La educación no es solo uno de los procesos sociales más importantes y complejos. A través de ella se puede modificar culturas enteras y, claro está, cambiar el modo de pensar y actuar de las personas que las habitan.
Es por eso que el de la enseñanza y la educación es un ámbito que puede ser abordado desde diferentes disciplinas, muchas de las cuales tienden cada vez más puentes de diálogo hacia la pedagogía. La psicología, por supuesto, es una de ellas.
Entrevista a Elisabet Rodríguez Camón, psicóloga infanto-juvenil
Para conocer de primera mano ese punto en el que psicología y educación se tocan entrevistamos a Elisabet Rodríguez Camón, que además de colaborar en Psicología y Mente cuenta con experiencia tanto en psicopedagogía y psicología infanto-juvenil como en atención psicológica a adultos.
¿Cuál ha sido tu trayectoria profesional hasta la actualidad? ¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
Inicié mi actividad profesional en el ámbito de la psicología después de realizar las prácticas de la Licenciatura en la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria en el Hospital Mútua de Terrassa. Ese periodo de tiempo me sirvió para decantarme profesionalmente por la vía clínica en la corriente cognitivo-conductual, por ello preparé durante tres años las oposiciones PIR. Aunque no obtuve la plaza de residente, afiancé considerablemente mis conocimientos teóricos sobre el campo de la psicología clínica. Posteriormente me dediqué un año a trabajar en la elaboración y desarrollo de diversos proyectos de prevención psicológica para víctimas de accidentes de tráfico y comencé a realizar mis primeras intervenciones psicológicas individuales en pacientes con sintomatología ansiógena.
En la actualidad, ejerzo como psicóloga en Centre d’Atenció Psicopedagògica Estudi (Sant Celoni) trabajando como psicóloga infanto-juvenil, de adultos y como psicopedagoga, aunque llevo más de tres años colaborando en diferentes centros de atención psicológica. Además, desde el pasado mes de abril, me hallo en un proyecto-convenio de Centre Estudi con Servicios Sociales del Ayuntamiento de Sant Antoni de Vilamajor, ofreciendo terapia psicológica a usuarios demandantes del servicio. Todo ello lo compagino con la colaboración en vuestra Revista Digital “Psicología y Mente” y el desarrollo de la Tesina de Final de Máster para el título de Máster en Psicopedagogía Clínica, la cual lleva por título: «Incorporación de las Técnicas de Mindfulness en el currículum escolar: efectos psicológicos en el alumnado».
Ya que has estado investigando acerca de la práctica de Mindfulness, en qué sentido crees que sus técnicas pueden resultar útiles en el ámbito educativo?
Lo cierto es que este campo se encuentra aún en una etapa muy incipiente en cuanto al estudio de los efectos de este tipo de técnicas en el contexto educativo. Hasta ahora, el Mindfulness ha estado muy ligado a la psicología clínica y a la aplicación en la población adulta; entre 1980 y el año 2000 se publicaron unas 1000 referencias al Mindfulness mientras que entre 2000 y 2012 la cifra ha ascendido a unas 13.000.
En lo referente a la población escolar, la mayoría de las investigaciones realizadas a nivel internacional pertenecen a la última década (y en España son aún más recientes) lo cual en ciencia es un periodo muy corto para valorar resultados a conciencia. Aún así, en la mayoría de ellas los hallazgos se orientan a concluir numerosos beneficios conseguidos en el alumnado intervenido en cuanto a medidas de capacidad atencional y concentración, habilidades cognitivas en general, así como mayor habilidad empática y mayor nivel de bienestar general, e incluso menores índices de agresividad. De todas maneras, las publicaciones confluyen en la necesidad de que los estudios deben ser complementados por valoraciones de seguimiento más a largo plazo después de la intervención y que deben contar con un mayor número de muestras poblacionales representativas como para poder validar una generalización de los hallazgos obtenidos. Los resultados son muy prometedores, en definitiva, pero hacen falta más estudios que los corroboren.
Se critica mucho la tendencia por parte del sistema educativo a dar mucha importancia a los exámenes, en los que la corrección se realiza dando por supuesto que existe una sola respuesta correcta para cada pregunta, lo cual puede servir para premiar la rigidez en la manera de pensar. ¿Qué posición mantienes en este debate?
Hablar del sistema educativo de forma uniforme sería injusto con el profesorado. De forma lenta pero progresiva, el colectivo docente apuesta por sistemas de evaluación distintos a los tradicionales (los cuales se asocian a un carácter más finalista) como pueda ser la autoevaluación, la coevaluación, la heteroevaluación o evaluación entre iguales, entre otros. Ahora bien, es cierto que la Administración Educativa no parece apoyar las innovaciones en el ámbito de la evaluación como herramienta de aprendizaje. Sirvan como ejemplo de ello las reválidas y pruebas externas introducidas por la LOMCE.
Del mismo modo, pensar que la escuela es el único agente educativo que tiene responsabilidad en el desarrollo de la rigidez en el pensamiento tampoco sería completamente acertado, puesto que las influencias que un individuo recibe de los diferentes ambientes donde interactúa son muy relevantes en la configuración de la propia capacidad de razonamiento. La creatividad, por ejemplo, es un concepto intrínsecamente incompatible a un estilo de pensamiento inflexible y sus determinantes principales son tanto cognitivos como afectivos, a saber, la apertura a la experiencia, la empatía, la tolerancia a la ambigüedad y a posturas ajenas, una autoestima positiva, alta motivación y autoconfianza, etc.
Estos aspectos deben forjarse de forma conjunta también desde el ámbito familiar, por ello, este agente educativo y los valores que este transmite al pequeño son sumamente relevantes y deben ir en consonancia con los factores indicados anteriormente.
¿Cómo describirías los cambios producidos en la conceptualización del sistema educativo actual respecto del tradicional? ¿Crees que ha habido una evolución significativa en este ámbito?
Indudablemente. Creo que desde hace un par de décadas, sobre todo desde la publicación del gran best seller de Daniel Goleman “Inteligencia Emocional” y toda la investigación que conllevó ese novedoso campo entonces, se ha producido un gran cambio de paradigma en cuanto a la forma de entender hoy la educación. Desde ese momento, se ha empezando a tomar como relevantes otro tipo de aprendizajes como las habilidades cognitivo-emocionales, en detrimento de aquellos contenidos más instrumentales y tradicionales.
Aún falta mucho camino por recorrer pero se está comenzando a ver cómo las variables emocionales condicionan el rendimiento académico y el desempeño del individuo en su ambiente de interacción, es decir, en las relaciones sociales. Un ejemplo de ello sería una vez más el auge de la incorporación de las técnicas de Mindfulness y de contenidos de inteligencia emocional en las aulas.
¿A qué atribuirías el aumento de la incidencia de trastornos de aprendizaje en la población infantil? ¿Crees que hay un sobrediagnóstico?
Mi opinión sobre esta cuestión es algo ambivalente. Evidentemente, estoy convencida de que una parte del aumento de diagnósticos se debe al avance de la ciencia y al hecho de que a día de hoy se conocen psicopatologías cuyas nosologías a inicios y mitad del siglo pasado pasaban desapercibidas, eran menospreciadas o equivocadas. Recordemos que inicialmente el autismo fue descrito como una especie de psicosis infantil, hasta que Leo Kanner lo diferenció en 1943. Sin embargo, también creo que recientemente se está pasando al otro extremo, en cuanto que existen casos en los que se otorgan diagnósticos aunque no se cumplen tanto cuantitativamente como cualitativamente de forma fehaciente los criterios suficientes. En este punto veo una clara presión de la industria farmacéutica para intentar mantener un elevado volumen de diagnósticos que les permitan un mayor beneficio económico, como ocurre con el diagnóstico del TDAH, por ejemplo.
Por otra parte, como decía anteriormente, en una proporción considerable de los casos detectados tanto el diagnóstico de trastorno del aprendizaje como la naturaleza de la evolución que se observa en el niño está significativamente influenciada por factores de tipo emocional. Muchas veces, una baja autoestima o autoconcepto, la falta de confianza en uno mismo y de motivación de logro, la dificultad en la regulación emocional, etc., socavan la consecución de las metas principales en la intervención de los trastornos del aprendizaje, usualmente relativos a dificultades en la lectoescritura y el cálculo. Por ello, mi opinión es que se debería incidir también en analizar los factores que causan estos déficits emocionales, a la par que se trabaja para la mejora de las capacidades cognitivas principalmente afectadas, evidentemente.
Si tuvieras que mencionar una serie de valores en los que hoy en día se educa a los pequeños y que no tenían tanto protagonismo en los centros educativos de hace 20 años... ¿cuáles serían?
Bajo mi punto de vista, y derivado de la experiencia que me ha reportado trabajar muy de cerca con centros escolares, cabe diferenciar muy claramente los valores que se intentan trasmitir desde el contexto educativo a aquellos que prevalecen en el ámbito más personal o familiar. En los centros educativos observo una gran labor docente que intenta compensar la influencia perjudicial que puede derivarse de los medios de comunicación, las redes sociales, el sistema económico capitalista que nos rodea, etc.
Podría decir que el profesorado con el que me relaciono a diario tiene muy claro que el alumno de hoy no debe ser un receptor pasivo de conocimientos instrumentales, sino que debe jugar un papel activo tanto en la adquisición de este tipo de conocimientos como en ser educado para vivir en comunidad eficazmente. Ejemplos de ello serían la potenciación de su capacidad de razonamiento crítico y de todas aquellas habilidades que le van a permitir establecer unas relaciones interpersonales satisfactorias como la empatía, el respeto, el compromiso, la responsabilidad, la tolerancia a la frustración, etc.
En el caso del ámbito familiar opino que, pese a que poco a poco está empezando a calar la importancia de incorporar estos valores adaptativos mencionados, aún falta mucho camino por recorrer en este sentido. Usualmente me encuentro ante casos en los que los progenitores pasan insuficiente tiempo de calidad compartido con los hijos (aunque no de forma premeditada, en la mayor parte de los casos) y ello dificulta que los pequeños puedan interiorizar las habilidades anteriormente citadas. En mi opinión, la influencia de los valores que caracterizan la sociedad actual como el individualismo, el consumismo, la competitividad o los resultados cuantitativos dificultan sobremanera que a un nivel más “micro” las familias puedan inculcar aprendizajes que vayan en el sentido opuesto.
¿De qué manera influye la sociedad y el entorno en el modo en el que los niños y niñas regulan sus emociones?
Una de las problemáticas que más frecuentemente motiva las consultas en mi centro de trabajo es, tanto en la población infantil como en la adulta, la escasa habilidad en la gestión y expresión adaptativa de lo emocional y falta de tolerancia a la frustración. Ello es muy relevante puesto que las figuras de referencia para un niño son sus padres/madres y resulta muy complejo que el niño pueda desarrollar capacidades psicológicas adaptativas si no las observa en sus modelos a imitar, es decir, familiares y educadores. Creo que la sociedad actual está generando individuos poco “resilientes”, entendiendo la resiliencia como la capacidad que tiene una persona para superar adversidades de forma rápida y eficaz.
Es decir que en esta sociedad de “lo inmediato, de lo cuantitativo o productivo” parece trasmitirse el mensaje de que cuantos más roles desempeñe un individuo mayor nivel de éxito conseguirá: rol profesional, rol de padre/madre, rol de amigo, rol de hijo/hermano, rol de deportista -o de todos los hobbies que realice la persona-, rol de estudiante, etc. El afán de abarcar cada vez más competencias vitales deviene un bucle infinito, puesto que en la persona permanecerá latente de forma constante el deseo de llegar cada vez más lejos o de conseguir un nuevo objetivo planteado. Y evidentemente, la asunción eficiente de tantos roles simultáneos es imposible de alcanzar. En ese momento aparece la frustración, fenómeno diametralmente opuesto a la resiliencia que comentaba al principio.
Por todo ello, uno de los objetivos principales en las intervenciones que realizo en la mayoría de los casos es trabajar la identificación, la expresión de las emociones y sensaciones del momento, aparcando tanto lo pasado como lo futuro. También se prioriza el hecho de aprender a detectar cómo el lenguaje determina nuestra forma de pensar (basándonos en juicios, etiquetas, etc), procurando establecer un equilibrio entre ambos elementos. La filosofía que guía mi labor está orientada a hacer que los pacientes sean conscientes de que es recomendable aprender a dejar de funcionar con “el piloto automático” y en dejar de “producir” constantemente. Muchos estudios defienden los beneficiosos efectos de “aburrirse” unos minutos al día.
En definitiva, intento enseñar que la clave está en la toma de conciencia de una situación determinada, porque es lo que permite elegir qué tipo de respuesta se da de forma consciente, en lugar de reaccionar a un estímulo de manera impulsiva o automática. Y ello facilita una mayor capacidad de adaptación al ambiente que nos rodea.
La población más joven es la que se ha visto involucrada de manera más intensa en el uso de unas nuevas tecnologías que muchos adultos aún no entienden ¿Crees que el miedo acerca del modo en el que la revolución “digital y tecnológica” nos afecta en la manera de relacionarnos es más infundado que realista?
Sobre esta cuestión, es indudablemente observable que el uso de las nuevas tecnologías ha cambiado nuestra forma de relacionarnos con el mundo en un periodo muy corto de tiempo; los primeros smartphones se empezaron a comercializar hace solo unos 15 años. En la cuestión de la tecnología como en la mayoría de aspectos, bajo mi punto de vista, la clave no se encuentra en el concepto en sí, sino en el uso que se hace de ello. La tecnología ha aportado avances médicos y significativos resultados positivos en terapia psicológica; la realidad virtual aplicada a los trastornos de ansiedad sería un claro ejemplo.
Aun así, en el ámbito más individual opino que el empleo de las nuevas tecnologías está ciertamente desequilibrado hacia un consumo excesivo y desregulado. Por ejemplo, una de las situaciones más comunes que me encuentro en consulta hace referencia a que el uso de la tablet, consola o teléfono móvil ha sustituido a otros elementos tradicionales como el tiempo de juego en el parque o la realización de una actividad extraescolar agradable como objetos de castigo hacia el pequeño. También se puede comprobar cómo a partir de la etapa de la adolescencia el hecho de compartir todo tipo de detalles de la vida personal en las redes sociales de forma constante se encuentra a la orden del día. Parece ser que ya no están de moda las conversaciones cara a cara, sino exclusivamente a través de la pantalla.
Derivado de ello, creo que puede estar desarrollándose un sentimiento de temor hacia la idea de que el uso descontrolado de este tipo de aparatos tecnológicos vaya en aumento. Sin embargo no creo que la solución pase por la prohibición de su empleo, sino por la educación para una utilización responsable y equilibrada, tanto sobre el tipo de contenidos que se transmiten como en la totalidad de tiempo invertido en su uso. Sobre esta controvertida cuestión, me permito recomendar al lector interesado la serie Black Mirror; debo decir que a nivel personal sus contenidos han conseguido que adopte una nueva perspectiva respecto de esta temática.
¿En qué futuros proyectos te gustaría embarcarte?
De cara al futuro próximo, me gustaría orientar mi carrera profesional a adquirir una mayor formación en lo relativo al ámbito de la aplicación del Mindfulness y la Compasión en la práctica clínica. Lo cierto es que desde que escogí esta temática para mi investigación de final de Máster mi interés en este campo está yendo en aumento. Además, también me interesaría profundizar en el terreno de los trastornos del aprendizaje y de la inteligencia emocional.
Creo que la formación continua es una necesidad indispensable para lograr un desempeño óptimo de la labor profesional, especialmente en el campo de la psicología clínica y de la educación, tan ligados a los avances científicos. Finalmente, a pesar de que me encuentro muy a gusto ejerciendo mi labor en consulta, me llama mucho la atención el sector de la investigación, aunque por el momento solo es una idea para valorar más a largo plazo.