Cómo afrontar el cuidado de nuestros mayores teniendo hijos y trabajo

Ideas prácticas para cuidar de los mayores de la familia sin desatender otras responsabilidades.

Cómo afrontar el cuidado de nuestros mayores teniendo hijos y trabajo
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Hay etapas de la vida que llegan sin previo aviso. Una de ellas aparece cuando los padres comienzan a necesitar ayuda constante, justo en el momento en que uno está en plena crianza, con jornadas laborales extensas y poco margen para descansar.

Esa doble responsabilidad pesa, no solo por lo que implica físicamente, sino porque toca algo muy profundo: ver a quienes fueron nuestro apoyo volverse más vulnerables.

A veces, lo que se siente es agotamiento, otras veces, culpa o tristeza. Y aunque todo parezca un equilibrio imposible, hay formas más sanas de transitarlo.

Hoy hablaremos precisamente de esto: de cómo afrontar el cuidado de nuestros mayores sin descuidar a los hijos, el trabajo y la propia salud física y mental.

Vivir en medio de dos generaciones que te necesitan

Ser cuidador de los padres mientras se tienen hijos y trabajo no es algo que se elija, sino una situación que surge poco a poco. De repente, las llamadas médicas, los recordatorios de medicación y las citas con especialistas se mezclan con las tareas escolares y los compromisos laborales. Se entra en una rutina donde el tiempo personal prácticamente desaparece, y donde cada día parece un ejercicio de resistencia.

En muchos casos, este papel recae más en una sola persona de la familia, lo que aumenta el peso emocional. Hay amor, sí, pero también cansancio y una sensación de estar atrapado entre responsabilidades que no se pueden soltar.

La expectativa de ser eficiente como padre, madre, trabajador responsable, hijo o hija atento puede llegar a desgastar muchísimo. Y ese desgaste no se nota de inmediato: se acumula en silencios, en falta de sueño, en una paciencia que se agota poco a poco.

Aceptar que cuidar también tiene un coste emocional es fundamental. No es que tengas que dejar de hacerlo, pero es importante hacerlo con más consciencia, con estrategias que ayuden a sostener la propia salud mental y física.

Lo que siente y atraviesa una persona cuidadora

La carga del cuidado no solo se mide en horas, sino en lo que pasa por dentro. Cuidar a los padres enfermos o dependientes mientras se sostiene la vida cotidiana puede generar sentimientos encontrados. Por un lado está el deseo de acompañar, de devolver parte de lo recibido. Pero también surgen culpa, frustración, impotencia e incluso enojo. Emociones que muchas personas no se permiten reconocer por miedo a parecer ingratas.

El cansancio acumulado puede alterar el sueño, el apetito o el humor. Algunas personas sienten que no tienen espacio para nada más, ni para el descanso ni para disfrutar. Esto puede desembocar en lo que los expertos llaman “síndrome del cuidador agotado: una combinación de estrés constante, tristeza y sensación de estar siempre corriendo detrás de algo.

Reconocer esas emociones es el primer paso para aligerar el peso. No hay que fingir que todo está bien. Hablar del cansancio, pedir apoyo y validar lo que se siente son formas de cuidar también de uno mismo. Y, sobre todo, entender que el amor no se mide por cuánto se sacrifica, sino por la calidad del acompañamiento.

Cómo cuidar a tus mayores sin acabar con tu bienestar

Afrontar el cuidado de los padres mientras se trabaja y se crían hijos requiere organización, empatía y, sobre todo, equilibrio. No hay una fórmula única, pero sí hábitos que pueden ayudarte a sobrellevar esta etapa con más calma.

1. Poner límites claros

Decir “sí” a todo es la forma más rápida de agotarse. Es necesario marcar hasta dónde se puede llegar, tanto con la familia como con el trabajo. No es egoísmo, es una forma de proteger la salud mental y mantener la energía para lo que realmente importa.

Explicar los límites con claridad y respeto evita malos entendidos y hace posible que otros también se involucren. Nadie puede cuidar bien si está permanentemente sobrepasado.

2. Planificar de forma realista

Organizar las tareas diarias y anticipar posibles imprevistos ayuda a tener una sensación de control. Es útil anotar citas, medicamentos y responsabilidades en un calendario compartido con la familia.

Dividir las tareas grandes en pasos pequeños da sensación de avance. Y revisar el plan de vez en cuando permite ajustar sin que todo se convierta en una fuente de ansiedad.

3. Delegar y aceptar ayuda

Muchos cuidadores sienten que nadie puede hacerlo “tan bien como ellos”, y eso les impide soltar. Pero aceptar ayuda no quita valor, al contrario, lo multiplica.

Pedir a familiares o amigos que colaboren con tareas concretas, como acompañar a una cita o quedarse una tarde, libera espacio mental. También hay recursos comunitarios, como centros de día, servicios de comida o cuidado temporal, que pueden aliviar mucho la carga.

4. Cuidar la salud física y emocional

Dormir lo suficiente, comer de forma equilibrada y moverse un poco cada día parecen consejos obvios, pero suelen ser los primeros en descuidarse. El cuerpo necesita descanso para sostener el ritmo que implica cuidar.

Y cuidar la mente es igual de importante. Tomarse pequeños momentos para uno mismo, escuchar música, respirar profundo o simplemente no hacer nada durante unos minutos puede marcar la diferencia entre resistir y colapsar.

5. Mantener la comunicación abierta

Hablar con la pareja, los hijos o los hermanos sobre cómo se siente cada uno evita que el cuidado se convierta en un peso silencioso. A veces no se necesita una solución, solo sentirse escuchado.

También es recomendable conversar con el empleador o el área de recursos humanos. Algunas empresas ofrecen flexibilidad horaria o programas de apoyo psicológico que pueden ser muy útiles.

6. Buscar apoyo profesional

Si el cansancio o la tristeza se prolongan, buscar ayuda psicológica es una buena decisión, porque un profesional puede ofrecer herramientas para manejar la culpa, el estrés y las emociones difíciles.

A veces, unas pocas sesiones bastan para encontrar nuevas formas de afrontar la situación y aprender a poner el foco también en el propio bienestar.

7. Reconectar con el propósito del cuidado

Cuidar no es solo cumplir con obligaciones médicas o domésticas. También es un acto de vínculo, de presencia y de amor. Pero para que eso tenga sentido, es necesario no perderse en el deber. Encontrar momentos de conexión, como una charla tranquila, un gesto de cariño o una risa compartida ayuda a recordar por qué se hace todo esto. Esos instantes son los que sostienen y dan sentido al esfuerzo diario.

Seguir adelante sin olvidarse de vivir

Cuidar a los padres mientras se tienen hijos y trabajo puede parecer una tarea infinita, pero no tiene por qué convertirse en una carga que anule la vida propia. Es una etapa exigente, sí, pero también puede ser una oportunidad para fortalecer vínculos, conocerse mejor y aprender a pedir ayuda sin culpa.

Carolina Marín

Carolina Marín

Psicóloga experta en Parejas, Familia, Adolescentes y adultos.

Profesional verificado
Sevilla
Terapia online

Cada familia encuentra su forma, y lo que sirve a unos no siempre funciona para otros. Lo importante es no perder la perspectiva: acompañar no significa renunciar a uno mismo. El amor también se demuestra cuidando la propia salud, poniendo límites y permitiéndose descansar.

Porque, al final, cuidar bien implica hacerlo desde un lugar de equilibrio, con presencia y con ternura. Y, sobre todo, sin olvidar que seguir viviendo con bienestar también es una forma de honrar a quienes un día cuidaron de nosotros.

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  • Cómo Afrontar el Cuidado de un Padre que se Está Haciendo Mayor (2025, 22 abril). Mental Health America.
  • Ibáñez, N. (2024, 23 noviembre). Dejar de ser cuidados para cuidar: cómo afrontar, como hijos, el envejecimiento de nuestros padres. El Confidencial.

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Carolina Marín. (2025, octubre 23). Cómo afrontar el cuidado de nuestros mayores teniendo hijos y trabajo. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/social/como-afrontar-cuidado-de-mayores-teniendo-hijos-y-trabajo

Psicóloga

Sevilla

Carolina Marín es psicóloga federada por la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP) y miembro de la Asociación Española para la investigación y Desarrollo de la Terapia Familiar; su consulta está ubicada en Sevilla.

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