Las redes sociales son una realidad y han modificado la forma en que nos comunicamos unos con otros. No solo prestamos una atención muy grande a nuestra presencia en estas redes, sino que también delegamos en ellas el canal de comunicación con amigos que no vemos a menudo.
Las redes sociales también han cambiado la experiencia de viajar. Ya no solo se trata de la incipiente (y molesta) presencia de palos de selfie por sí sola. La experiencia de viajar, siempre asociada a ver con ojos propios monumentos, culturas y ciudades parece estar obsoleta: ahora muchos turistas se limitan a ver la realidad a través de las pantallas de los smartphones. Inmortalizar el momento a través de un gadget parece ser más importante que descubrirlo por uno mismo, con los sentidos con los que nos ha dotado la madre naturaleza. Son viajes 2.0., y no hablo de pasear por Google Street.
La vida detrás de una pantalla
Es una auténtica pena y muchos psicólogos advierten que vivir la vida a través de la constante exposición a las redes sociales puede acarrear bastantes problemas en lo que refiere a la forma en que nos relacionamos con otras personas. Y no solo por la dificultad evidente de entablar conversaciones y “amistades” a través de las redes, sino también por los problemas de autoestima asociados a esta dependencia del móvil. Dependencia que, por cierto, recibe el nombre de nomofobia.
Pasamos más tiempo pensando en cómo las demás personas nos perciben que no en vivir nuestras propias aventuras y experiencias. Estamos pendientes durante todo el día de comprobar si tenemos notificaciones nuevas en las redes sociales, en vez de realizar actividades que nos gusten y que nos permitan conocer a otras personas con las que realizarnos en la vida real. Necesitamos sentirnos conectados con otras personas, porque es una de los elementos necesarios para sentirnos felices, estar saludables y vivir más años, pero… ¿lo estamos haciendo bien?
Las 3 formas en que las redes sociales destruyen nuestras relaciones
Hemos de recobrar la capacidad para relacionarnos sin la necesidad de tener una pantalla por medio. Las redes sociales pueden ayudarnos a mantener contacto con amigos que viven lejos, pero solo debe ser eso: un apoyo.
Vamos a revisar algunas formas que las nuevas tecnologías y las redes sociales pueden mermar la calidad de nuestras relaciones personales en la vida real... y algunos consejos para mejorar la situación.
1. ¿Sientes que te estás perdiendo algo? El síndrome FOMO
¿Qué es lo que realmente nos atrae de las redes sociales? Compartir momentos. En forma de fotografía, vídeo, estado, chiste… pero compartir momentos con los demás. Pero aunque esto suene muy bonito, lo cierto es que muchas personas viven tan pendientes de las redes sociales que terminan por perderse esos momentos únicos, en el afán de sacar una foto o de explicárselo a sus contactos.
Estamos negándonos la posibilidad de experimentar la felicidad y los momentos especiales solo por la necesidad narcisista de mostrarle al público lo felices que somos o la vida tan interesante que tenemos. Además, vivimos sujetos al refuerzo positivo, en forma de likes y comentarios, lo cual agrava el problema.
Este es uno de los problemas, pero no es el único. De hecho, ya se empieza a hablar de la existencia del síndrome FOMO, cuyos afectados tienen la mala sensación de estar “perdiéndose algo”. Es una situación de angustia permanente, que no nos deja disfrutar del día a día y de las relaciones personales en carne y hueso.
Más sobre el síndrome FOMO: “Síndrome FOMO: sentir que la vida de los demás es más interesante”
2. Adicción y ensimismamiento: La Nomofobia
Hay una fina línea que separa el placer de la conducta adictiva. Cuando empezamos a usar las redes sociales, inconscientemente, puede que usemos como una forma de obtener validación por parte de nuestros contactos, y esto nos puede hacer entrar en una dinámica negativa.
Las regiones cerebrales que regulan la sensación de placer nos recompensan positivamente ante la novedad, y no hace falta decir que las redes sociales nos bombardean con miles de noticias de pura actualidad: nuevos posts, nuevas imágenes, nuevas noticias, a cada segundo que pasa.
Resulta irónico que una herramienta que ha sido diseñada para conectarnos con otras personas nos haga sentir aislados y obsesionados por la imagen que estamos ofreciendo. La adicción a las redes sociales también viene de la mano de la ansiedad y, en casos graves, de cuadros depresivos.
Cuando pasamos unos días de vacaciones en la playa, nuestra principal motivación debería ser disfrutar de esos momentos de relajación, y no estar pendientes de la fuente de placer que nos generan las redes sociales a través de las fotos y comentarios que vamos publicando.
3. Redes sociales y relaciones sociales felices: ¿pueden coexistir?
Una investigación reciente mostró que la mera presencia de un smartphone en el contexto de una conversación entre dos personas (cara a cara) interfiere en la sensación de intimidad, conexión y en la calidad de la comunicación. Casi nada.
Somos seres sociales y necesitamos estar en contacto con otras personas. Cuando interactuamos con alguien en la vida real, comprendemos sus emociones y sentimientos e intercambiamos otras informaciones más allá de lo estrictamente verbal. Si los aparatos tecnológicos consiguen que nuestras conversaciones, es probable que nos desensibilicemos y nuestra capacidad de empatizar con otras personas, poco a poco, mengüe, y así nuestra habilidad para conectar genuinamente con los demás. Aunque las redes sociales fueron pensadas para conectarnos unos con otros, puede que nos estén alejando de percibir las necesidades y pensamientos de las personas que tenemos cerca, y esto pone en peligro la calidad de la comunicación y, en último término, de las relaciones sociales y familiares.
Redes sociales y felicidad
En realidad, debemos tratar de hacer una reflexión muy sencilla: ¿estar conectados permanentemente a las redes sociales nos hace vivir momentos mágicos? Probablemente, tu respuesta será negativa. Hay que aprender a vivir el momento sin la intermediación de la exposición pública. No hagamos de nuestra vida una especie de Show de Truman.