Es muy fácil e intuitivo relacionar la cantidad de sexo que se tiene con los niveles de felicidad que experimentamos. Parece de sentido común pensar que la satisfacción sexual juega un rol importante en la psicología humana y con el grado en el que estamos conformes con la vida; incluso uno de los primeros referentes de la historia de la psicología, Sigmund Freud, le dio a la sexualidad humana un papel protagonista en el desarrollo de nuestra personalidad.
Además, tal y como vimos en otro artículo, sabemos que durante las relaciones sexuales varias áreas estratégicas de nuestro cuerpo empiezan a emitir y a captar una mayor cantidad de hormonas relacionadas con la sensación de bienestar y la creación de lazos afectivos que nos hacen sentir bien. ¡Hasta desde la psicología evolucionista se habla sobre el origen de muchas características psicológicas innatas en nuestra especie vinculando sus orígenes con el sexo!
Más cantidad de sexo, mayor felicidad. ¿Seguro?
Sin embargo, la ciencia está entre otras cosas para poner a prueba las ideas que el sentido común da por confirmadas. Y, por lo menos en el terreno de la satisfacción subjetiva con la vida, parece ser que una mayor cantidad de relaciones sexuales o tiene por qué equivaler a un incremento en la felicidad percibida.
Esto es lo que indica un estudio realizado por investigadores de la Carnegie Mellon University y publicado en Journal of Economic Behavior & Organization.
Partiendo de una pregunta simple
Hay bastantes investigaciones que indican que las personas que se sienten más felices son también las que tienden a tener más sexo que la media. Esta correlación, como casi todas, es bastante confusa y genera muchas preguntas sobre el modo en el que la felicidad percibida y la cantidad de sexo interactúan: ¿es la felicidad la que lleva a una vida sexual más activa, o al contrario? ¿O tal vez existe una tercera variable desconocida que genera tanto un aumento de los niveles de felicidad como de la frecuencia de las relaciones sexuales?
Los investigadores de la Carnegie Mellon University se plantearon, justamente, explorar las posibles relaciones causales que pudiesen ser encontradas entre la felicidad y la vida sexual de las personas. Concretamente, buscaron responder a la pregunta de si más sexo incrementa los niveles de felicidad o no. Y lo hicieron de la manera más cruda posible: reclutando a un cierto número de parejas y asignándoles unos deberes muy concretos, consistentes en doblar la frecuencia con la que solían hacer el amor, durante 90 días seguidos.
La investigación se hizo así
Claro que estas personas no fueron las únicas que participaron en el estudio. En total se reclutó´a 64 parejas, pero solo la mitad tuvo que aumentar la cantidad de sexo que tendrían durante varios meses. Al resto se le dio instrucciones de ningún tipo en lo sexual, ya que debía formar parte de lo que se conoce como grupo control. Todos los miembros de las parejas, independientemente de si tenían que doblar la frecuencia con la que tenían sexo o no, debían ir rellenando una serie de cuestionarios durante el transcurso de los tres meses que duró la fase de recogida de datos.
Las preguntas que aparecían en estos cuestionarios trataban sobre los niveles de felicidad percibidos, los hábitos de salud que se estaban manteniendo y la satisfacción encontrada en el sexo.
Los resultados, algo desconcertantes
La principal conclusión a la que se llegó a través del estudio fue que no solo más sexo no da una mayor felicidad, sino que puede hacer que esta disminuya. Además, muchas de las parejas que debían aumentar la frecuencia de las relaciones pasaron a mostrarse significativamente menos motivadas por el sexo. Si nivel de deseo había disminuido.
Por supuesto, esto no significa que aumentar deliberadamente la actividad sexual durante tres meses vaya a afectarnos negativamente siempre: por ejemplo, si en vez de centrarse en la cantidad se dedicasen esfuerzos a mejorar la calidad de este, los resultados podrían ser otros.