Adolescentes al límite: entendiendo su montaña rusa emocional

Estas son las características de la adolescencia que hacen de ella algo emocionalmente convulso.

Adolescentes al límite: entendiendo su montaña rusa emocional

¿Recuerdas la intensidad con la que se viven las emociones en la adolescencia? Algunas personas tienen más facilidad que otras para rememorar cómo se sentían en esta época. Desde la mirada adulta, muchas veces se perciben los cambios de humor como altibajos emocionales que pueden compararse metafóricamente con una montaña rusa emocional.

Es importante recordar que durante este momento vital se están produciendo importantes e intensos cambios tanto a nivel biológico como emocional y social. Se abren muchas puertas hacia el mundo exterior y aparecen nuevas inquietudes y necesidades.

A lo largo de este artículo hablamos sobre esta “montaña rusa emocional”. Una mejor comprensión nos puede ayudar a acompañar a los adolescentes de forma más empática y adaptada a sus necesidades. Hablamos sobre cambios cerebrales y hormonales, pero también de emociones intensas. Abordamos la importancia del entorno (familia, amistades y redes sociales) y, finalmente, exponemos algunas herramientas que pueden ser útiles para los adultos.

Lo que pasa por dentro: cambios cerebrales y hormonales

Es importante comprender que el cerebro humano acaba de desarrollarse por completo entre los 20 y los 25 años. Durante la adolescencia, la corteza prefrontal, que se encarga de aspectos como el control de impulsos y la toma de decisiones —entre otras funciones—, todavía está madurando.

Sin embargo, la parte del cerebro que se relaciona de las emociones, el sistema límbico, sí ha finalizado su desarrollo y funciona “completamente”. Esta diferencia de velocidad en el proceso de maduración de las diferentes áreas cerebrales podría ayudarnos a explicar por qué los adolescentes pueden parecer tan intensos a nivel emocional y actuar de forma impulsiva.

Por si esto fuera poco, en esta etapa también se producen fuertes cambios a nivel hormonal. La testosterona y los estrógenos —hormonas sexuales que se encuentran en proporciones variables dependiendo del sexo de cada persona— se disparan. Como consecuencia, se producen cambios corporales, pero también en el estado de ánimo, en el sueño y el apetito.

Cuando observamos estos cambios bruscos en las emociones adolescentes (como , por ejemplo, pasar de la risa al llanto en cuestión de minutos) debemos recordar que no están dramatizando, sino que su cerebro se está “entrenando” y está aprendiendo a regular emociones complejas. Lo que muchas personas ven como un defecto es, en realidad, un ajuste tanto neurológico como emocional.

Emociones intensas

La diferencia entre la maduración de las diferentes áreas cerebrales hace que los adolescentes tengan una mayor sensibilidad emocional. Como consecuencia, muchas personas consideran que sienten demasiado y que están constantemente desregulados.

De hecho, algunas de ellas consideran que es una situación incluso patológica. Si bien es cierto que durante la adolescencia —de igual modo que puede suceder en cualquier otra etapa vital— pueden darse trastornos emocionales, es importante comprender que sentir mucho no es patológico.

Tal y como decíamos anteriormente, el cerebro adolescente está madurando y, como parte del proceso, está aprendiendo a manejarse con las emociones complejas. En esta etapa se está descubriendo, aprendiendo y ampliando el lenguaje emocional. Esto les permite, poco a poco, ir nombrando, comprendiendo, integrando y regulando las diferentes emociones.

Afortunadamente, hoy en día disponemos de evidencia científica en el campo de la neurociencia que nos permite comprender mejor este fenómeno y confirmar esta teoría. Diversos estudios han observado que a medida que el cerebro adolescente crece se observan cambios en la forma en que procesan las emociones de los demás. Se observó una mayor participación de la corteza prefrontal y una menor activación de la amígdala.

Así pues, la ciencia nos permite contextualizar y comprender en profundidad estos cambios emocionales. Aunque a los adultos nos puede parecer que las emociones adolescentes están siendo demasiado intensas y pueden desbordarse en cualquier momento, está expresión forma parte del proceso saludable y natural de aprender a comprenderlas y regularlas.

Familia, amistades y… redes sociales

Es cierto que somos seres sociales y que, por tanto, nuestro entorno y nuestras relaciones siempre son un aspecto importante en el desarrollo. Sin embargo, este factor cobra especial relevancia durante la adolescencia. La familia, las amistades y las redes sociales pueden actuar como elementos que les ayuden a regular sus emociones (o no).

Durante la infancia, los adultos actuamos como el cerebro prefrontal que los niños todavía no han desarrollado y les ayudamos a regularse. Los adolescentes siguen necesitando de un entorno que les ayude con esto porque su cerebro sigue madurando. Diversos autores defienden la idea de que siguen necesitando límites claros y afecto constante, todo de forma respetuosa, aunque no lo expresen siempre abiertamente.

El grupo de iguales se vuelve una fuente importantísima de validación emocional. Habitualmente, se sienten más y mejor comprendidos por las amistades que por las familias (quizá también por la forma en que los adultos hemos visto, interpretado y juzgado hasta ahora las respuestas emocionales adolescentes).

El resto de adolescentes se convierte en una prioridad porque les da sentido de pertenencia, identidad y apoyo emocional. De hecho, si sienten rechazo en este ámbito el sufrimiento emocional activa áreas cerebrales que también se activan con el dolor físico. Por eso las relaciones sociales tienen tanto impacto en esta época.

Gracias a la neuroimagen, se ha observado que hay una sensibilidad especial a nivel cerebral a las emociones expresadas por otros adolescentes. Esto puede incrementar los niveles de empatía, pero también la inseguridad y la vulnerabilidad ante la presión social.

En este sentido, las redes sociales cobran un papel destacable puesto que cada “me gusta”, cada comentario y cada publicación en la que se exponen puede tener un fuerte impacto a nivel emocional para ellos.

¿Cómo podemos acompañar a los adolescentes sin invadir?

La postura que los adultos deben adoptar durante la adolescencia de sus hijos es compleja. Ellos se encargan con frecuencia de hacer saber a sus progenitores que ya no les necesitan; sin embargo, esto no es del todo cierto. Les siguen necesitando, pero de otra forma y encontrar el equilibrio a veces puede ser realmente complejo.

Acompañar no es sinónimo de controlar. Los adolescentes necesitan que estemos a su lado de forma respetuosa, dándoles espacio para ser autónomos y explorar el nuevo mundo que se abre ante ellos/as. Es importante que les escuchemos de forma activa y con mente abierta, que validemos sus emociones y no minimicemos sus problemas.

Los adolescentes siguen necesitando la seguridad y la contención emocional que la familia, si las dinámicas son saludables, puede ofrecer. Es importante recordar que el cerebro está construyendo las herramientas y los recursos de regulación emocional que tanto va a necesitar en su vida adulta y que necesitan que seamos pacientes, empáticos y respetuosos con ellos en este proceso.

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  • Bueno Torrens, D. (2024). El cerebro del adolescente (1ª ed.). DEBOLSILLO.
  • Damour, L. (2025). La vida emocional de los adolescentes. Ediciones Paidós.
  • Flannery, J. E., Giuliani, N. R., Flournoy, J. C., & Pfeifer, J. H. (2017). Neurodevelopmental changes across adolescence in viewing and labeling dynamic peer emotions. Developmental cognitive neuroscience, 25, 113–127.
  • Guerrero, R. (2021). El cerebro infantil y adolescente (1ª ed.). Libros Cúpula.

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Nerea Moreno. (2025, junio 6). Adolescentes al límite: entendiendo su montaña rusa emocional. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/desarrollo/adolescentes-al-limite-entendiendo-montana-rusa-emocional

Psicóloga

Nerea Moreno es graduada en psicología, con mención en psicología clínica, por la Universidad de Barcelona. Cursó el Máster en Psicología General Sanitaria con la Universidad Autónoma de Barcelona. Posteriormente, se formó como experta en psicología de las emergencias y catástrofes. Tanto esta formación como la experiencia laboral en el campo, supusieron para Nerea el descubrimiento de un nuevo mundo: el trauma. Desde entonces, trabaja desde un enfoque integrador y no ha parado de formarse en trauma, sistema nervioso, apego, duelo y emociones.

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