“El secreto bancario ya no tendrá más lugar”. Con estas palabras el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble declaraba el 27 de Octubre de 2014, delante de cuatro cotidianos europeos (“Les Echos”, “El País”, “The Times” y “Corriere della Sera”) la voluntad internacional de hacer frente a la evasión fiscal.
Sus palabras se encuadran en el marco de un acuerdo mundial sobre el intercambio automático de informaciones fiscales que tuvo lugar este pasado miércoles 29 de octubre en Berlín. Éste pretenderá, para el año 2017, solventar la evasión fiscal hacia paraísos fiscales como las Islas Caimán, Suiza o Liechtenstein. Aunque se considera un paso importante para frenar la corrupción, y no lo ponemos en duda, no es más que una fachada que cubre otras estructuras para llevar a cabo la evasión fiscal.
En este artículo intentaremos esbozar lo que representa una práctica común en las épocas de crisis: una regulación que sirve como pretexto social hacia una desregulación creciente de estas actividades ilícitas.
El capitalismo financiero
El capitalismo financiero viene a ser la globalización. “La globalización está, en efecto, llevada por el provecho de los bancos, los especuladores y los traficantes de firmas multinacionales (americanas) y bajo la dominación multiforme del hyperpoder de los Estados Unidos”[1]. El tipo de capitalismo que se está imponiendo, sobre todo aquel que aparece después de la Guerra Fría, es un modelo mundializado, desregulado y “financiarizado” de forma excesiva. De estas tres características la última es la más destacada. La “financiarización” representa un “proceso por el cual los servicios financieros, sólidamente implantados, se apropian el rol dominante en materia de economía, de cultura y política en el seno de una economía nacional [2] y mundial”. Para que la finanza se establezca como tal se necesita de la apertura de ciertas fronteras (globalización) y la desregularización (o en otras palabras liberalización) de la economía de los estados. Asimismo, todo esto se acompaña del desarrollo de nuevas tecnologías de comunicación (como internet) y de grandes empresas multinacionales.
El capitalismo financiero trabaja en múltiples niveles pero es en la escala supranacional -o global- donde se encuentra en mayores garantías de progresar, puesto que los capitales financieros escapan al control estatal, y por tanto campan a sus anchas. Ya que el Estado debería ser el regulador de la economía (sentadas todavía las bases ideológicas del estado-nación), los capitales tendrían que quedar encuadrados en ellos, asumiendo sus leyes y normativas. La búsqueda de la extrema rentabilidad a escala global, a niveles alejados de la realidad social, puede ocasionar desequilibrios dada la “des-territorialización” de la economía, y causando periodos de crisis económicas.
La crisis económica de 2008: Contexto para reformar las bases delictivas del capitalismo financiero
Se tiene comúnmente entendido que la crisis económica actual empezó en 2008 con la caída del banco americano de Lehman Brothers. Pero tal culpabilización de la mentada entidad bancaria enmascara una realidad más profunda, más estructural, cuya resposabilidad ha pasado desapercibida en muchos hogares. Hacemos referencia a una realidad delictiva de las prácticas especulativas de los bancos, sobre todo al exceso de crédito (toma de grandes riesgos) y la venta encubierta de productos financieros tóxicos. Esta realidad apela a los delincuentes de cuello blanco en el núcleo de los movimientos de la alta finanza.
Estas “estafas” financieras se producen en momentos de euforia económica, cuando el control de la economía se ve eclipsada por el optimismo de los mercados. Cuando la “burbuja especulativa” explota –por la incapacidad de devolver la deuda por parte de determinados sectores económicos o de la sociedad-, las malas prácticas de los bancos quedan al descubierto, tal y como pudimos observar con el caso de Bankia en España. En realidad, lo que sucede es un colapso en la estructura productiva. La gran cantidad de competidores dentro del sector financiero acarrea una progresiva merma en la tasa de ganancia de los monopolios financieros, y les obliga a cambiar de estrategia a fin de perpetuar su dominio monopolístico/oligopolístico. Entonces, los monopólios/oligopolios financieros se encaminan a reestructurar el sistema productivo legitimados por la urgencia social.
Es allí donde se intenta regular aquellos “defectos” del capitalismo, con el objetivo de evitar otras recaídas del sistema y el alboroto político y social. La evasión de capitales en paraísos fiscales sería una de las grandes problemáticas. En España, recién entrando en la crisis económica (2009), las grandes empresas evadieron 42.710 Millones de €[3] (recordemos los 22.000 Millones de € inyectados en Bankia por parte del Estado). No obstante, paralelamente a la regulación de estos defectos estructurales se está engendrando otro modelo monopolístico de estafa global.
El “Trading de alta frecuencia”, ¿Nueva estructura delictiva?
El acuerdo sobre el intercambio de información fiscal, instigado por la Organización por la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)[4] y firmado por 49 países en Berlín el 29 de Octubre de 2014, pretende aportar confianza en la sociedad y en los mercados. Parece que, al menos de entrada, son buenas noticias.
Pero esa nueva regulación no es más que una nueva máscara para el carácter criminal del capitalismo. En otras palabras, la construcción de unas nuevas bases estructurales del sistema productivo que servirán para perpetuar el poder de los monopolios/oligopolios en la producción de nuevos mecanismos de evasión de capitales.
El Trading de alta frecuencia o High frequency trading (en inglés) es una técnica de transacción que utiliza sofisticadas computadoras capaces de ejecutar órdenes a gran velocidad con la finalidad de aprovechar y sacar beneficio operando de forma automática cuando encuentran diferencias entre precios sobre los valores[5]. Es una forma de trading algorítmico que actúa en una escala temporal muy superior a la humana. Así, el cerebro humano es sustituido por cálculos algorítmicos y supercomputadoras, haciendo del humano cada vez más prescindible.
Nos encontramos ante un nuevo paradigma tecnológico, basado en la inteligencia artificial, que no es más que una nueva estructura de ingeniería financiera que favorece a unas pocas personas propietarias de grandes capitales. La regulación de los paraísos fiscales, como venimos diciendo, no será más que un servicio de maquillaje al fraude fiscal mundial si no se regulan estas nuevas prácticas especulativas. La capacidad autónoma de estas grandes computadoras, la posibilidad de obtener beneficios ultrarrápidos e incluso de evadir capitales (puesto que es imposible seguir la velocidad de estos mecanismos) contrasta con el viraje político global contra el fraude.
La evasión fiscal, las crisis económicas, la corrupción… representan una cara oculta de la realidad del crimen. Los medios se centran en resaltar los actos más visibles pero no aquellos con más repercusiones sociales. Rodrigo Rato es un ejemplo de la impunidad de los delincuentes de cuello blanco cuyas acciones tienen una repercusión más elevada en la sociedad.
Newsletter PyM
La pasión por la psicología también en tu email
Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos
Suscribiéndote aceptas la política de privacidad