Las redes sociales forman una parte primordial en el acontecer social y cultural de nuestro tiempo. Se consolidan como una nueva forma de hacer lazo, donde entra en juego la mirada, es decir, el mirar y ser mirado por los otros.
La red social como vidriera
¿Qué miramos cuando estamos en una determinada red social? Es tan variable y plural la oferta de imágenes, que por momentos se observa una sobresaturación. Nos encontramos desplazando con el dedo historias, reels, videos, pero realmente, ¿prestamos atención a lo que vemos?, ¿qué realmente nos interesa de aquello que estamos mirando? Pareciera que prevalece el momento fugaz de ver, por sobre el comprender. Más allá de poder estar notificados acerca de este “mirar sin mirar”, esta acción se presenta de una manera compulsiva. Es decir, el sujeto siente que no puede parar de realizarlo.
Existe una gran diferencia entre "ver" y "mirar". A pesar de que ambos respondan al órgano ocular, cada acto en sí conlleva una experiencia peculiar y subjetiva. El acto de ver es meramente pasivo por cuanto se ve todo aquello que se coloca ante el campo de la visión. Pero no se produce una mirada. Para que esta surja, se requiere de una intencionalidad específica y de un gesto subjetivo particular. El mirar es un acto que compromete al sujeto, que conlleva a cierta voluntad individual y donde entra en juego la historia particular.
Al respecto, el Diccionario de la Lengua Española distingue una diferencia puntual entre ver y mirar. Define a la primera como el hecho de "percibir por los ojos los objetos mediante la acción de la luz”, mientras que adjudica al acto de mirar la función de "aplicar la vista a un objeto" Entonces, si afirmamos que el mirar implica una intencionalidad específica, ¿dónde está nuestra subjetividad al quedar capturados por lo que nos ofrece el celular?
Ser mirado por los otros
La foto apunta a capturar una vivencia, en un momento y lugar determinado. Se establece como un recorte subjetivo de la escena, una parcialidad. que al momento de subirla a una red social, se dirige y expone a la mirada de los otros.
Muchas veces, pareciera que el acto de sacar y/o subir una foto funciona como una “inscripción psíquica” de la realidad. Es decir, se presenta cierta necesidad de tomar una foto y/o mostrarla en alguna red, para tomar registro que eso que está sucediendo es real. Esto nos hace pensar como la dimensión real se entrelaza subjetivamente con la digital, interviniendo en el modo de elaboración de nuestras vivencias. Esto lo podemos observar, por ejemplo al momento de realizar un viaje, cómo surge, frente a una escena atractiva, la necesidad de capturar ese momento. Así como también en un recital, donde la persona mira el show por medio de la pantalla de su celular.
Muchas imágenes que subimos a las redes están destinadas a ofrecerse como un ideal, ¿ideal de qué? De estándares de belleza, diversión, éxito, juventud, viajes, etc. El ideal es el lugar desde donde queremos ser mirados, esperando la valoración de los otros (likes), que ponen en evidencia una gran dependencia. Pareciera que el objetivo principal se centra en ser vistos, donde la mirada se vuelve la protagonista. Es significativo pensar que cuando se activa la mirada ajena. Se está en una posición de objeto, objeto de la mirada de los otros.
El uso de maquillajes, filtros, photoshop, brindan la ilusión de acercarnos a los ideales contemporáneos. Cuando se direcciona la vida en función de los mismos, se produce una alienación, es decir, nos quedamos atrapados a los deseos de los otros. Creyendo que aquello que miramos es real.
Nos remontamos a la historia singular infantil, a las primeras miradas, desde donde la madre/padre o quién ocupa esa función, alojan a ese bebé, dándole un lugar como deseado o no deseado. El modo en el que se le es considerado, mirado, hablado dentro de la trama familiar, va dejando marcas significativas que orientan la forma en la que el sujeto registra la realidad.
Conclusiones
Las redes sociales nos abren un juego donde la mirada es protagonista. Muchas veces quedamos capturados por eso que se nos ofrece o por aquello que buscamos mostrar como ideal, donde el plano real pareciera confundirse con el virtual. Como desafío pensamos en la posibilidad de una pausa, donde puedan surgir nuevos interrogantes, que lejos de aquella pasividad que demanda el dispositivo, pueda aparecer algo de la propia subjetividad.