Muchas veces los padres prueban todo tipo de tácticas para conseguir que sus hijos mantengan conductas adecuadas.
Sin embargo, muchas de ellas no suelen resultar satisfactorias ya que no se genera el cambio de comportamiento que buscamos a largo plazo. Vamos a conocer la técnica de la sobrecorrección, un recurso de modificación del comportamiento con mucho potencial para lograr dicho objetivo, con la subsecuente alegría de los progenitores.
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¿En qué consiste la técnica de la sobrecorrección?
La técnica de la sobrecorrección es una herramienta para la modificación de la conducta, especialmente utilizada en niños. Se basa en el establecimiento de unas consecuencias para un determinado comportamiento que tengan que ver con el mismo.
Es decir, si el niño en cuestión ha manchado con sus pinturas un mueble, una consecuencia válida según esta técnica sería el tener que limpiar tanto ese mueble como todos los de la sala.
De ahí la sobrecorrección, ya que no solo se le pide que corrija la situación que ha generado, sino que debe sobrecorregirla, extendiendo su conducta a otros elementos relacionados. El objetivo es generar una serie de consecuencias que no resulten dañinas para el pequeño, pero que tampoco sea algo apetecible.
Se trata de un castigo, por lo tanto, en el sentido de la palabra correspondiente a la técnica del condicionamiento operante. En ese contexto, el castigo sería todo aquel elemento que provoca un descenso en la repetición de una conducta determinada, y es exactamente lo que estaría buscando la técnica de la sobrecorrección.
Esta técnica jamás utilizaría ningún castigo que resultase en una amenaza para la integridad del niño, ya sea a nivel psicológico o físico, que no estarían justificados en ningún caso, ni para esta ni para ninguna otra técnica de modificación de conducta. No solo eso, sino que el castigo ha de estar relacionado de alguna manera con la conducta que se busca eliminar.
Por ello, no serviría de nada, según la técnica de la sobrecorrección, el castigar quitándole los juguetes a ese niño que ha pintarrajeado el mueble, pues son dos situaciones totalmente independientes y difícilmente va a establecer una relación entre ambos eventos. En cambio, al emplazarle a limpiar esa pintura y además extender el castigo a la limpieza de otros elementos, estamos mostrándole la relación evidente que hay entre su conducta y la consecuencia de la misma.
Además, al utilizar este tipo de castigos para buscar la reducción de la conducta, los padres pueden estar tranquilos de no estar generando una negatividad emocional en el niño, que no se percibirá ningún comportamiento agresivo hacia él.
¿Cómo se usa?
Aunque ya hemos mencionado algún ejemplo, vamos a desglosar detalladamente las diferentes vías que tenemos para aplicar la técnica de la sobrecorrección, en función de la conducta que deseamos eliminar o según nuestras necesidades o las posibilidades que tenemos en ese momento.
De ese modo, podemos encontrarnos principalmente con dos modos de proceder para poder practicar dicha técnica. Serían las siguientes.
1. Técnica de la sobrecorrección restitutiva
La primera modalidad de la técnica de la sobrecorrección es la que busca la restitución del daño generado por la mala conducta. El ejemplo que veíamos en el primer punto acerca de un niño que utiliza sus pinturas sobre un mueble y en consecuencia sus padres le imponen como castigo limpiar, no solo dicho mueble, sino otros muchos elementos de la estancia, sería un buen ejemplo de este tipo.
De esta manera, el infante aprenderá qué es lo que ha hecho mal y cuál es el modo de repararlo, yendo mucho más allá, pues la restitución está siendo exagerada a propósito, para que sirva así como castigo operante, es decir, que disminuya la probabilidad de que el niño vuelva a repetir una conducta semejante a la que les ha llevado allí.
Es decir, existe una doble función: en primer lugar, se consigue que el niño repare la situación, en este caso, limpiando las manchas de pintura que había generado. Pero además, al hacer esa conducta extensiva a otros muchos elementos, se pone al pequeño ante un castigo que tiene una conexión evidente con lo sucedido pero que además extiende las consecuencias, para lograr que no se repita más.
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2. Técnica de la sobrecorrección por práctica positiva
Pero la situación no siempre se presta a una restitución directa, o simplemente la conducta no ha causado un daño o un desperfecto, pero igualmente debe ser sustituida por otra. En ese caso, un castigo adecuado puede ser la repetición constante de la conducta que queremos instaurar, de forma exagerada.
Un ejemplo podría ser el de un niño que termina de merendar y, en lugar de colocar el plato en el lavavajillas o en la pila, lo deja sobre la mesa. En este caso, una técnica de la sobrecorrección podría ser pedirle que colocará el plato en el lavavajillas, que después lo sacara de nuevo y lo dejase sobre la mesa, lo volviera a meter al lavavajillas y así durante un número de repeticiones en torno a diez.
El objetivo es provocar en el niño una conexión entre el comportamiento inadecuado que tuvo y el castigo que se vio obligado a realizar, siendo este incómodo para él pero sin menoscabar lo más mínimo su integridad psicofísica.
Utilidad de esta técnica en la educación de los niños y niñas
Muchos lectores con hijos se estarán preguntando en qué tipo de situaciones es útil la técnica de la sobrecorrección. La realidad es que es una técnica versátil que puede ser utilizada ante toda una variedad de comportamientos incorrectos por parte del niño. Podemos utilizarla para erradicar conductas que no sean deseables, malos hábitos e incluso comportamientos de tipo agresivo.
Una vez descubierta la conducta que deseamos corregir, se establecerá inmediatamente el castigo, que ya hemos visto que ha de estar directamente relacionado con dicha conducta. Lo que se está pretendiendo es que el niño extinga ese comportamiento y a la vez practique reiteradamente el nuevo que le proponemos como sustitución del anterior.
Por supuesto, es posible que aparezcan resistencias, pues la actividad propuesta como castigo no es algo apetecible para el niño, así que es fácil que aparezcan los berrinches, las lágrimas y otras reacciones con las que intentará mostrar su desagrado e incluso lograr escapar del escenario. Pero el papel del padre y de la madre ha de ser firme, haciéndole ver que ha de cumplir con el castigo como consecuencia.
El adulto puede y debe hacerle ver que comprende perfectamente cómo se siente y estarán junto a él para apoyarle, pero eso no implicará que el niño pueda escapar del castigo. Para que la técnica de la sobrecorrección sea eficaz, hay que ser persistentes en la aplicación de la reparación. Si se sienta el precedente de que con ciertas resistencias el niño puede “librarse” de restituir el daño, sabrá que siempre hay una escapatoria y habremos fracasado.
Un buen método es guiar al pequeño, con tranquilidad, en la tarea que debe realizar, mostrándole cómo se hace. Así, el adulto podrá actuar de modelo y darle así el ejemplo que necesita para comprobar que no hay nada malo en lo que debe hacer, pero que es necesario que lo haga para que todo quede correcto. Se le hace ver que está practicando en la conducta correcta.
Por lo tanto, si el niño recayera en un comportamiento indeseado, se le puede decir, desde la calma, que parece que le falta práctica en la conducta buena, y por ello va a tener que hacer un ejercicio con el que seguirá aprendiendo cómo se debe actuar. Es ahí donde se introduce el castigo, en forma de actividad restitutiva, de forma repetitiva o extendida, como ya hemos visto, según la modalidad que hayamos decidido utilizar en este caso.
De esta manera, con una propuesta sencilla, manteniendo la calma y sin generarle ningún mal al niño, cosa que es primordial a la hora de aplicar técnicas de corrección, estaremos logrando sustituir las conductas inapropiadas por otras correctas, que serán las que quedarán grabadas en el menor como comportamientos adecuados.
En síntesis, podemos concluir que la técnica de la sobrecorrección es un mecanismo muy poderoso para conseguir educar a los niños en las buenas conductas, tanto por la eficacia que demuestra como por la forma de abordarlo con los propios niños, que no se sentirán agredidos en ningún sentido, por mucho que en un momento dado les desagrade realizar la tarea impuesta, que por supuesto no será tan divertida como la que provocó la situación.
Referencias bibliográficas:
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