El Santo Grial: ¿verdad o leyenda?

Un repaso de la historia del cáliz que usó Jesús en la Última Cena.

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En la celebérrima tercera entrega de la saga de Indiana Jones, La última Cruzada, vemos al héroe sumido en una lucha contrarreloj para evitar que los temibles nazis se hagan con una de las reliquias más importantes de la cristiandad: el Santo Grial o el cáliz que usó Jesús en la Última Cena. Y ahora cuidado, porque en el párrafo siguiente vamos a hacer un pequeño spoiler…

En una de las últimas escenas, Indiana tiene que escoger, entre muchas piezas, el cáliz auténtico. El verdadero da la vida eterna, pero el erróneo la arrebata sin piedad. El intrépido arqueólogo escoge un vaso de madera, de aspecto mísero, porque, según él, el cáliz de un carpintero no pudo ser de oro ni de plata.

La deducción del héroe no parece incongruente, ¿verdad? Si, efectivamente, Jesús fue un pobre carpintero, el vaso que usó debería estar fabricado con un material barato, y la madera sería uno de ellos. Sin embargo, ¿acaso no se dice en la Biblia que Cristo y sus apóstoles celebraron la cena pascual en casa de José de Arimatea? Y José de Arimatea era un personaje rico, luego el cáliz usado no sería ni mucho menos de un material tan tosco.

Existe, además, otro aspecto para tener en cuenta. La tradición judía prohíbe celebrar la fiesta pascual con recipientes porosos, por lo que la madera y la cerámica estarían directamente descartados. Solo nos quedan el oro y las piedras semipreciosas como el ónice o la calcedonia, y son precisamente estas últimas las más probables, dado los restos hallados de recipientes de la época.

La verdadera historia del Santo Grial

El Santo Grial o el cáliz de Cristo siempre ha sido un tema fascinante que ha hecho correr ríos de tinta. ¿Existió realmente? Y, de ser afirmativa esta respuesta, ¿se conserva? ¿Dónde está? ¿Acaso uno de los muchos griales que presumen ser el cáliz de Cristo es el verdadero?

Este artículo no pretende cuestionar ningún aspecto de la fe, sino inspeccionar, a la luz de las pruebas históricas y arqueológicas, qué hay de cierto y qué no de los relatos que corren acerca del Santo Grial y su supuesta conservación a lo largo de los siglos. Como afirma el historiador Carlos Taranilla, no se trata de averiguar si el cáliz santo existió, ni si realmente tuvo lugar la última cena de Cristo. Esto es terreno de la fe.

Lo que atañe realmente al historiador es desentrañar la verdad acerca de los numerosos cálices que se han conservado y seguir su trayectoria para comprobar si, realmente, son piezas de la Judea del siglo I, además de investigar cómo y cuándo surgió la leyenda del Grial. ¿Nos acompañas?

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Tras la pista del Grial

Tradicionalmente se adscribe la aparición de la leyenda del Grial a los textos que Chrétien de Troyes (h. 1130-1183) escribió en el siglo XII; especialmente, a su conocida novela de caballerías Perceval o el cuento del Grial. Es la época de los trovadores, las poesías juglarescas y las historias de caballeros, y la obra de Chrétien no es una excepción.

En sus relatos sobre los caballeros del Rey Arturo (personajes de profunda fe y coronados con esa aura de “soldados de Dios” tan característica de la Edad Media) encaja a la perfección la búsqueda del santo vaso que utilizó Cristo en la cena pascual y que, supuestamente, era un objeto milagroso. Pero, a la luz de los documentos, las historias de Chrétien de Troyes no son las primeras en hablar del santo cáliz. Carlos Taranilla menciona que la cita más antigua data del siglo VIII; concretamente, del año 717, cuando, al parecer, un monje habla ya del vaso de la Santa Cena como “Santo Grial”.

En su magnífico estudio Los reyes del Grial, Margarita Torres y José Miguel Ortega del Río rescatan documentos mucho más antiguos. El primer texto conservado, según este estudio, dataría de una fecha tan temprana como el año 400; se trata del denominado Breviarius A, donde, a propósito de la descripción del Santo Sepulcro, dice que una capilla contiene “la Copa que el Señor bendijo y le dio a sus discípulos a beber”. Torres y Ortega del Río siguen la pista del Grial y nos trasladan más tarde al año 570, cuando un peregrino describe prácticamente lo mismo que el Breviarius A del año 400, con la particularidad que concreta que la Copa es de “onys” (o sea, de ónice).

¿Santo Grial… o sangre real?

Dejemos por un instante las pistas históricas del Grial y detengámonos un momento en la etimología de la palabra. El término grial, escrito también como graal, posee un origen oscuro. De hecho, podría significar varias cosas. La primera teoría es que vendría de una raíz antigua cuyo significado sería “plato plano”. Atención, plato plano, por lo que la idea de “copa” o “vaso” sería mucho más tardía.

La segunda hipótesis es quizá la más conocida, en parte por la tremenda fama que obtuvo la novela de Dan Brown El código da Vinci (2004). Según esta teoría, santo grial sería una deformación de sang real, es decir, sangre real en francés antiguo. Así, la denominación haría referencia a la sangre de Cristo o a su línea de descendencia. En este caso, el Santo Grial no sería una copa ni un plato, sino un concepto. La polémica está servida.

¿Cuántos cálices hubo en la Santa Cena?

La idea que tenemos del santo cáliz como la vasija de la cena pascual es relativamente moderna. En muchas fuentes antiguas, el grial aparece como un concepto, más un camino de perfección que un objeto. Si nos fijamos en la Biblia, por ejemplo, no encontramos ninguna referencia a una copa o vaso en la Última Cena. Es más; si nos atenemos al contexto (trece personas celebrando la Pascua judía) no tiene sentido suponer que solo hubiera un recipiente, pues no era nada usual que los comensales compartieran los utensilios.

Esto quiere decir, tal y como afirma el investigador Jesús Callejo (n. 1959), que los “cálices” deberían ser trece, no uno (pues contamos también con el “cáliz maldito”, el de Judas Iscariote). Entonces, ¿por qué hablar de un solo cáliz? Evidentemente, el cristianismo recogió el que para su doctrina era el más importante: el cáliz del Señor. Sin embargo, a la luz de la lógica, podría conservarse más de un cáliz de la Santa Cena, por tener cada uno de los apóstoles un vaso.

Por otro lado, existe otra tradición griálica que hay que tener en cuenta: la que recoge el poeta francés Robert de Boron, contemporáneo de Chrétien de Troyes, en su obra Joseph d'Arimathie (siglo XII). En ella se cuenta cómo Jesús, después de resucitar, se apareció a Nicodemo y le entregó el cáliz, con el encargo de trasladarlo a Britania y custodiarlo.

Algunas leyendas posteriores añaden la historia de que el mismo Nicodemo recogió la sangre sagrada de Cristo con la copa una vez muerto, aunque esto sería incongruente con el episodio de la entrega del cáliz una vez resucitado y, además, científicamente es imposible que la sangre de un cadáver fluya, pues apenas una hora después ya se encuentra coagulada.

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Los candidatos más firmes a ser el “Santo Grial”

Tenemos, entonces, varias cosas. Una, que las primeras referencias al Santo Grial no son del siglo XII (los textos de Chrétien de Troyes y Robert de Boron), sino muy anteriores (la cita del monje del siglo VIII que menciona ya al cáliz santo y los documentos de Jerusalén correspondientes a los siglos V y VI). En todos ellos ya se menciona al cáliz como copa o vaso, aunque en otras fuentes este concepto es confuso.

Segundo, que, de ser el Grial un recipiente, tendría que haber sido de piedra semipreciosa; ni de cerámica ni de madera, por dos motivos: 1) porque José de Arimatea era un personaje pudiente, y 2) porque los judíos no pueden celebrar la pascua con recipientes porosos. En este sentido, el documento del año 570 donde se describe al cáliz como hecho de ónice sería más que congruente.

Y, por último, que la idea de que el grial es un vaso cobra vida en una época ya muy avanzada, por lo que, en un principio, podría hacer referencia a un concepto espiritual más que a un objeto. En realidad, y siguiendo de nuevo a Carlos Taranilla, la idea de un recipiente mágico que cura u otorga vida es mucho más antigua que el propio cristianismo. Lo encontramos en muchas mitologías; sin ir más lejos, en la mitología celta, donde el caldero (objeto redondo para contener líquido) se revestía de un significado mágico y sagrado.

Sentado todo esto, veamos cuáles son los candidatos más firmes a ser el “Santo Grial”, si es que existió realmente. Da la casualidad de que los dos candidatos más fiables se encuentran en España, en la Colegiata de San Isidoro de León y en la Catedral de Valencia, respectivamente. Analicémoslos uno por uno.

1. El cáliz de León

En la ya citada obra Los reyes del Grial se aportan datos muy interesantes que avalan la “autenticidad” del grial conservado en la Colegiata o, al menos, que confirman que se trata de una de las reliquias al respecto más antiguas.

En la biblioteca de El Cairo se conservan ciertos pergaminos datados del siglo XI que hablan de una terrible hambruna que asoló Egipto. El entonces emir de la taifa de Denia, en la Península Ibérica, envió ayuda al sultán de Egipto. En agradecimiento, este envió como regalo el cáliz santo, que había sido trasladado en el siglo V desde Jerusalén hasta Egipto. A su vez, el emir lo entregó como presente a Fernando I, rey de León.

Efectivamente; el cáliz conservado en la Colegiata de San Isidoro de León está realizado con ónice, una de las piedras semipreciosas más valoradas (y que, además, coincide con la descripción del peregrino del siglo VI). Por fuera está decorado con las joyas que Urraca de Zamora, hija de Fernando I, donó al cáliz, por lo que el vaso leonés también es conocido como “cáliz de Doña Urraca”.

Pero todavía hay más; en 2010 se desmontó la pieza para su reproducción y se encontró con que le faltaba una esquirla. Este hecho corrobora otro de los textos encontrados en la Universidad del Cairo, según el cual, una esquirla del santo vaso había sido enviada a Saladino para curar a su hija enferma a través de un milagro.

Entonces, tenemos que el grial de León 1) está fabricado con ónice, un material común en las copas de personajes pudientes de la Judea del siglo I y que, además, coincide con una de las descripciones más antiguas del grial; y 2) se puede rastrear su rastro hasta el siglo V, cuando existe el primer testimonio de que se encontraba custodiado en el Santo Sepulcro de Jerusalén.

Por supuesto, esto no confirma su autenticidad como reliquia, pero sí su proximidad a lo que debería haber sido el cáliz sagrado. Algunos historiadores han criticado la teoría sostenida por Margarita Torres y han acusado a su estudio de caer en numerosos errores cronológicos y de traducción de los textos en árabe, por lo que las supuestas pruebas documentales quedan en entredicho.

2. El cáliz de Valencia

En cuanto al vaso conservado en la Catedral de Santa María de Valencia, diremos que cuenta con un testimonio científico y arqueológico de peso. Según el arqueólogo Antonio Beltrán, que estudió el cáliz en 1960, la talla, realizada en calcedonia (de nuevo, una piedra semipreciosa) se realizó en el siglo I d.C. Por su parte, la doctora en historia del arte Ana Mafé afirma que se trata de una tipología de “copa de bendición hebrea” y que es contemporánea a la época de Jesús.

¿Cómo llegó el cáliz santo a la Península? Al parecer, fue trasladado desde Roma hasta Hispania por San Lorenzo; tras pasar por numerosos lugares, fue custodiado en el monasterio de San Juan de la Peña. Más tarde, es enviado a Zaragoza y, todavía más tarde, en el siglo XV (y cuando la corte aragonesa se instala en Valencia), llega al que será su hogar definitivo, la Catedral de Santa María.

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3. Los “otros” cálices

A pesar de que el cáliz de León y el de Valencia son los que cuentan con más pruebas de peso para su autenticidad, existen en el mundo “otros” griales que tienen su propia historia y que reclaman su candidatura. Veamos los más importantes:

3.1 El cáliz de Nanteos

Custodiado en una mansión particular, parece ser que este vaso procede de la abadía de Glastonbury, que es, según la saga artúrica, donde José de Arimatea dejó el cáliz santo para su custodia. Los análisis que se han efectuado de la copa revelan que su origen no puede alargarse más allá del siglo XIV, lo que elimina su candidatura a Santo Grial.

3.2. El cáliz de Ardagh

Por supuesto, por su relación con el ciclo griálico artúrico, las tierras británicas siempre han reivindicado su legitimación respecto al Santo Grial. Las leyendas que afirman que Nicodemo (o José de Arimatea) trasladaron el sagrado vaso a Britania desde Jerusalén han espoleado el mito.

En Ardagh, en el condado de Limerick, fue hallado un cáliz en 1868, realizado en plata, bronce dorado y vidrio. A pesar de su exquisita factura, todo apunta a que su origen es de los primeros siglos del cristianismo, específicamente, del cristianismo irlandés, por lo que no puede ser tampoco la copa de la Última Cena.

3.3. El cáliz de Génova

Italia también reivindica sus derechos en cuanto a depositaria de la tradición griálica. En el Museo del Tesoro de la Catedral de San Lorenzo de Génova se halla el Santo Catino, realizado en un bello cristal verde que, al principio, se confundió con esmeralda. Este cristal es de manufactura medieval bizantina (o quizá islámica), por lo que debemos situar su origen en los siglos IX y X. Otro grial descartado.

Conclusiones

La verdadera historia del Santo Grial y sus supuestas cualidades mágicas han dado pie a multitud de leyendas. Si nos ceñimos a las pruebas históricas, debemos comenzar diciendo que no existe prueba alguna de que la Última Cena bíblica se realizara y que, si se hizo, probablemente hubiera más de un cáliz en la mesa. Por otro lado, de existir la reliquia, debería estar hecha de piedra semipreciosa, en ningún caso de material poroso como la cerámica o la madera.

A la luz de los documentos, el candidato más fehaciente a ser el cáliz santo es el que se conversa en la Colegiata de San Isidoro de León, por varios motivos: 1) la documentación ya lo menciona en el año 400; 2) podemos seguir su rastro a través de los textos históricos y 3) está realizado con ónice, material que concuerda perfectamente con los registros arqueológicos y con la documentación.

¿Existió realmente el Santo Grial? ¿Es una copa, en verdad? ¿O se trata de un concepto espiritual? El terreno que abarca la fe es amplio y, en este sentido, cada uno puede opinar como guste. Históricamente hablando, no podemos decir que exista constancia alguna de la existencia de un “santo grial”, ni siquiera de la Última Cena de Jesús. Sí que podemos afirmar que, de haber existido, el cáliz de León y el de Valencia son los que tienen más puntos de ser auténticos. Probablemente, esta es una cuestión que nunca se pueda cerrar del todo. La búsqueda continúa.

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  • MAFÉ GARCÍA, A. (2020), El Santo Grial, ed. Sargantana
  • TORRES SEVILLA, M., y ORTEGA DEL RÍO; J.M. (2014), Los Reyes del Grial, ed. Reino de Cordelia
  • El Santo Grial. Ana Mafé García, video del canal Vitruvio Arte (Hugo García, historiador del arte): https://www.youtube.com/watch?v=rKtDOapvApw&t=2419s
  • Programa 259 de Ágora Historia: Fernando Vázquez – Atenas – Santo Grial, emitido el 1 de diciembre de 2018
  • ¿Cuál es el verdadero Grial?, programa de SER Historia, emitido el 25 de junio de 2023

Al citar, reconoces el trabajo original, evitas problemas de plagio y permites a tus lectores acceder a las fuentes originales para obtener más información o verificar datos. Asegúrate siempre de dar crédito a los autores y de citar de forma adecuada.

Sonia Ruz Comas. (2024, julio 23). El Santo Grial: ¿verdad o leyenda?. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/cultura/santo-grial

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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