La terapia de coherencia es un modelo de terapia de corte constructivista, basada en el principio de coherencia del síntoma (que explicaremos más adelante). Nació hace 25 años de la mano de Bruce Ecker y Laurel Hulley, dos reconocidos psicoterapeutas.
En este artículo veremos en qué se basa esta terapia, cómo funciona y cuáles son sus supuestos y características más relevantes.
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Terapia de coherencia: ¿qué es?
La terapia de coherencia es un tipo de intervención psicológica basada en un enfoque vivencial y constructivista. Fue creada por los psicoterapeutas Bruce Ecker y Laurel Hulley hace más de 25 años (alrededor de los años 90). A lo largo de estos años, la terapia ha sido mejorada y se han introducido cambios en ella.
Constructivismo
¿En qué consiste el constructivismo? Primero de todo, vayamos a su origen. El “pensamiento constructivista” apareció en el paradigma de la psicología en 1976, de la mano de Watzlawick. Sin embargo, fue George Kelly el primero en hablar de los constructos personales, veintiún años antes (en 1955), al publicar su obra La psicología de los constructos personales.
El constructivismo es una de las orientaciones de la psicología, basada fundamentalmente en cómo las personas entendemos la realidad, es decir, en todos aquellos significados que le atribuimos a todo aquello que experimentamos. A través de este contacto y conocimiento de la realidad, construimos nuestra visión de ella, de forma totalmente subjetiva e influenciada por numerosos factores.
Así, cada realidad es vivida de forma única, y esta realidad la vamos construyendo a medida que vivimos y experimentamos. Pues bien, desde el constructivismo se trabaja con todas aquellas construcciones del paciente, ya sean construcciones personales, sociales, laborales, relacionales…
Desde la psicoterapia constructivista, se trabaja para identificar estos constructos del paciente, para comprenderlos, para modificarlos cuando sean demasiado permanentes y rígidos, para localizar qué constructos están perpetuando el síntoma, etc. De esta forma, la terapia de coherencia se basa en este tipo de orientación psicológica.
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Origen de este tipo de intervención psicológica
El origen de la terapia de coherencia, como hemos mencionado, se encuentra en los autores Bruce Ecker y Laurel Hulley, quienes analizaron una gran cantidad de sesiones terapéuticas con pacientes; a través de ellas, observaron cómo determinados cambios en el paciente daban lugar al cese de los síntomas de sufrimiento y malestar.
También observaron que había una serie de “reglas” dentro de la psicoterapia, que facilitaban esos cambios terapéuticos. Dichos cambios, eso sí, eran duraderos y profundos. A partir de estas observaciones, Ecker y Hulley fueron desarrollando la terapia de coherencia, partiendo de un enfoque no patologizante de las vivencias y situaciones de la vida.
Objetivo y funcionamiento
A través de la terapia de coherencia, y a partir de su enfoque constructivista, se pretende identificar aquellas construcciones emocionales, inconscientes y adaptativas que el paciente ha ido desarrollando a lo largo de su vida, y que mantienen e intensifican su problemática actual (“el síntoma”).
Todo esto se consigue a través de una serie de pasos, que tienen la finalidad de cambiar ciertos aprendizajes emocionales que el individuo tiene interiorizados; se trata de un proceso de reconsolidación de la memoria. Además, la neurociencia apoya dicho proceso, como veremos más adelante (donde también explicaremos con más detalle en qué consiste dicha “reconsolidación de la memoria”).
Así, la terapia de coherencia funciona a través de una serie de pasos; el terapeuta es quien guía al paciente en estos pasos, con el fin de lograr en él un cambio duradero y terapéutico que elimine su sufrimiento o sus preocupaciones (que suelen nacer a raíz de construcciones inconscientes de la realidad).
Apoyo de las neurociencias
El campo de las neurociencias, interesado en averiguar todo lo posible acerca del cerebro y su funcionamiento, arrojó una serie de conclusiones que daban soporte al modelo en el que se basa la terapia de coherencia de Ecker y Hulley. Estamos hablando del proceso de “reconsolidación de la memoria”, ya mencionado.
Concretamente, en el año 2000, desde las neurociencias se describió dicho proceso. Es el único mecanismo de neuroplasticidad que permite al cerebro modificar, de forma permanente, ciertos aprendizajes emocionales que tiene muy interiorizados.
Así, se vió como este proceso de reconsolidación de la memoria, correspondía en su totalidad al proceso descrito desde la terapia de coherencia para lograr los cambios terapéuticos y el cese del síntoma.
Supuestos y características
Para hacernos una idea de la terapia de coherencia, vamos a ver cuáles son sus supuestos y sus características más relevantes. Estos son solo algunos (los más importantes), aunque existen más:
1. Importancia a las construcciones inconscientes
Ya hemos visto qué son las construcciones de cada persona, y cómo tienen relación con la manera en la que cada uno construye su realidad. Así, la terapia de coherencia da importancia a dichas construcciones, sobre todo a aquellas inconscientes (de las que el individuo no tienen conciencia explícita, pero que interfieren en su bienestar).
Uno de los objetivos de la terapia es identificar dichas construcciones para poder trabajarlas. Así, podemos decir que el enfoque de la terapia de coherencia, aunque es constructivista, también tiene nociones del enfoque psicodinámico.
2. Visión no patologizante
La terapia de coherencia se aleja del enfoque psicodinámico en cuanto a su visión de los síntomas (o su enfoque patologizante). Así, los síntomas del paciente, es decir, aquellos que le crean malestar y/o sufrimiento, no son concebidos desde un punto de vista patologizante.
De esta forma, la terapia de coherencia evita clasificar o patologizar las conductas del paciente, y se centra en cómo éste experimenta y construye subjetivamente su realidad, de forma explícita (construcciones explícitas) e implícita (construcciones implícitas).
3. Los síntomas como elecciones personales
La terapia de coherencia entiende los síntomas del paciente como resultado de elecciones personales, no como resultado de errores cognitivos (como haría la terapia cognitiva).
En cuanto a sus características, dichas elecciones son personales, generalmente inconscientes, y adaptativas. Así, el individuo escoge lo que quiere en cada momento, pero a raíz de ello a veces surgen los síntomas.
4. Principio de la coherencia del síntoma
La terapia de coherencia se fundamenta en un principio, llamado “principio de la coherencia del síntoma”. De hecho, toda la terapia gira en torno a él. Este principio tiene que ver con el hecho de que las personas necesitamos narrativas convincentes a nivel consciente e inconsciente (cuando hablamos de narrativas, nos referimos a las construcciones personales).
Esto quiere decir que, aunque los síntomas sean percibidos como algo negativo para los pacientes, estos son compatibles, mínimamente, con un esquema adaptativo de la realidad, la manera que tenemos de entenderla. Pero, ¿cómo nace este esquema? A través de su codificación en nuestra memoria implícita, en algún momento de nuestra vida.
En otras palabras, y para que se entienda; según el principio de la coherencia del síntoma, el síntoma debe ser coherente con determinadas construcciones adaptativas del individuo, necesarias para que este se mantenga.
5. Cese del síntoma
El objetivo de la terapia de coherencia, como el de todas las psicoterapias, es que el síntoma que causa sufrimiento deje de condicionar la vida del paciente. Para que esto ocurra, dicho síntoma no debe ser requerido por las construcciones actuales que tiene la persona de la realidad; es decir, cuando su construcción (o constructo/s) de la realidad no “necesite” dicho síntoma, este desaparecerá.