Tras la muerte de Siddharta Gautama, el Buda, en el año 483 a.C., el budismo empezó a expandirse por toda la India y por el resto de Asia. Pronto, y a pesar de que las primeras manifestaciones de arte budista eran anicónicas (es decir, no plasmaban a Buda como hombre, sino que la expresaban a través de símbolos), la figura del maestro inspiró profundamente al arte asiático, y su influencia llegó hasta las lejanas islas de Japón.
El arte budista no es, ni mucho menos, un arte homogéneo. A pesar de que existen ciertas directrices, respetadas en general por todas las expresiones de este tipo de arte, encontramos también diferencias significativas entre las diversas escuelas, fruto de un contexto determinado y de influencias culturales concretas.
En el artículo de hoy, repasamos brevemente qué es el arte budista, sus características y sus orígenes, así como la evolución que sufrió desde sus inicios, poco después de la muerte de Buda, hasta su consolidación.
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¿Qué es el arte budista y cuáles son sus orígenes?
Tras el fallecimiento de Buda, su enseñanza o dharma se extendió con una rapidez vertiginosa. Recordemos que el fundador del budismo había sido un rico aristócrata de lo que ahora es el Nepal y que, vivamente impresionado por las miserias de la vida (enfermedad, hambre, muerte) decidió renunciar a su vida anterior y seguir el camino del recogimiento.
Tras su iluminación (de ahí su apelativo, el Buda, “el Despierto”) se dedicó a diseminar sus enseñanzas, que se basaban en la elección de un camino intermedio entre la riqueza y el ascetismo más duro, con el fin de eliminar del sufrimiento. No mucho después de su fallecimiento, encontramos ya las primeras manifestaciones de arte inspirado en su figura. Pero veamos con mayor atención cuáles son estos primeros testimonios de arte budista.
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El periodo anicónico
Con anterioridad al siglo I a.C., el arte budista era eminentemente anicónico, es decir, rehusaba representar a Buda con forma humana. Los artistas desarrollaron por tanto un arte muy original, basado en la simbología que la tradición había otorgado al maestro: la rueda, que hacía referencia al dharmachakra o las Cuatro Nobles Verdades del budismo; el árbol de Bodhi, bajo el que, según la tradición, le sobrevino la iluminación (y que tiene un claro paralelismo con el Árbol de la Vida representado en muchas culturas); o la flor de loto, símbolo de la pureza inmaculada de Buda, pues, como el loto, se alza sobre el cieno.
Otros símbolos relacionados con Buda que abundan en este primer periodo anicónico son el trono vacío con las huellas a sus pies, en representación de la vacuidad, pues el maestro, tras su Iluminación, deja de “existir” convencionalmente. En estos casos, estaríamos ante la representación del No-Buda.
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El primer gran arte budista: el imperio Maurya
Ashoka constituye el primer gran gobernante de la India, descendiente de Chandragupta, el cabecilla que logró enfrentarse a los griegos de Alejandro Magno que, en sus andanzas por Asia, habían conseguido llegar hasta el subcontinente indio. Ashoka fue conocido como Ashoka el Grande por el gran esplendor que consiguió su reino durante su mandato, reino que consiguió unificar cultural y políticamente bajo el impulso del budismo, del que era gran seguidor.
Es en el imperio Maurya de Ashoka donde encontramos notables manifestaciones artísticas de la religión budista; entre ellas, las conocidas stupas, originarias de la India pero que más tarde, con la extensión del budismo, se expandieron por el resto de Asia con otros nombres.
Se trata de monumentos de carácter sagrado, provenientes, al parecer, de los antiguos túmulos funerarios y que, según la tradición, habrían albergado las cenizas del mismo Buda y otros personajes sagrados del budismo.
Su morfología se fue complicando con el tiempo con el objetivo de albergar a la ingente cantidad de peregrinos que se acercaban, y llegaron a constituir auténticos monumentos arquitectónicos. En general, presentan una base cuadrada y un cuerpo de forma semiesférica, sobre el que se construía una empalizada que simbolizaría el altar. El acceso al interior se ejecuta a través de cuatro puertas, ubicadas en el muro que rodea el monumento, que suelen presentar relieves notables.
Por otro lado, característicos de este primer arte budista promulgado por Ashoka son los pilares monolíticos, como el famoso Capitel de Sarnath, llamado Capitel de Ashoka, aunque, en realidad, son muchos los capiteles sobre pilares que este monarca mandó erigir en el norte de la India. Sarnath es especialmente importante en el budismo porque fue allí donde Buda predicó a los fieles por primera vez.
Hacia la representación humana de Buda
Es sólo a partir del siglo I d.C. que empezamos a encontrar representaciones antropomórficas de Buda. Se trata de un fenómeno curioso del que los estudiosos han intentado encontrar el origen: ¿por qué un arte que se resistía a plasmar al maestro con forma humana, finalmente lo acaba haciendo? ¿Cuáles son los factores que intervienen?
En uno de sus magníficos artículos sobre arte budista, el historiador del arte Ramon Muñoz López (ver bibliografía) especifica una serie de circunstancias que podrían haber facilitado la aparición de las esculturas antropomórficas de Buda. Primero, la escisión del budismo en varias escuelas, entre las que se encuentra el Mahayana o Gran Vehículo, una corriente aparecida a mediados del siglo II d.C. que es mucho más partidaria de acercarse a los fieles, es decir, a las personas humildes de a pie. La escuela Mahayana afirma que todo el mundo es capaz de conseguir la iluminación, por lo que la figura de Buda se humaniza para acercase al pueblo llano.
Por otro lado, recordemos que en el norte de la India habían estado los griegos de Alejandro Magno. Puede parecer un factor un tanto desvaído, pero no es así. Tras la muerte del conquistador y la repartición de su imperio, se fundó un pequeño estado heleno llamado Bactria, que influyó poderosamente en la cultura de la zona. Este imperio greco-bactriano se hallaba justo en el centro de Asia y tenía frontera, precisamente, con el imperio Maurya del norte de la India. Y es en una de esas regiones, Gandhara (en el actual Pakistán) donde se empieza a desarrollar un arte completamente nuevo.
En Gandhara la presencia del arte heleno provoca una fuerte antropomorfización que alcanza la figura de Buda.
Así, empiezan a aparecer esculturas que representan al maestro, con una acusada influencia griega. Algunos estudiosos han llegado incluso a comparar las gráciles y hermosas figuras con los Apolos griegos y, aún con cierta reserva, razón no les falta. Muchas de estas esculturas greco-budistas plasman un sutil contrapposto y una rizada cabellera que recuerdan, y mucho, a los dioses olímpicos. Se trata de una fusión cultural asombrosa y de enorme belleza.
Menos naturalista es la representación de Buda en la zona de Mathura, también en el norte de la India que, aunque igualmente influenciada por el arte greco-budista, adquiere pronto características propias.
En Mathura, las efigies de Buda son mucho más idealizadas y presentan un profundo hieratismo y una marcada frontalidad que nos recuerdan a las esculturas egipcias. En la base de esta idealización geométrica de las formas y de la majestuosidad de las figuras se halla el concepto de que Buda, como Iluminado, ha trascendido la humanidad y es, en realidad, más que un hombre.
La consolidación de la representación de Buda
Durante el periodo Kusana en India (siglos II y III d.C.) se produce una estandarización de las características que debe tener cualquier representación antropomórfica de Buda. Así, y a pesar de las variedades estilísticas de cada región, se consolidan las 114 laksanas o características que debe ostentar cualquier representación, de las cuales 32 son básicas y el resto, opcionales. Aquí ofrecemos algunas de estas laksanas obligatorias, recogidas del artículo de Muñoz López:
- El Buda debe tener siempre los ojos entornados, como concentrado en su interioridad.
- Los lóbulos de las orejas están siempre exageradamente perforados, simbolizando así las joyas que llevaba el Siddharta príncipe y que se quitó una vez abrazado el camino de la renuncia.
- En el entrecejo ostenta el tercer ojo, símbolo de su visión superior. Los dedos de las manos y de los pies son largos y sinuosos, para acentuar los gestos.
- La sonrisa es suave, apenas perceptible.
- Los genitales están pudorosamente cubiertos con una tela.
- El moño que porta simboliza su ascetismo.
- Sus manos ejecutan los mudras o gestos sagrados, a través de los cuales expresa los mensajes del budismo.
Una de las escuelas donde proliferó la escultura antropomórfica de Buda es la llamada Escuela de Gupta (siglos IV-VI), que en muchos aspectos es heredera de la de Mathura. Sin embargo, una de sus innovaciones es que va más allá del estilo “arcaico” y hierático y promulga un refinadísimo arte que eleva el volumen geométrico a expresión artística. Un claro y hermoso ejemplo es la Cabeza de Buda conservada en el Museo de Sarnath, de una pureza de formas asombrosa, y que muestra al maestro concentrado, con la mirada baja (uno de los laksanas básicos). A destacar la profusa red de espirales que representa su pelo y el delicado alargamiento de sus orejas.
Conclusiones
No podemos resumir en un artículo tan corto toda la evolución del arte budista. Nos hemos limitado a ofrecer unas características básicas y unas pinceladas del contexto histórico y cultural que lo vio nacer.
Desde India, cuna del budismo, su arte se extendió, principalmente a través de la Ruta de la Seda, a otras regiones de Asia, algunas tan lejanas como China o Japón. Este arte budista, digamos, del norte, manifestaría algunas diferencias respecto al arte budista del sur, es decir, el que encontramos en el sudeste asiático.
Por otro lado, existe un periodo imprescindible para comprender el arte budista: el momento en que se pasa de una creación anicónica, basada en símbolos y conceptos, a la plasmación de Buda como ser humano. En este sentido, el arte budista debe muchísimo a fatores como la “popularización” de la filosofía de Buda, que acercó, a través del Mahayana, la enseñanza a los fieles; y, por otro lado, a la enorme influencia del arte griego de la región de Bactria.