Paquete tras paquete, no ha terminado de abrir un regalo y ya ansía el siguiente. Rasga el papel con prisa, observando de reojo lo que tiene su hermano y grita: “¡Yo quería ese!”. Esta escena, común en muchos hogares durante las fiestas navideñas, refleja un fenómeno que preocupa a los expertos: el síndrome del niño hiperregalado.
En España, la media de regalos por niño asciende a diez durante las fiestas navideñas, una cifra que los especialistas consideran alarmante. El doctor en Psicología Javier Urra, experto en pedagogía terapéutica, lo resume así: “Vivimos en una sociedad de consumo con una sobresaturación de regalos materiales. Obsequiamos mucho más de lo necesario y más de lo que la emotividad de un niño puede aceptar”, asegura.
Pero ¿cuántos regalos son muchos regalos? Ante esta pregunta, Teresa, madre de un niño de siete años se pone a contar. “Hacemos Papá Noel en casa de los dos abuelos, y quizás abre 4 o 5 paquetes por casa. Luego, en Reyes, abre otros 7 u 8. Son demasiados, ya te lo digo yo”, resume. Aunque intentan establecer límites con la familia, la realidad es complicada: “Uno dice que ya es suficiente, pero el otro quiere añadir algo más, y claro, los paquetes se multiplican”, admite. Incluso el pequeño lo nota: “Dice que tiene que hacer la carta y pensar bien qué pone porqué el mismo cree que hay demasiadas cosas. La suerte es que, de momento, sabe abrir los regalos despacio y disfrutar cada cosa”.
El exceso de regalos tiene consecuencias tanto inmediatas como a largo plazo. En el corto plazo, los niños tienden a no valorar los regalos y a perder la ilusión. Pero las consecuencias emocionales y psicológicas también se dejaran notar en el futuro. Segun Urra, un exceso de regalos materiales de pequeños puede desembocar en una personalidad exigente, con dificultades para tolerar la frustración: “Los niños hiperregalados probablemente serán adultos que pedirán a la vida más de lo que puedan encontrar”, apunta el famoso psicólogo.
“La frustración que generan estos excesos puede llevar a adolescentes y jóvenes a buscar atajos no aconsejables para encontrar satisfacción inmediata. Estas personas tienden a ver el mundo desde una perspectiva egocéntrica, creyendo que todo debe girar a su alrededor. Son poco empáticos y tienen una escasa capacidad para ponerse en el lugar del otro”, advierte Urra, que añade que la sobrecarga de regalos materiales también puede convertir a los pequeños de la casa en personas más posesivas haciendo que, a la larga, trasladen esa visión a las personas; es decir, que vena a los demás como objetos destinados a satisfacer sus deseos, hecho que dificultará la formación de relaciones afectivas profundas y saludables. “Esto tiene consecuencias en el ámbito personal y amoroso, donde la empatía y la reciprocidad son fundamentales”, subraya quien fue el primer Defensor del Menor en España.
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La regla de los cuatro regalos
Ante este panorama, los expertos proponen medidas claras para combatir este fenómeno. Una de las recomendaciones más populares es limitar el número de regalos a cuatro: uno que deseen, uno que necesiten, uno para leer y otro para compartir o aprender. Este enfoque no solo reduce el consumismo, sino que también fomenta valores como la gratitud, el disfrute del tiempo en familia y el aprecio por lo recibido.
La asesora educativa y familiar Ane Kerejeta aboga por negociar con los niños en el momento de preparar sus listas de deseos. “Cuando se pide un regalo a Papá Noel o a los Reyes, también se está educando. Elegir el regalo, también es educar -señala-. Abogo por el menos es más y, sobre todo, recomiendo que uno de los regalos sea una experiencia, algo que no sea material, como un plan para disfrutar con los padres”, propone Kerejeta. Urra va más allá y propone plantear al niño que regale uno de sus juguetes: “Hacer este tipo de propuestas es prepararlos para ser generosos”, explica.
Además de regalar juguetes que que fomenten la creatividad, el juego libre y la interacción con otros niños, Kerejeta subraya la necesidad de buscar compartir tiempo con nuestros hijos “Lo que vemos en los últimos tiempos es que no hay presencia de los padres en el juego y el tiempo libre, debido al trabajo y la logística diaria. Esa falta de presencia a veces se compensa con cosas materiales”, lamenta la asesora educativa.
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Los límites con la família
Silvia y Marcos son padres de dos hijos de 1 y 4 años. Este año , el primero con dos criaturas en casa, han intentado minimizar la alud de regalos siguiendo una regla aparentemente sencilla: “A casa llegan dos regalos para cada uno y ademas intentamos que sean intercambiables o para compartir, para fomentar que jueguen juntos a pesar de la diferencia de edad”. Sin embargo, tanto ellos como Teresa coinciden que el verdadero desafío llega cuando intentan establecer límites con la familia.
“Pedimos a todos que, por favor, limiten los obsequios a un solo regalo por casa, pero no lo conseguimos y si sumamos a abuelos, tíos y amigos, el número de regalos es desmesurado”, relata Sílvia. “Además, no todos los familiares lo entienden e incluso algunos se han llegado a enfadar. Es una batalla que hemos perdido”, añade resignada esta madre de dos.
El problema de los niños hiperregalados, reflexiona Urra, no es solo una cuestión individual, sino un reflejo de una dinámica social que plantea una preocupación más profunda: ¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo? “Somos lo que quedó del niño que fuimos. Si hiperregalamos, estamos creando una sociedad compuesta por clientes y no por ciudadanos”, reflexiona Urra. En este sentido, concluye, es fundamental apostar por una educación basada en valores y experiencias, que fomente la empática, la solidaridad y la capacidad de disfrutar de lo esencial.
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