Igual que hay días soleados y otros días en los que las nubes lo cubren, también hay días o momentos donde sentimos alegría y otros en los que es la frustración, la tristeza o el dolor lo que nos inunda.
Para lograr tener salud mental es fundamental prepararnos para todas estas situaciones. Durante años la psicología positiva ha hecho mucho daño a este respecto, animándonos y dirigiéndonos a enterrar el dolor en lo más profundo de nosotros como si hubiera un lugar donde por arte de magia las emociones desagradables pudieran desaparecer sin más.
Todas las emociones, tanto agradables como desagradables suponen un cambio en la frecuencia eléctrica de las células y su composición química. Este proceso es fundamental para la supervivencia y para la adaptación a la vida. Las emociones desagradables, que no negativas, no se pueden soterrar en los submundos de nuestro interior sin más; por el contrario, esto conlleva a la larga, una alta probabilidad de presentar patología.
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La importancia de gestionar las emociones desagradables
No se trata por tanto de que no duela, sino de aceptar y aprender a manejarnos en el dolor. Quizá todo sería más fácil si desde pequeños conociéramos el mundo desde un prisma y una mirada real, que nos mostrara el mundo tal y como es, ayudándonos y dotándonos de canales sanos para manejar este tipo de situaciones a las que todos y cada uno de nosotros nos veremos expuestos a lo largo de toda nuestra existencia.
Nuestros hijos se miran, se conocen y conocen el mundo a través de sus cuidadores principales. Su cerebro nace sin conformar, y es a través del aprendizaje, a través de sus cuidadores, como adquieren estas creencias y conocimientos sobre sí mismos y sobre el mundo que les rodea.
Somos sus acompañantes y sus guías en un camino de maravilloso descubrimiento, somos maestros de maestros donde probablemente la mayoría de nosotros no hayamos mirado al mundo jamás de esta manera pero donde gracias a la neuroplasticidad del cerebro, en vez de anclarnos en el mundo de la culpa y el error, podemos aprender, podemos incorporar esta información a nuestras redes y brindar a nuestros hijos creencias y canales para afrontar el increíble reto de la vida desde la seguridad.
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1. Explícales que las emociones son importantes y necesarias
Todas y cada una de nuestras emociones son nuestras más preciadas mensajeras. Nos traen valiosísimos mensajes, unas veces agradables, otras no tanto, pero todas son necesarias y naturales y todas ellas tienen una función. Acompáñale en cada una de ellas y proporciona un modelo de aceptación y sostén desde la calma.
Si como adulto estás desregulado o cansado, permítete primero tu tiempo y tu cuidado y solo cuando estés tranquilo bríndale este acompañamiento.
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2. Cuéntales desde pequeños que el sufrimiento forma parte de la vida
Y cuéntaselo de modo que pueda entenderlo. Usa ejemplos del reino animal y la naturaleza.
Voy a contarte un gran secreto que puedes guardar en tu corazón para siempre y es importante que escuches con atención: el sufrimiento forma parte de la vida y es natural. Igual que los árboles dan frutos y otras veces se desprenden de sus hojas… igual que la mariposa antes de poder volar sufre la oscuridad del capullo, y el esfuerzo de romperlo... Igual que el oso se queda quieto, dormido y protegido en invierno antes de corretear en primavera... igual que el árbol rompe su estructura para poder crecer...
Igual que el águila, cuando tiene 40 años tiene que tomar la decisión de dejarse morir o renovarse y si decide renovarse tendrá que refugiarse en un nido y golpear su pico y pasará cinco difíciles meses hasta tener un nuevo pico y nuevas plumas que le permitan volar de nuevo...
Sabes, igual que todo esto, los seres humanos también pasamos momentos agradables y desagradables, así nos ocurre y a tí también te ocurre, y te ocurrirá y es natural, y me encanta estar a tu lado en tu alegría, cuando tu sol brilla y también me encanta acompañarte en tu dolor, cuando las nubes lo tapan.
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3. Actúa como modelo, practícalo con él y ofrécele un canal de salida
Vamos a tumbarnos sobre la hierba o en la playa o en un banco del parque, Boca arriba mirando las nubes, y vamos a imaginar que la nube es el dolor, que es el sufrimiento, el malestar. ¿Parece que no se mueve verdad? Parece que nunca se irá.
Lo cierto es que si miramos podemos observar cómo lentamente, poco a poco, la nube sigue su curso natural y se va moviendo hasta que finalmente siempre acaba yéndose.
Recuérdale esta historia cada vez que sienta dolor y acompáñale recordándole que él o ella siempre es más grande que su nube, más grande que su malestar, que el sol acabará saliendo y que, mientras tanto, tú siempre estarás feliz de permanecer a su lado.
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En conclusión...
Si acompañamos al niño tanto en las emociones agradables como en las desagradables, las naturalizamos, les ayudamos a identificarlas porque no las conocen, las etiquetamos, le damos una forma física, les ponemos ejemplos y les damos un modelo y herramientas para manejar cada una de estas situaciones, y lo hacemos desde la alegría y el amor, la mente del niño maravillosamente plástica se desarrollará con resiliencia, capaz de afrontar cualquier frustración o dolor desde el amor propio y por supuesto no olvidemos que unido a este gran reto cometeremos millones de errores como cuidadores porque así es el ser humano y porque el error es inherente al aprendizaje, y esto también es natural.
Águeda Centenera Ramos
Águeda Centenera Ramos
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid. Psicóloga Especializada en Psicología Clínica. Psicóloga Sanitaria Colegiada nº M14596. Nivel Clínico EMDR
El hecho es que, aunque como cuidadores o guías haya situaciones en las que nos desregulemos, si la mayor parte o al menos el 30 o 40% de estas ocasiones podemos acompañar, sostener o incluso reparar, esto será suficiente para que el niño incorpore estas herramientas que, sin duda, supondrán la mejor herencia que podemos dejarle tanto a nuestros hijos, como a la propia humanidad.