Sea como sea el estilo de vida que llevemos, está claro que tarde o temprano terminamos topándonos con personas susceptibles. Individuos que a la mínima crean dramas y que, aunque no tengan por qué disfrutar con los conflictos, lo cierto es que lo llevan todo al terreno personal con mucha facilidad.
En este artículo veremos cómo identificar a las personas susceptibles por sus características típicas. Eso sí, ten en cuenta que estas son unas indicaciones generales, y que cada ser humano es un mundo que no puede ser resumido completamente solo con una etiqueta.
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Las características de las personas susceptibles
Entre las señales que muestran que estamos tratando con una persona susceptible, encontramos las siguientes.
1. Ante la ambigüedad, ven conflicto
En las relaciones personales surgen habitualmente muchos momentos de ambigüedad, que están abiertos a múltiples interpretaciones. Cuando esto ocurre, las personas especialmente susceptibles asumen el peor escenario posible, y se imaginan fácilmente ofensas dirigidas hacia ellos.
2. No se paran a reflexionar sobre su enfado
Otro de los aspectos básicos de las personas susceptibles es que no se paran demasiado a plantearse qué ha ocurrido realmente cuando se sienten ofendidas. Sin embargo, no siempre se enfrentan directamente a quien según ellas les ha atacado; también es posible simplemente adoptar una actitud pasivo-agresiva.
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3. Intentan que la conversación gire alrededor del supuesto ataque
No es fácil que estos individuos pasen página en cuestión de segundos, dado que le dan tanta importancia a la causa de su malestar que pueden intentar dejar de lado el tema de conversación que se estaba tratando antes, o lo que se estaba haciendo.
Aunque eso no significa que sea imposible impedir que ese falso ataque cobre protagonismo; existen maneras de mostrar que no tiene razón de ser y que por consiguiente no hay que prestarle atención.
¿Cómo relacionarse con ellas?
Si algo nos caracteriza como especie, eso es la diversidad. Los seres humanos somos capaces de adoptar muchas maneras de vivir la vida, y por eso tenemos diferentes personalidades, actitudes y maneras de percibir la vida y las relaciones personales.
Ahora bien, nuestra diversidad hace que en algunos casos, nos encontremos con personas con una característica personal muy extrema, bastante más desarrollada que la media. Cuando esta característica tiene que ver con actitudes hostiles o la facilidad para generar conflictos, puede llegar a ser un reto tratar con esos individuos.
Las personas susceptibles son una realidad que es mejor saber gestionar en nuestras relaciones personales, sin que por ello tengamos por qué hacernos amigos de ellas. Prácticamente ninguna conversación está predestinada a terminar en discusiones y enfados, por mucha predisposición al conflicto que haya.
1. No ridiculices
A veces, la susceptibilidad de quien habla con nosotros puede parecernos una broma. Sin embargo, para ellas el motivo de su enfado es muy real, no hacen comedia.
El primer paso es aceptar que se han ofendido de verdad, aunque eso no significa que le demos mucha importancia a la situación si vemos que es lo suficientemente poco grave como para limitarnos a no alimentar ese enfrentamiento.
2. Discúlpate solo cuando tengas motivos
Disculparse por el simple hecho de que alguien se ha tomado mal un comentario o acción no es lo recomendable, al menos en todos los casos. Solo hay que hacerlo si realmente ha habido un malentendido razonable, es decir, uno en el que creas que gran parte del resto de personas habría podido caer en ese contexto.
Puede parecer que al negarte a pedir perdón ante la persona susceptible estés generando conflicto, pero no tiene por qué darse el caso. En muchas ocasiones, disculparte solo alimentará el relato de que ha habido una ofensa, y no un malentendido, y eso puede llegar a viciar más la conversación, anclándola en la hostilidad.
3. Si vas a criticar, adopta una perspectiva impersonal y constructiva
Cuando quieras hacer críticas a algo que ha hecho una persona especialmente susceptible, hazlo refiriéndote a la perspectiva de una persona ficticia, que no conozca a ninguno de los involucrados, y siempre poniendo énfasis en lo que se puede mejorar, y no en lo que está mal.
4. Usa un lenguaje no verbal no hostil
Tus posturas y gestos deberían denotar confianza y aceptación, y no hostilidad o una actitud a la defensiva. Evita adoptar posturas encorvadas o mantener los brazos cruzados o cubriendo buena parte de tu zona frontal en general, y muestra que el contexto no se merece ver a un enemigo en la otra persona.
5. Mantén una actitud educada, pero no te obsesiones
Tener miedo a ofender a la otra persona no tiene sentido, porque eso en todo caso solo genera una ambiente enrarecido al que las personas susceptibles tienden a ser sensibles. Simplemente, asume que no tienes por qué intentar controlar plenamente la situación, y mantén unas normas básicas de educación.
Referencias bibliográficas:
- Gimero-Bayón, Ana (1996). Comprendiendo como somos. Dimensiones de la personalidad. Bilbao: Desclée de Brouwer.
- González, José (1987). Psicología de la personalidad. Madrid: Biblioteca Nueva.