Cómo hablar con los niños en situaciones de emergencia

Entrevistamos a Lola Portela, psicóloga, docente y experta en emergencias y salud mental infantil.

Cómo hablar con los niños en situaciones de emergencia
Fotografía cedida por Lola Portela
Vibra Barcelona - Evento de bienestar femenino

Apagones masivos, sismos con alertas de tsunami y un flujo constante de noticias alarmantes en medios y redes sociales. La infancia también percibe la incertidumbre, aunque no siempre la entienda. ¿Cómo acompañar emocionalmente a niños y niñas en situaciones de emergencia o caos social sin caer en el pánico ni en el silencio? Hablamos con Lola Portela Oviedo, psicóloga y docente experta en emergencias y salud mental infantil.

El reciente apagón que dejó sin luz a toda España y Portugal afectó a millones de personas en cuestión de segundos. Solo unos días más tarde, un terremoto en la región de Magallanes, al sur de Chile, provocó una alerta de tsunami y el desplazamiento de miles de personas. Todo mientras en Brasil se decretaba la alerta sanitaria por un virus respiratorio.

Los niños —y en especial los más pequeños— son más vulnerables a las situaciones de cambio e incertidumbre de su entorno, al igual que las personas mayores o las personas con discapacidad, señala Portela. Por eso, “es fundamental que los adultos de referencia proporcionen un ambiente seguro y predecible”, apunta. Transmitir calma y confianza, mantener rutinas y ofrecer contención emocional son algunas claves para mitigar el impacto de estas situaciones en los más pequeños. Según Portela, hay tres temores que recorren la mente de los niños y niñas en situaciones de catástrofe o accidentes.

El primero es: ¿Lo causé yo? Es posible que se sientan responsables o culpables de lo ocurrido, aunque no lo expresen directamente. En este sentido, remarca la experta, es importante hacerles ver que ellos no tienen la culpa de lo ocurrido. Otro temor recurrente es si lo que ha pasado puede pasarles también a ellos o a un ser querido, e incluso quién cuidará de ellos si ocurre algo similar otra vez. Para dar seguridad en estos casos es importante mantener rutinas y ofrecer seguridad, mostrando tranquilidad y control, para que vean su vida como segura y predecible.

Comunicar con claridad y contención

La forma en la que los adultos de referencia transmiten lo ocurrido —y lo que sienten— es básica. Portela recomienda no dar “grandes discursos”, sino pequeños gestos de verdad, coherencia y afecto. “Los niños aprenden a afrontar las dificultades observando cómo las gestionan sus adultos de referencia”, afirma Portela, que asegura que la transmisión del relato condiciona profundamente la vivencia infantil. Así, la recomendación es usar un lenguaje sencillo, adaptado a la edad, sin mentiras pero tampoco exceso de detalles. “Hay que dar información veraz, pero sin sobrecargar. No necesitan saber todo, pero sí necesitan confiar en lo que les decimos”. Mentir o decir “no pasa nada” suele ser contraproducente, recalca la experta.

“Cuando los niños perciben que algo malo sucede —prosigue Portela— completan la información que desconocen con la imaginación que poseen, por lo que pueden llegar a pensar que ocurre algo aún más grave o, incluso, que ellos pueden tener la culpa”. También es esencial validar lo que sienten. Y, por supuesto, darles cariño y apoyo para que se sientan acompañados: “Estoy aquí contigo mientras enfrentamos esto”, resume.

Otro aspecto importante es cuidar el comportamiento no verbal, ya que lo identifican mejor que los adultos, y hay que intentar ser coherente entre lo que se dice y lo que se transmite de forma no verbal, dando muestras de confianza y serenidad. Asimismo, hay que validar sus emociones y ayudarles a nombrarlas.

¿Y después? Expresiones del malestar infantil

Tras una emergencia, el impacto emocional no siempre se manifiesta con palabras. En los niños, el malestar suele expresarse a través del cuerpo, la conducta o el juego.

Algunas de las señales más comunes incluyen regresiones, como mojar la cama o volver a chuparse el dedo. Tal y como señala Portela, otras respuestas emocionales pueden ser irritabilidad, aislamiento, negación o rechazo de lo sucedido, ira y frustración en forma de rabietas, disminución del rendimiento académico, problemas de conducta, juego temático recreando la situación vivida o temida, pesadillas o miedos.

“Muchas veces, lo que nos desconcierta como padres es normal en un contexto anormal”, explica la experta. Estas respuestas no deben alarmar de inmediato: lo esperable es que disminuyan con el paso de los días, siempre que el entorno facilite la expresión emocional y transmita seguridad. No obstante, según Portela, hay signos que deben hacernos consultar. “Cuando las respuestas se intensifican o se cronifican —como las pesadillas recurrentes, la reescenificación obsesiva o la imposibilidad de descansar— puede que estemos ante un bloqueo emocional que necesita atención profesional”.

Estos episodios también pueden servir para trabajar en positivo. “Los cuentos, los dibujos, las canciones o los juegos simbólicos son una forma poderosa de ayudarles a entender y a reconstruir”, explica Portela. Así se trabajan, de forma lúdica, aspectos como la autonomía, la tolerancia a la frustración o la resolución de problemas.

El adulto también necesita cuidados

Para sostener emocionalmente a la infancia, primero hay que mirar hacia los adultos. “Si tú estás bien, puedes sostener mejor a tu hijo”, recuerda Portela. Eso implica, en primer lugar, limitar la sobreexposición a noticias, informarse solo a través de fuentes fiables y mantener rutinas básicas de alimentación, descanso y movimiento. “El cuerpo es parte de la contención emocional: comer, dormir y respirar son formas concretas de autocuidado”. “Si un adulto no está en condiciones de calmar, puede apoyarse en otra persona más estable. Eso no es una debilidad, es una forma de proteger al niño”, recuerda la psicóloga.

Mostrar vulnerabilidad, de hecho, también puede ser parte del mensaje. “Decir ‘esto me asusta, pero estoy haciendo lo posible por estar bien’ les enseña que sentirse mal no es un fallo, y que pedir apoyo es una herramienta válida”, argumenta. Un vínculo afectivo seguro, una comunicación abierta y un entorno que valide las emociones permite que el niño integre lo vivido sin quedar atrapado en el miedo.

¿Cómo adaptar la información a la edad?

La psicóloga también da pautas para adaptar las explicaciones a cada edad. Entre los 0 y los 2 años, cualquier cambio repentino unido a la separación de sus familiares puede provocar una reacción emocional fuerte. Es fundamental mantener la calma, cuidar nuestra comunicación no verbal (gestos, tono, expresiones, movimiento…) y aportar acompañamiento al menor.

Hasta los 7 años ya existe mayor capacidad de comprensión y de control sobre las situaciones, a la vez que un desarrollo importante de la fantasía y de las ideas erróneas sobre distintos sucesos, que pueden provocar un pensamiento “mágico”. En esta etapa es clave aclarar las dudas que nos plantee el menor, prestando atención a la información que le damos para que no se cree ideas equivocadas, señala Portela.

Entre los 7 y 11 años, los niños son más flexibles en su forma de pensar. “La capacidad de razonamiento está más desarrollada, lo que hace que el pensamiento influya sobre la emoción. Comienzan entonces a entender que hay hechos irreversibles y les preocupan los cambios que se van a producir como consecuencia”. A esta edad toman mucha importancia los valores de justicia y la moralidad, por eso hay que procurar transmitirles seguridad e incluso dejar que participen en la búsqueda de estrategias para afrontar lo sucedido.

Los adolescentes ya tienen desarrollada la capacidad de reconocer, comprender y resolver lo que sucede, y sus formas de respuesta son más parecidas a las de los adultos. Sin embargo, pueden tener cierta sensación de invulnerabilidad, lo que puede llevarles a comportamientos imprudentes, aunque también pueden sentirse inseguros y tener reacciones emocionales intensas que todavía no saben manejar, por lo que también necesitan una referencia adulta que les oriente, concluye la experta.

¿Te interesa este contenido?

¡Suscríbete a “La vida con hijos”!

Nuevo newsletter de contenido exclusivo sobre crianza, educación y pareja.

Al unirte, aceptas recibir comunicaciones vía email y aceptas los Términos y Condiciones.

Al citar, reconoces el trabajo original, evitas problemas de plagio y permites a tus lectores acceder a las fuentes originales para obtener más información o verificar datos. Asegúrate siempre de dar crédito a los autores y de citar de forma adecuada.

Natalia Pérez. (2025, mayo 23). Cómo hablar con los niños en situaciones de emergencia. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/desarrollo/como-hablar-con-ninos-en-situaciones-emergencia

Periodista

Natalia Pérez es licenciada en comunicación audiovisual, tiene un máster en periodismo y una extensa formación en documental social. A lo largo de sus 20 años de experiencia profesional se ha especializado en la búsqueda de contenidos diferenciales de actualidad política y social y ha trabajado en la producción de artículos para prensa y televisión con un amplio currículo en cuestiones centradas en la salud mental y la psicología.

Psicólogo/a

¿Eres psicólogo?

Date de alta en nuestro directorio de profesionales

Artículos relacionados

Artículos nuevos

Quizás te interese

Consulta a nuestros especialistas