La sexualidad es una dimensión esencial del ser humano. Atraviesa emociones, vínculos, identidad, placer, cuerpo y cultura. Sin embargo, todavía hoy sigue siendo un tema que genera incomodidad, tanto en pacientes como en profesionales. Y en el contexto de la consulta psicológica, esta incomodidad puede traducirse en silencios, evitación o errores que obstaculizan el acompañamiento terapéutico.
Errores al abordar la salud sexual en psicoterapia
Como profesionales de la salud mental, no podemos permitirnos tratar la sexualidad como un "tema tabú". Y, sin embargo, es habitual encontrar errores que, aunque no siempre intencionados, tienen un impacto en el proceso terapéutico. A continuación, repasamos siete errores frecuentes al abordar la salud sexual en consulta psicológica. Detectarlos es el primer paso para mejorar la práctica clínica y ofrecer un acompañamiento más completo, respetuoso y transformador.
1. Evitar el tema de la sexualidad por incomodidad propia
Uno de los errores más frecuentes es no abrir la puerta al tema. Si el o la profesional no lo menciona, el paciente probablemente tampoco lo hará. La sexualidad sigue estando cargada de vergüenza, culpa y silencios culturales. Por eso, si no hay un espacio claro, explícito y seguro para hablar de ello, lo sexual queda fuera del encuadre.
Es importante revisar nuestra propia relación con la sexualidad y reconocer si hay aspectos que nos incomodan, nos bloquean o preferimos evitar. El trabajo con supervisión y la formación específica en sexología pueden ayudarnos a abordar este punto con mayor seguridad y profesionalidad.
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2. Reducir la sexualidad al coito o a las relaciones genitales
Otro error común es tener una visión reduccionista de la sexualidad. A menudo, cuando se menciona el término, se piensa automáticamente en relaciones sexuales con penetración. Esta visión estrecha deja fuera muchas otras formas de expresión y vivencia sexual: el deseo, la autoexploración, el erotismo, el afecto, la fantasía, la sensualidad, etc.
La sexualidad no es una conducta puntual, es una experiencia integral que puede vivirse de muchas maneras. Limitar su abordaje a lo genital o a los "problemas de pareja" invisibiliza las múltiples formas en que se expresa el deseo y el placer en la vida cotidiana.
3. Asumir que si el paciente no menciona su vida sexual, está todo bien
El silencio no siempre es sinónimo de bienestar. De hecho, muchas personas no hablan de su sexualidad por miedo, vergüenza, creencias religiosas, experiencias traumáticas o simplemente porque nunca se les ha dado permiso para hacerlo. Si como profesionales no generamos un espacio que legitime ese discurso, corremos el riesgo de ignorar una parte central de la identidad y el malestar del paciente.
Una simple pregunta abierta como "¿te gustaría que habláramos sobre cómo estás viviendo tu sexualidad actualmente?" puede marcar la diferencia entre un acompañamiento superficial y uno realmente integrador.
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4. No tener formación en diversidad sexual y de género
No se puede acompañar adecuadamente en temas de salud sexual sin comprender la diversidad que existe en torno al sexo, el género y las formas de vincularse. Aún hoy, hay profesionales que actúan desde supuestos heteronormativos o cisnormativos, sin darse cuenta del daño que eso puede generar.
La falta de formación en este punto no sólo empobrece la intervención, sino que puede reforzar estigmas o provocar que la persona abandone la terapia. Conocer las realidades LGTBIQ+, las distintas orientaciones, identidades y expresiones de género, así como los modelos relacionales diversos (no monogamias éticas, por ejemplo), es parte de una praxis clínica responsable y actual.
5. Interpretar todo problema sexual como síntoma de un conflicto psicológico profundo
Aunque muchas veces existe un componente emocional o relacional detrás de una disfunción sexual, no siempre es así. No todos los casos de deseo hipoactivo, anorgasmia o disfunción eréctil responden a conflictos inconscientes o traumas infantiles. A veces hay causas médicas, hormonales, contextuales o incluso efectos secundarios de medicación.
Patologizar automáticamente la experiencia sexual puede desinformar, generar más ansiedad y hacer que la persona se sienta “rota” o inadecuada. Un abordaje riguroso y actualizado implica derivar, si es necesario, a otros profesionales de la salud para un enfoque interdisciplinar.
6. No revisar nuestros propios prejuicios o creencias
Todas las personas —también los terapeutas— tenemos una historia sexual, una educación, unos valores y unos límites. Pero cuando esas creencias personales interfieren en el acompañamiento clínico, se produce un conflicto ético. Es posible que tengamos dificultades para hablar de algunos temas, para validar ciertas prácticas o para respetar decisiones que no compartimos.
La solución no está en forzarse ni en disimular, sino en tomar conciencia de esos límites y trabajar activamente para no imponerlos al paciente. La supervisión y el trabajo personal son imprescindibles para poder ofrecer una mirada amplia, respetuosa y profesional.
7. Olvidar que la salud sexual también es salud mental
La OMS define la salud sexual como un estado de bienestar físico, emocional, mental y social relacionado con la sexualidad. Sin embargo, en la práctica clínica, a menudo se separan de forma artificial los temas “psicológicos” y los “sexuales”, como si no estuvieran íntimamente conectados.
Abordar la sexualidad como parte natural del proceso terapéutico no es un “extra”: es parte de una mirada integradora de la salud mental. El deseo, el placer, la identidad, los vínculos y el cuerpo son temas que afectan directamente al bienestar emocional. Ignorarlos es dejar fuera una parte esencial de la vida de las personas.
La sexualidad sigue siendo, a día de hoy, uno de los aspectos más silenciados en el trabajo clínico, a pesar de su enorme relevancia en la salud mental. Evitar errores como los que aquí hemos repasado no solo mejora la calidad de la intervención, sino que también contribuye a humanizar la práctica terapéutica y a acompañar desde un lugar más consciente, informado y respetuoso.
En Psicomagister, apostamos por una formación en sexología clínica rigurosa, accesible y con enfoque humano. Porque sabemos que solo a través del conocimiento, la ética y el trabajo personal es posible acompañar con profundidad a quienes nos confían su historia más íntima.


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