Tras el primer año de vida de tu hijo, lleno de despertares nocturnos frecuentes en busca de alimento y contacto, parecía que —por fin— empezaba a dormir algo mejor. De golpe, empieza a despertarse de nuevo varías veces, le cuesta dormirse o incluso se resiste a ir a la cama y tú no dejas de preguntarte qué ha pasado.
Es probable que, si lo hablas con tu entorno más cercano, escuches comentarios que te desaniman o incluso te culpabilizan de esta situación. En este artículo te explicamos por qué estos cambios no solo no son culpa tuya, sino que forman parte del desarrollo de los niños y las niñas.
Alrededor de los dos años se produce una crisis —también conocida como regresión— del sueño. Esto es más frecuente de lo que solemos pensar y, aunque puede ser agotador para madres y padres, no es algo preocupante. A continuación explicamos detalladamente qué es la crisis del suelo de los dos años, qué la causa y qué podemos hacer al respecto.
El sueño en la infancia y sus bases biológicas
Antes de explicar en qué consiste la crisis del suelo que se produce a los dos años, es necesario comprender que el sueño es un proceso fisiológico evolutivo. Esto quiere decir que es dinámico porque está en evolución y que, como consecuencia, no es igual en todas las etapas de la vida.
Especialmente durante los primeros años de vida, incluida la adolescencia, el sueño cambia tanto en su estructura como en su función. Por ejemplo, en las etapas más iniciales de la vida el sueño sirve, principalmente, para reorganizar el cerebro que está creciendo.
Sin embargo, a medida que los niños y las niñas van creciendo, el sueño pasa a tener un papel de mantenimiento y reparación de las estructuras cerebrales ya formadas. Este cambio explica por qué los bebés duermen más que los niños más mayores.
¿Qué es la crisis del sueño de los dos años?
Se utiliza el concepto regresión del sueño —aunque en muchas ocasiones se habla de crisis del suelo— para hacer referencia a un fenómeno temporal en el que se producen alteraciones en el sueño. Pese a que a nivel popular hay muchos mitos al respecto, es importante comprender que es algo habitual debido al desarrollo de las criaturas.
Con frecuencia, se observan más dificultades para conciliar o mantener el sueño. Esto se traduce en más resistencia a la hora de ir a dormir, siestas más cortas o más despertares nocturnos, por ejemplo.
Además, suele darse un aumento de demanda hacia los padres y más necesidad de compañía, contacto o consuelo para poder dormir. Cuando esto sucede, padres y madres pueden llegar a sentirse agotados/as. La buena noticia para los cuidadores es que suelen durar entre 2 y 6 semanas.
Causas principales
Estos cambios en el patrón del sueño no se deben a un único factor, sino que son el resultado de diversos procesos y factores que se dan a la vez en esta etapa. A continuación los explicamos con más detalle.
Hitos del desarrollo físico y cognitivo
En términos generales, los dos años representan una época en la que el cerebro está muy activo. Se produce un “estallido” en el lenguaje porque se produce una expansión del vocabulario y algo similar sucede con las habilidades motoras. Correr, saltar, trepar… cada vez se van consolidando más dichas habilidades. Por si todo esto fuera poco, empieza a emerger el juego simbólico.
Todos estos cambios y avances implican mucho trabajo para el cerebro. Procesar la información de todo lo experimentado durante el día puede suponer que el cerebro esté muy activo y después cueste más conciliar el sueño.
Cambios emocionales y en la autonomía
La etapa de los dos años también supone cambios en cuanto a la autonomía. Quieren hacerlo prácticamente todo por sus propios medios y quieren decidir más cosas. Además, es una época en la que suelen aparecer con frecuencia las rabietas y la resistencia a los límites.
El conjunto puede suponer una mayor resistencia a la hora de irse a dormir. Si a todo esto le sumamos que en torno a los dos años suele darse —por irónico que pueda parecer— un pico de ansiedad por separación que lleva a más demanda para dormir, la intensidad de la situación puede volverse compleja para padres y madres.
Cambios cerebrales
Con los cambios previamente mencionados, es de esperar que el cerebro se encuentre en plena expansión. Se forman muchas conexiones nuevas relacionadas con el lenguaje, la memoria, las habilidades motoras e incluso con la regulación emocional.
Además, investigaciones recientes sugieren que en esta época puede estarse produciendo el cambio de función en el sueño, pasando de ser de reorganización neuronal a reparación y mantenimiento.
Factores ambientales y culturales
Más allá de los cambios que se producen a nivel interno, no podemos olvidar que el entorno también tiene un papel importante. Los cambios importantes en el día a día (rutinas alteradas, inicio de la guardería, llegada de un hermano/a, etc.) pueden llegar a interferir en el sueño.
Por otro lado, algunos aspectos que quizá no consideramos importantes —pero sí lo son—, también pueden interferir. La forma en la que cada familia entiende y gestiona el momento de descanso —si la familia colecha o duerme en su habitación, rutinas antes de ir a dormir, etc.—también es importante.
Cómo acompañar a los niños durante esta etapa
Algo que quizá ayude a transitar esta etapa tan intensa y extenuante es el hecho de recordar que es temporal. En cuestión de unas semanas todo habrá pasado porque forma parte del desarrollo de las criaturas —en caso de que las dificultades persistan o se observen otras señales de alarma es necesario consultar a un especialista—.
Revisar las siestas diurnas y hacer cambios si es necesario, mantener rutinas predecibles y claras y preparar un ambiente que favorezca la conciliación del sueño son aspectos cruciales. Asimismo, es importante ser la figura que ofrece calma y acompañamiento a la vez que es consistente con los límites de forma respetuosa.
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