¿Cómo ayudar a los adolescentes a gestionar las redes sociales?

Saber educar a los más jóvenes en el uso de las redes sociales es fundamental.

¿Cómo ayudar a los adolescentes a gestionar las redes sociales?

Es innegable que las redes sociales son parte de nuestra vida, especialmente en el caso de los adolescentes, que no han conocido otro contexto. Esto entraña muchos beneficios, pero también algunos riesgos que no pueden pasar desapercibidos, puesto que pueden repercutir en la salud mental de los jóvenes.

Por el lado positivo tenemos el uso de las redes para relacionarse socialmente. Así, internet puede representar un gran apoyo, en especial para aquellos jóvenes que se sienten excluidos de su círculo más próximo, puesto que les permite conectar con otras personas y expresarse. Las redes sociales han eliminado, además, las fronteras geográficas, lo que es beneficioso para conocer otras culturas y, por tanto, abrir la mente.

Pero, por otro lado, existen factores de riesgo que hay que tener en cuenta. Entre ellos está la falta de sueño, el acceso a pornografía a edades muy tempranas, la exposición de sus vidas privadas (que puede conllevar comentarios negativos y presiones sociales) y el ciberbullying, una modalidad de acoso a través de internet. Así, a pesar de que los adolescentes necesitan una distancia respecto a sus padres para construir su personalidad, resulta de vital importancia que los miembros adultos de la familia no descuiden su educación, puesto que se encuentran en un momento delicado de sus vidas.

Pero ayudar a los adolescentes a ser autónomos y, al mismo tiempo, garantizar su seguridad en las redes, no es una tarea fácil. Entonces ¿cómo abordarlo?

¿Cuáles son los efectos negativos de las redes en la adolescencia?

Por supuesto, para ayudar a nuestros hijos en este sentido es necesario conocer cuáles son los riesgos. Te mencionamos a continuación los más importantes:

1. Aislamiento y dificultad de comunicación

A pesar de que las redes son un puente para construir relaciones, paradójicamente pueden resultar contraproducentes a la hora de construir una buena comunicación. El adolescente puede aislarse y volverse incapaz de sostener otro tipo de relaciones que no sean las relaciones on-line.

2. Idealización, comparación y mala autoestima

Las redes son escaparates donde, en general, la gente exhibe lo mejor de sí mismos, sea real o no. Esto puede llevar a una idealización por parte del adolescente, con las comparaciones y la presión que esto conlleva. Se produce, pues, una brecha entre la realidad y la “identidad de en las redes”, y todo ello puede conllevar una pérdida de autoestima. El adolescente ya no sabe quién es y puede sentirse confuso y desorientado.

3. Distorsión de la imagen

Muy ligado con lo anterior, la baja autoestima en los adolescentes viene de una imagen distorsionada de sí mismos, lo cual puede desembocar en trastorno de dismorfia corporal, es decir, verse defectos que no existen, o que a priori no son tan relevantes, hasta el punto de crear un complejo profundo. Recordemos que en internet se suben constantemente fotografías filtradas y debidamente retocadas para alcanzar unos estándares de belleza. Cuando el adolescente se mira al espejo sin filtros, puede llegar a pensar que es “inferior”. En los casos más graves, esto puede desembocar en trastornos de alimentación y/o ansiedad.

4. Depresión y trastornos de ansiedad

Está comprobado que una interacción constante con las redes conlleva un mayor riesgo de padecer depresión y/o problemas de ansiedad, muy ligado con lo que comentábamos anteriormente: la presión de conservar la “imagen idealizada” de uno mismo.

5. Acceso a contenido no apropiado

Cuando se habla de “contenido no apropiado”, nos solemos referir a pornografía. Según las últimas encuestas, los jóvenes comienzan a consumir porno a edades cada vez más tempranas. Ésta se sitúa en los 12 años. Y si la edad preocupa, más preocupa el tipo de porno que ven. No es de extrañar, pues, el constante goteo de noticias sobre agresiones sexuales donde se aprecia un radical descenso en la edad de los implicados.

Otros contenidos no apropiados son por ejemplo aquellos vinculados a mensajes extremistas. Es bien sabido que ciertos grupos radicales captan a sus seguidores a través de las RRSS. Otro ejemplo son los vídeos de contenido violento, agresiones ya nos solo sexuales, sino también físicas, muchas veces de actos perpetrados por los propios jóvenes hacia víctimas indefensas, y luego difundidas en sus redes para vanagloriarse de ello. Esto provoca una suerte de “challenge” que parece no tener fin.

¿Cuándo puede haber un problema?

En nuestra vida diaria, las redes se encuentran absolutamente normalizadas, por lo que es habitual que no nos demos cuenta enseguida de la existencia de un problema. Algunos indicios claros son el descenso del rendimiento académico, la evitación de relaciones con gente de su entorno o la aparición de apatía o desinterés en actividades que antes le motivaban.

El ejemplo más evidente es el miedo a permanecer desconectado de las redes, es decir, la aparición de ansiedad ante la sola idea de salir de casa sin el móvil, llamado nomofobia, o ante el pensamiento de estarse perdiendo una actualización. Hay que tener en cuenta que vivimos en un mundo donde la incertidumbre no es tolerada y se requieren respuestas inmediatas para todo, y los jóvenes, por su vulnerabilidad, son los más permeables a estos riesgos.

¿Cómo ayudar a los adolescentes a gestionar el dominio de las redes?

Identificar los síntomas es el primer paso. Además, existen algunas estrategias que pueden ayudarte a la hora de apoyar a tus hijos a la hora de gestionar la conexión a las redes.

1. Establecer límites

Debemos poner límites respecto al tiempo destinado a las redes. Estos límites deben ser muy claros y, al mismo tiempo, razonables. No ganaremos nada prohibiendo en demasía o exagerando.

2. Supervisión parental

Los padres o cuidadores del menor deben ejercer un rol activo a la hora de proteger a sus hijos de los efectos negativos de las redes. Para ello, es imprescindible establecer con ellos una buena comunicación, abierta y sincera.

Los adultos deben representar un modelo a seguir. Por ello, debemos “predicar con el ejemplo”: es contradictorio que establezcamos límites a nuestros hijos si después nos pasamos toda la tarde navegando por las redes.

3. Fomentar actividades fuera del entorno digital

Pasar tiempo ante una pantalla no es malo, siempre que se compagine con otras actividades desvinculadas del mundo digital. En este equilibrio se encuentra la estabilidad emocional, por lo que los padres o tutores deben fomentar las actividades que no impliquen entrar en las redes; entre ellas, los deportes, las actividades artísticas o, simplemente, el cultivo de relaciones “reales”, cara a cara.

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4. Enseñar el valor de la privacidad

Los padres y tutores deben enseñar a sus hijos el valor de la privacidad. Así, es necesario fomentar las configuraciones de las aplicaciones en este sentido y explicar bien qué riesgos entraña la exposición de la vida privada en las redes.

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