Más allá del alarmismo típico que aparece cada vez que un nuevo avance tecnológico se hace popular, es razonable pensar que, al igual que el uso de los smartphones y de las tablets influye cada vez más en nuestros hábitos comunicativos, también nos expone a nuevos riesgos y problemas.
El llamado síndrome FOMO, por ejemplo, es una muestra de ello: nos da miedo quedarnos "desconectados" de la red durante unas pocas horas, por lo que pudiésemos estarnos perdiendo.
Algo similar ocurre con el impacto que Internet ha tenido en el amor y las relaciones de pareja.
Por un lado, nos hace fantasear con la idea de que en cualquier momento, desde la comodidad de casa o desde el trabajo, podríamos estar iniciando relaciones afectivas o sexuales, incluso con un relativo anonimato. Por el otro, hace que empecemos a temer la posibilidad de estar perdiendo el tiempo al no conocer gente por la red de redes... y uno de los resultados de esto es la infidelidad digital. No por nada cada vez es más frecuente que redes sociales como Facebook cada vez generen más divorcios y rupturas.
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La infidelidad digital como nueva tentación
Tradicionalmente, uno de los grandes pilares de las relaciones monógamas consistía en limitar el acceso de cada miembro de la pareja a encuentros con gente del sexo contrario. Era común ir a actos sociales en pareja, y se necesitaba una buena excusa para conversar a solas con personas que podían ser vistas como "competencia".
Hoy día esta rigidez ya no existe en la mayoría de países occidentales, pero varios estudios muestran que no ha sido esto lo que ha incrementado la frecuencia con la que se dan infidelidades, sino el acceso constante a Internet.
La mayoría de las personas que han terminado teniendo una aventura fuera de su relación conociendo gente por Internet no empezaron a chatear con otras personas con la intención de ser infieles. Lo que suele ocurrir es que este tipo de mensajes y sesiones de chat son vistos como algo seguro, un entorno en lo que todo está bajo control y con el que se puede "cortar" en cualquier momento.
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Una sensación de irrealidad
Muchas personas no creen que iniciar una conversación para ligar con otros sea un acto de infidelidad, sino un juego o simulacro. Sin embargo, los hechos que muchas veces ocurren a continuación desmienten esta perspectiva de las cosas. La posibilidad de conectarse en cualquier momento con colegas del trabajo, amigos o incluso desconocidos y la percepción de la falta de riesgo de estas prácticas son ingredientes por los que muchas personas caen en la tentación.
Este tipo de accesibilidad es una trampa qua actúa mediante una falsa sensación de seguridad: creer que lo que ocurre por Internet no es algo real por el simple hecho de que se ve en una pantalla. Es decir, que hablar con alguien de un modo que rompería con las reglas del matrimonio o el noviazgo que se está teniendo es una especie de ficción porque es, tan solo, escribir palabras en un monitor. Algo que es difícil imaginar que tenga un impacto negativo en la relación y que, a la vez, resulta divertido o estimulante.
Por otro lado, es una acción tan insignificante (o eso es lo que parece, al menos) que es fácil encontrarle una justificación. Por ejemplo, la monotonía y el aburrimiento, especialmente en el caso de las relaciones a distancia en las que se tiene contacto poco frecuente con el enamorado o enamorada, o la insatisfacción sexual con esta. Estos elementos pueden ser vistos como un agravio a compensar con algo tan simple como hablar con otras personas por Internet.
En esta clase de razonamientos, pues, la infidelidad digital puede ser vista incluso como algo que salva el matrimonio, o que hace que la relación de pareja sea más estable y saludable. Ni siquiera llega a ser un mal menor, sino una pieza totalmente integrada en ese noviazgo.
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¿Qué hacer para evitarla?
En lo relativo a la infidelidad digital, lo mejor que se puede hace es evitar riesgos y empezar por asumir que cierto tipo de contactos a través de Internet también violan las reglas pactadas de la relación de pareja basada en la monogamia. No es por nada que sea una práctica que se oculta activa y pasivamente a la otra persona.
Así, es importante empezar por evitar situaciones ambiguas y que a la vez nos exponen a otros riesgos que no tienen que ver con lo romántico, como por ejemplo la práctica de aceptar la solicitud de amistad de todo tipo de desconocidos.
Por otro lado, es importante tener previstas ciertas reglas de comportamiento ante situaciones que pueden dar paso a la infidelidad digital, como detectar ciertos patrones de comportamiento en las respuestas de la persona con la que se habla, y cortar de raíz con ese tipo de conversación.
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