Mastigofobia (fobia al castigo): síntomas, causas y tratamiento

La mastigofobia es el miedo extremo a los castigos, y aparece sobre todo durante la infancia.

Mastigofobia
Una fobia más común durante la infancia.Unsplash.

Las fobias constituyen un grupo de trastornos de ansiedad muy común. De hecho, y pese a que pocas veces sean el principal motivo de consulta para un profesional de la Psicología, son el problema comórbido más frecuente en otras entidades clínicas de la misma categoría (ansiedad generalizada, por ejemplo).

Quienes sufren alguna fobia experimentan un miedo desbordante, que suelen percibir como incontrolable, y que condiciona el modo en el que viven la vida o desarrollan las actividades que son significativas para ellos.

En este artículo abordaremos la mastigofobia, un miedo relativamente común en la infancia y que ha demostrado tener una raigambre muy profunda. Aquí se hablará sobre su expresión clínica, las potenciales causas subyacentes y el tratamiento psicológico del que se dispone en la actualidad.

¿Cómo se expresa la mastigofobia?

La mastigofobia (también llamada poinefobia) consiste en un temor generalizado, irracional y desproporcionado al castigo. Se trata de una palabra compuesta por la confluencia de dos términos que proceden del griego: “mastigos” (que podría traducirse como látigo o flagelo) y “phobos” (que significaría miedo o aversión). Describe toda reacción de pánico irracional en el momento en el que se aplica un correctivo, y que excede lo que sería previsible a tenor de su intensidad o de las condiciones inmediatas en las que se produce.

Es importante considerar, no obstante, que los castigos son estrategias dirigidas a reducir la frecuencia con que se observa una conducta considerada como indeseable (para el niño o para terceros). Es por ello que, de una manera implícita, se les atribuye una cualidad aversiva sobre la que se sustenta su efectividad. Este miedo, por lo tanto, debe diferenciarse en una cuestión de grado respecto a lo esperado en condiciones normales durante la aplicación del procedimiento; de tal guisa que condicione el modo en el que los niños (que son los más afectados por este trastorno) sienten, piensan y actúan.

A continuación se presentan las formas que la mastigofobia puede adoptar a un nivel clínico. Aunque lo más común es que tengan lugar en la infancia, ocasionalmente puede mantenerse el miedo hasta la adultez.

En general el temor se proyecta tanto hacia el castigo físico como hacía el psicológico, y precipita una reacción fisiológica similar a la de un ataque de pánico. Asimismo, la fobia se extiende a los castigos positivos (producción de un estímulo aversivo) y a los negativos (retirada de algo que el niño percibe como agradable o reforzante). Ambas estrategias de modificación de la conducta han sido objeto de debate en los últimos años.

1. Ansiedad orientada a situaciones de castigo

Las sensaciones de ansiedad que emergen en el contexto de la mastigofobia, como resultado de un castigo o de su anticipación, son muy similares a las descritas en otros cuadros fóbicos. Con fines descriptivos, se pueden diferenciar tres áreas esenciales relativamente independientes (pese a que tienen múltiples relaciones las unas con las otras): fisiológica, cognitiva y motora.

A nivel fisiológico se observa hiperactivación del sistema nervioso autónomo, y en concreto de su rama simpática (taquicardia, taquipnea, sudoración, temblores, etc.). A nivel cognitivo resultan muy relevantes la preocupación y la interpretación catastrófica de las ficciones que suceden en el seno de la convivencia normal. A nivel motor, por último, destaca la evitación de cualquier situación que pudiera propiciar la imposición de un castigo físico o psíquico, aunque solo exista una posibilidad remota para cualquiera de ellos.

2. Temor a recibir castigo físico

Los niños que padecen de mastigofobia temen ser víctimas de un castigo físico (azotes, por ejemplo) como consecuencia de haber llevado a cabo una conducta considerada indeseable para aquellas personas (padres, por ejemplo) que podrían administrarlo. Esta sensación no siempre tiene base objetiva, por lo que puede extenderse incluso sobre quienes no buscan generar ninguna situación punitiva.

Este fenómeno es frecuente en niños que son adoptados por una nueva familia tras haber pasado por experiencias traumáticas de abuso físico con sus cuidadores originales. El estilo de crianza previo facilitaría aprendizajes sobre las dinámicas de resolución de conflictos que se extenderían hasta el entorno actual. Es por ello que reaccionan con un enorme sobresalto cuando los padres adoptivos les confrontan o les corrigen por una conducta disruptiva, pese a que lo hagan de un modo adecuado y sin la mediación de aspaviento alguno.

Los niños con mastigofobia son muy sensibles a la expresión facial asociada con la ira, una emoción que a menudo anticipó los castigos físicos que sufrieron a lo largo de su vida. Se trata de un aprendizaje forjado durante mucho tiempo, a partir del cual es posible predecir un estímulo negativo y potencialmente peligroso. Con el paso de los años se puede mantener la vigilancia desproporcionada hacia las señales no verbales hostiles.

3. Temor a recibir castigo psicológico

Los castigos pueden ser tanto físicos como psicológicos. En este último caso se incluyen conductas como el desprecio, el aislamiento, la amenaza, la desaprobación injustificada o el insulto. Quienes padecen esta fobia muestran un miedo desbordante durante cualquier interacción en la que puedan producirse estos intercambios adversos, por lo que desarrollan una conducta dirigida a evitarlos a toda costa. Así, pueden llegar a asumir una actitud demasiado complaciente con los demás, pese a que se esté produciendo un claro abuso en sus relaciones.

Una de las situaciones que generan mayor ansiedad a las personas que padecen este trastorno son los silencios resultantes de una situación de conflicto interpersonal. El hecho de sentirse ignorados se percibe como un acto punitivo de dimensiones insoportables, ante el que emergen sensaciones corporales intensas que pueden progresar hasta un cuadro agudo de hiperactivación (como náuseas, molestias abdominales, taquicardia, taquipnea, etc.).

4. Anticipación ansiosa de un potencial castigo

Los niños con esta fobia tienen la sensación de que podrían ser susceptibles de castigo en cualquier lugar y por cualquier motivo. En el momento en el que son conscientes de que han hecho algo reprobable, albergan un miedo intenso a ser descubiertos, ante la posibilidad de que se reprochen sus conductas o se les aplique una reprimenda.

Todo ello conduce a una preocupación constante por lo que podría suceder, así como a ideas desproporcionadas (sufrir severos correctivos por un acto inocuo, accidental o involuntario).

5. Reacciones desproporcionadas ante los errores

Las niños que padecen mastigofobia se muestran hipervigilantes ante cualquier error que pudieran cometer, de modo que también la falibilidad deviene un hecho que dispara sus niveles de ansiedad (fisiológicos, cognitivos y motores). Por este motivo, invierten esfuerzos abrumadores en muchas de sus actividades. Es fundamental señalar que no se implicarían en ellas por el placer intrínseco de realizarlas correctamente (o por motivación de dominio), sino por temor a que el error pudiera precipitar el temido castigo. No buscarían lo bueno, sino que huirían de lo malo.

Esta expresión de la mastigofobia es común en niños cuyos padres optaron por estilos de crianza autoritarios, orientados al refuerzo exclusivo de los logros y al castigo sistemático de cualquier desviación respecto a estos. Este patrón forjaría un perfeccionismo doloroso que no persigue la excelencia, sino la evitación del daño.

¿Por qué ocurre la mastigofobia?

La mastigofobia es común en aquellos niños que han recibido una crianza basada en el uso de castigos, tanto positivos como negativos, con el fin de corregir de modo sistemático su forma de proceder. Es especialmente habitual en los casos en los que la aplicación de los mismos resultó excesiva, suponiendo un daño físico o la privación de actividades necesarias para un desarrollo físico/emocional saludable (golpes, prohibición permanente de compartir tiempo con amigos, etc.).

No son infrecuentes los casos de niños con mastigofobia que refieren una historia grave de maltrato a sus espaldas, y que viven con un temor constante a recibir castigos por sus actos. A través de la indagación sensible del pasado a menudo se puede detectar el punto a partir del cual se articuló este trastorno, que suele asociarse al deterioro de la autoestima y a una autovaloración lastrada por la creencia de ser “indeseable y/o inapropiado”. También puede aparecer como consecuencia de haber observado cómo se aplicaba castigos severos a otros (hermanos, compañeros de la escuela, etc.).

¿Cuál es el tratamiento de la mastigofobia?

El tratamiento de la mastigofobia es complejo, pues debe integrar muchos dominios de la experiencia infantil: vivencias pasadas de tipo traumático o gravemente hostil, deterioro en la formación de la identidad, emociones difíciles persistentes e incluso dificultades adaptativas en áreas como el colegio o el hogar. También se ha de hacer partícipes a los padres, para ofrecer una adecuada psicoeducación sobre el modo en el que se aplican correctamente los refuerzos y los castigos (y las situaciones en las que resulte procedente).

La perfección rígida es también un asunto que suele requerir intervención, pues el niño fija un estándar imposible de satisfacer sin deteriorar otras facetas clave de su vida (ocio, relaciones sociales con sus iguales, etc.), y que además no le permite construir una imagen positiva de sí mismo. El patrón que se describe puede acabar asociándose a comorbilidades tales como la depresión (que se expresa en forma de irritabilidad durante este periodo), u otros cuadros ansiosos que se hacen extensibles hasta la adultez.

Se trata de una abordaje que debe contemplar al sistema familiar en su conjunto y ser muy sensible a las necesidades concretas del niño. El tratamiento cognitivo-conductual permite modificar las contingencias ambientales que mantienen el problema, y a su vez explorar los pensamientos y emociones del niño con el fin de detectar y debatir las creencias que están contribuyendo a sus síntomas.

Por último, en el caso de que se evidencie que la familia está llevando a cabo cualquier forma de maltrato respecto al niño, será esencial dar parte a las autoridades competentes para que puedan mediar los actos legales que resulten procedentes.

Referencias bibliográficas:

  • Grös, D.F. y Antony, M.M. (2006). The assessment and treatment of specific phobias: a review. Current Psychiatry Reports, 8(4), 298-303.
  • Singh, J. y Singh, J. (2016). Treatment options for the specific phobias. International Journal of Basic and Clinical Pharmacology, 5(3), 593-598.

Doctor en Psicología Clínica

Joaquín Mateu-Mollá (Valencia, 1985) es Psicólogo General Sanitario y Doctor en Psicología Clínica por la Universidad de Valencia. Cuenta con estudios de postgrado en Psicopatología (Máster Oficial), y se dedica tanto a la docencia como a la investigación y la divulgación científica.

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