A todo el mundo le gusta la certidumbre, en el sentido de que hay cosas que no nos gusta que nos den sorpresas. Hay cosas de nuestro día a día que queremos que sigan igual y, para conseguirlo, hacemos lo mismo cada día, eso que llamamos rutina.
Sin embargo, también valoramos aquello de ser abiertos de mente. La novedad nos trae un soplo de aire fresco en forma de mayor imaginación, creatividad y experiencias nuevas que suelen despertarnos buenas emociones.
La rigidez mental es lo contrario a la apertura de mente, y ésta está conformada por estándares inflexibles, pautas de pensamiento que son muy impermeables a cualquier cambio para mejor. Vamos a reflexionar sobre qué supone tener demasiados de estos estándares.
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¿Qué son los estándares inflexibles en Psicología?
Todos hemos oído eso de ser cerrados de mente, una expresión que está muy extendida en el lenguaje popular. Por regla general, se usa para referirse a alguien que tiene mucha rigidez mental, que no se sale de un patrón concreto de pensamiento. Él o ella tiene sus propios estándares, inflexibles y muy impermeables a cualquier nueva idea o forma de hacer que se salga de su cotidianidad.
También se aplica a alguien que no entiende o no quiere entender un punto de vista distinto al suyo, que en su mundo las cosas son como son, y que cualquier idea ajena a sus estándares tiene que estar por necesidad equivocada.
Entendemos que una persona tiene demasiados estándares inflexibles cuando desecha planteamientos, ideas o perspectivas distintas a las que suele usar en su día a día. Se acomoda y cierra en sus ideas y esquemas mentales propios, no sale de ellos.
Puede que, en el fondo, sepa que ciertas estrategias que aplica en su día a día sean incorrectas y disfuncionales, pero como le teme al cambio y no sabe si lo nuevo implica más riesgos que lo viejo, no se arriesga a deshacerse de sus estándares inflexibles.
Las personas con demasiados estándares inflexibles, de naturaleza excesivamente sólida y fija, tienen problemas para valorar otras perspectivas o puntos de vista, no únicamente los que provienen de los demás sino, también, no son capaces de salir de aquella visión que llevan tiempo aplicando sobre el mundo que les rodea.
No les gusta la novedad por miedo a que no saben si va a suponer buenos resultados o, de lo contrario, les va a traer consecuencias peores a las que obtenían con los viejos métodos. Siguen la máxima de “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
Todo el mundo tiene estándares inflexibles en cierto grado, y no debemos preocuparnos por el simple hecho de tenerlos. Cada cual se encuentra en un punto dentro de un gradiente que va desde la más absoluta flexibilidad cognitiva hasta la más estática rigidez mental.
Hay cosas de nuestro día a día en las que nos cuesta mucho poner en duda o cambiarlas, sin que esto sea síntoma de trastorno mental alguno. Lo podemos ver con un ejemplo cotidiano con el que seguro todo el mundo se siente identificado.
Piensa en cuántas veces has intentado solucionar un problema de la misma manera, una y otra vez, a pesar de que en más de una ocasión ese sistema no te ha funcionado. Sabes de antemano que esa es una mala opción, pero te da miedo probar cosas nuevas no vaya a ser que te hagan perder más tiempo o que te den peores resultados pero, claro, uno no gana si no arriesga.
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Características de la rigidez mental
Los estándares inflexibles, y en general la rigidez mental, puede adquirir varios grados de importancia desde una perspectiva propia de la psicología clínica. Ser demasiado cerrado de mente o rechazar sistemáticamente nuevas ideas y comportamientos puede describirse como fenómenos problemáticos, síntomas o rasgos de una personalidad obsesiva.
Por ejemplo, desde el psicoanálisis, la rigidez mental y los estándares inflexibles son tomados como algo propio de un paciente que se resiste al cambio o que no quiere hablar de un tema que le produce incomodidad o miedo. Esta idea tiene bastante relación con la que solemos usar en el lenguaje popular, pues el paciente se resiste a cambiar por miedo a que lo nuevo le provoque algún tipo de crisis existencial.
También podemos relacionar los estándares con la idea de la zona de confort. Una persona que lleva años siguiendo las mismas pautas para hacer las cosas de su día a día o que tiene un sistema de creencias muy fijo no le resultará cómodo dudar sobre ellos a estas alturas de su vida. La comodidad que nos ofrece pensar de una forma determinada por mucho tiempo es muy grande, y cualquier cambio que se quiera introducir va a suponer pasar por un período de inestabilidad e incertidumbre.
Pero a pesar de su aparente comodidad, tener unos estándares extremadamente inflexibles trae sus desventajas. Las principales es que pensar siempre de la misma manera, ver el mundo bajo el mismo prisma y no dudar de las ideas propias actúa cortando las alas para la imaginación, la mejora personal y el descubrimiento de nuevas experiencias e ideas. La apertura de mente es radicalmente opuesta al hecho de tener unos estándares inflexibles.
Como síntoma, los estándares inflexibles, mejor dicho la rigidez mental en un sentido más extenso, se puede observar en condiciones psicológicas como por ejemplo el síndrome de Asperger, las demencias o el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC).
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Características de una persona con demasiados estándares inflexibles
Como decíamos, todo el mundo tiene algunos estándares inflexibles, pues es inevitable que nuestra mente sea rígida en ciertos aspectos, sobre todo en aquellos que tienen que ver con nuestro día a día. Por muy abiertos de mente que seamos, necesitamos cierta estabilidad diaria, ciertas pautas que poco cambien y que nos den seguridad al saber que siempre nos van a traer los mismos resultados.
No obstante, como también hemos comentado, tener demasiada rigidez mental es un problema que limita nuestra imaginación, privándonos de poner a prueba nuevas estrategias para ver si, optando por un nuevo método, tenemos mejores resultados que los que solíamos tener. Tener demasiados estándares inflexibles no nos deja adaptarnos al entorno.
Son varias las características que podemos encontrar en una persona que sigue demasiados estándares inflexibles:
- Negación a abrirse a nuevas perspectivas
- Reticencia a los cambios
- Rechazo a nuevas perspectivas
- Rumiación
- Negación a vivir el presente
- Rechazo a la incertidumbre, aunque lo conocido implique daños
Las personas con demasiados estándares inflexibles se quedan atrapadas en patrones de pensamiento y de comportamiento que ellas mismas se han forjado, de los cuales se niegan a desprenderse, aunque sepan que les traerá siempre resultados negativos.
Aunque saben que tener un pensamiento demasiado rígido les imposibilita desarrollar vínculos sanos y felices con los demás al privarse de experiencias nuevas, siguen atrapados en el mismo. Los estándares inflexibles excesivos hacen que sus víctimas no cedan y queden prisioneras en sus propias ideas y actitudes.
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Consecuencias de tener demasiados estándares inflexibles
Cuando somos personas con una rigidez cognitiva extrema, nuestra mente se cierra a las nuevas posibilidades, lo que trae consigo una serie de consecuencias que todas ellas nos provocan insatisfacción con la vida. Entre las consecuencias emocionales, sociales y físicas de tener demasiados estándares inflexibles encontramos:
- Problemas para adaptarse ante la adversidad
- Dificultades para crecer como persona
- Dificultades para crecer en el plano intelectual
- Problemas para tener nuevas amistades
- Problemas laborales a causa de no saber adaptarse a los cambios en el trabajo
- Problemas para disfrutar del sexo
La mayoría de estos problemas se relacionan con la idea de no poder salir de la zona de confort o de seguridad que la persona se ha creado siguiendo sus estándares inflexibles. Como no es capaz de innovar ni probar nada nuevo, a la mínima que hay algo que se aleja de lo que forma parte de su rutina diaria o de lo que se esperaba, se queda desconcertada y siente mucha ansiedad, tanto que le imposibilitan adaptarse a la nueva situación.