Si algo caracteriza la mente humana es su capacidad para adaptarse al entorno. Al contrario de lo que pasa con la mayoría del resto de especies animales, nuestro comportamiento está mucho más marcado por el modo en el que decidimos aprender a actuar que con las acciones genéticamente codificadas en nuestro ADN. Esto es: el ser humano se caracteriza por su creatividad, la libertad con la que elige tomar rutas de pensamiento totalmente originales.
Sin embargo, en nuestro día a día este potencial creativo no siempre está siendo explotado al máximo. Existen muchos factores psicológicos que lo limitan y que, si somos capaces de neutralizarlos, dejarán detrás de sí toda esa amplitud de pensamiento y esa flexibilidad mental que nuestro cerebro entraña y que, en algunos casos, no sabíamos que teníamos.
Es por eso que resulta práctico revisar nuestros hábitos psicológicos e identificar esas maneras de pensar que limitan nuestra imaginación y reducen su alcance.
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Hábitos psicológicos que limitan nuestro pensamiento
Lo primero que hay que tener en cuenta a la hora de entender por qué hay algunas maneras de pensar que limitan las posibles rutas mentales entre las que elegimos es que el cerebro humano, a pesar de contar con una cantidad increíble de neuronas (más de 80 mil millones de ellas en un adulto) cuenta con recursos limitados para realizar sus acciones.
Y sí, el pensamiento es también una de esas funciones psicológicas llevadas a cabo por el cerebro, ya que no existe fuera de nuestro cuerpo. Aquí no estamos hablando de que utilicemos el 100% de nuestro cerebro (algo que ya hacemos constantemente, a pesar de lo que indique el mito del 10% de la mente), sino de gestionar bien los recursos biológicos de nuestro sistema nervioso que ya están siendo usados.
Así pues, hay que elegir los hábitos mentales que mejor nos permitan explotar la cantidad limitada de recursos de nuestro encéfalo a la hora de orientarlo hacia un pensamiento lo más amplio, flexible y creativo posible. Y, para hacerlo, en primer lugar hay que identificar esos patrones de pensamiento que limitan esta flexibilidad. Los principales son los siguientes.
1. Procrastinación
El término procrastinación acostumbra a serle familiar a muy pocas personas, pero casi todo el mundo conoce su otro nombre: el síndrome del “ya lo haré mañana”. Es una manera de pensar que lleva a buscar constantemente excusas para aplazar los retos. Sin embargo, lo llamativo de la procrastinación es que no aparece solo cuando tenemos que afrontar problemas complejos; también puede frenarnos a la hora de realizar tareas sencillas, como tender la ropa o como plantearnos soluciones creativas ante una situación a resolver.
Esto es lo que hace que el síndrome del “ya lo haré mañana” limite tanto nuestra forma de pensar; cada vez que llegamos a un punto en el que se nos exige cierta flexibilidad mental, la anticipación de este pequeño esfuerzo puede hacer que se aplace esta tarea, permitiéndonos seguir en ese estado fácil en el que nuestro pensamiento va sobre los raíles de la costumbre. Y claro, al postergar el pensamiento creativo crecen mucho las posibilidades de que terminemos por no enfrentarnos a ese pequeño reto.
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2. La rumiación
La rumiación es un patrón de pensamiento que consiste en entrar en un bucle de ideas obsesivas del que nos es difícil salir. Por ejemplo, si algo que hemos hecho recientemente nos avergüenza mucho, es posible que, hagamos lo que hagamos, todo pensamiento termine llevándonos al recuerdo de nosotros quedando en ridículo delante de los demás, lo cual nos lleva a seguir preocupándonos por ese incidente y, como consecuencia, nos predispone aún más a volver a evocar esa experiencia en el futuro.
La rumiación trabaja de manera relativamente simple: cuanto más se piensa en una idea, imagen o recuerdo, más posible es que, automáticamente y sin pretenderlo, ese contenido mental vuelva a asaltar nuestra consciencia. Esto no solo conlleva un aumento de la ansiedad, sino que además limita la creatividad, ya que nos ata a la angustia y al miedo anticipado de volver a “despertar” ese recuerdo.
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3. Perfeccionismo excesivo
Muchas veces el perfeccionismo, lejos de ser algo que nos empuja a mejorar constantemente, evita que demos los primeros pasos necesarios para progresar. Si antes de empezar un proyecto en el que se te exigirá amplitud de pensamiento y una buena dosis de creatividad te das cuenta de que pasas mucho tiempo preocupándote por el mazazo a tu autoestima que podría suponer un fracaso, es posible que este hábito psicológico esté actuando como una ancla.
4. Parálisis del análisis
La parálisis del análisis es un bloqueo mental que nos mantiene anclados en la fase de toma de decisiones. Lo que caracteriza este patrón de pensamiento es que muchas veces no es percibido como un problema, ya que el tiempo empleado en elegir la mejor de las opciones posibles no se ve como un parón, sino con una necesidad para asegurarnos el éxito eligiendo aquello que más nos conviene.
Es decir, que la parálisis del análisis es una especie de perfeccionismo fijado en la fase de la elección. Renunciamos a elegir una de las opciones que se nos ofrece porque, de algún modo, nos da miedo la posibilidad de fracasar; es por eso que preferimos mantenernos en una fase previa en la que podemos fantasear con el éxito.
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5. Culpabilización de los demás
Culpar a los demás y al entorno de todo lo malo de lo que nos ocurre es una forma segura de quedarnos donde estamos. Por supuesto, no es descabellado que buena parte de nuestros problemas sean culpa de los demás, pero si concentramos toda nuestra atención solamente en las responsabilidades de otros perderemos de vista el abanico de opciones entre las cuales podemos elegir.
6. Búsqueda constante de nuevos estímulos
El hecho de o saberlo todo acerca de lo que nos depara el futuro o de lo que debemos hacer para llegar a nuestras metas hace que muchas personas cedan una y otra vez a las distracciones, con la esperanza de entrar en contacto con ideas valiosas o con elementos de inspiración. Es decir, no se tienen referencias ni sobre por dónde empezar a aprender o a formarse.
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