguien podría estar influyendo en mi estado de ánimo?
- ¿Qué hábitos y costumbres pueden estar alimentando mi tristeza?
- ¿Hay alguien que me pueda ayudar?
- ¿Merece la pena que asista a la consulta de un psicólogo para recibir terapia?
Empezar a sentirse mejor es posible
Si aprendes a dejar de auto-sabotearte, normalmente es posible dejar de sentirse triste. Por supuesto, no somos los únicos responsables de cómo nos sentimos: los demás pueden habernos perjudicado mucho. Sin embargo, tomar las riendas de la situación e interesarse de verdad por mejorar es imprescindible para lograr dejar atrás ese malestar.
Así pues, es necesario tomar consciencia de que los sentimientos de tristeza o de alegría no son algo que surja espontáneamente de nosotros. Depende en gran parte del modo en el que nos relacionamos con los demás y con nuestro entorno, de modo que para modificar nuestro estado de ánimo, es necesario favorecer el cambio a nuestro alrededor. Cómo hacerlo ya es algo que depende de los valores y de las convicciones de cada uno, y de nuestra manera de identificar un problema que nos está afectando.
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