Cuando llegas a cumplir los 20 y algo, sobre todo a partir de los 25, las reuniones sociales pueden comenzar a ser especialmente incómodas. Alguna tía o abuela inoportuna empieza a preguntarte “¿Qué, tienes ya pareja?”.
El nivel de intrusión en la intimidad va aumentando conforme cumples años. Si te encuentras en una relación de pareja (o incluso cuando no), cae la pregunta “¿Y cuándo te vas a casar?”. Y ya qué os voy a decir de la típica “¿Cuándo nos vas a dar nietos?”.
Y no solo eso, sino que esta incomodidad aparece también en las quedadas con amigos. No necesariamente es porque te hagan preguntas tan directas, sino porque algunos de ellos sí tienen pareja, empiezan a casarse, a tener hijos… Y tú te sientes extraño/a a su lado.
Pues estas situaciones tan típicas en nuestra cultura realmente ejercen una influencia considerable en nuestro bienestar psicológico. Las comparaciones son odiosas, y aún más cuando te comparas con un convencionalismo social, como lo es la idea de casarse y tener hijos en torno a los 30.
Por eso, en este artículo te cuento qué es la presión social, cómo nos afecta la presión social por casarse y qué puedes hacer para afrontarla.
¿Qué es la presión social?
Se denomina presión social a la influencia ejercida por una persona o grupo de personas sobre lo que hace y piensa otra persona. Esta influencia incluso puede cambiar la personalidad, el sistema de creencias y los valores vitales de la persona.
El periodo en el que somos más vulnerables a la presión social es la juventud, especialmente la adolescencia. Esto es debido a que esta época es en la que gana especial importancia encajar en nuestros grupos de iguales, es decir, le damos más relevancia a hacer amigos y no destacar en el mal sentido.
Por la manera en la que hemos construido nuestra sociedad, se han establecido una serie de convencionalismos sociales: ideas o acciones que se deben hacer por norma, ya que son lo que se piensa o se hace de costumbre y según los precedentes. Estas normas admitidas como obligaciones también ejercen presión social. Algunos ejemplos son los mencionados en la introducción: “casarse y formar una familia da la felicidad”.
La presión social se puede ejercer consciente (habitualmente por un líder) o inconscientemente (como con los convencionalismos). Además, esta presión puede ser positiva o negativa, en función del contenido de la influencia en sí. Tal es la fuerza de esta influencia que existen casos extremos, como la enajenación mental en las sectas o de los soldados durante las guerras.
Este tema resulta fascinante para la investigación en psicología. Existen numerosos estudios sobre los efectos de la presión social, tanto en los casos extremos mencionados, como en casos controlados en los laboratorios. Te animo a buscar experimentos sobre presión social, porque son realmente interesantes y sorprendentes, como el experimento de Salomon Asch.
¿Qué efectos tiene la presión social por casarse?
En general, la presión social provoca ansiedad cuando la influencia que estamos percibiendo va en contra de nuestra realidad actual, o creencias y valores. Esto es porque no nos gusta sentir que no encajamos en nuestro entorno. Al final, de forma biológica, somos seres sociales que necesitamos por instinto básico compañía, cariño y apoyo.
En ese sentido, la presión social por casarse no es una excepción. Además de provocarnos ansiedad, nos genera sensación de fracaso, porque nuestras propias expectativas son dictadas por el convencionalismo social: deberíamos tener pareja y casarnos para poder estar “completo/a”. Es lo que se espera de nosotros en la sociedad.
Por eso, también nos crea percepción de inutilidad, ya que empezamos a pensar que si no somos capaces de tener pareja estable y poder casarnos, es decir, “lo que todo el mundo hace y lo que es habitual”, es porque algo estamos haciendo mal o hay algo malo en nosotros.
No solo eso, sino que también nos provoca un sentimiento de soledad. Tanto por el hecho de ser a lo mejor de las únicas personas de nuestro entorno que aún no se ha casado, como por el propio deseo que nos ha generado el convencionalismo de tener pareja estable y casarnos.
¿Pero esto es realmente lo que queremos? ¿O nos estamos dejando influir por nuestro entorno y por el convencionalismo? Realmente es difícil responder a estas preguntas, porque nuestra personalidad, valores y aspiraciones dependen de cómo nos hemos relacionado con nuestro entorno, es decir, en parte se han formado gracias a las opiniones de los demás.
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¿Qué hacer ante la presión social por casarse?
Hay que tener en cuenta que nuestra sociedad actual difiere bastante de la generación de nuestros padres y abuelos. Se empieza más tarde a trabajar, es más complicado conseguir empleo y, por tanto, es más difícil lograr la estabilidad económica y formar una familia. Tal vez, la presión social que ejercen estas generaciones se ha quedado algo obsoleta por su inviabilidad.
Es imposible que no te afecte lo que opinen los demás ni las expectativas socialmente aceptadas que hay puestas sobre ti. Sin embargo, cada persona lleva su ritmo y toma sus propias decisiones, y lo que les hace feliz a los demás no tiene porqué hacerte feliz a ti. Por eso, es importante aprender a gestionar esta presión social para que no perjudique tanto a nuestro bienestar psicológico. A continuación, te dejo una serie de consejos.
1. Reflexiona sobre cuáles son tus valores vitales
Cuando hablamos de valores en psicología, nos referimos a las áreas vitales y los ideales que son importantes para ti y que realmente son los que merecen la pena. Algunos ejemplos de lo que podrían ser nuestros valores son la familia, la amistad, la pareja, el desarrollo profesional/académico, el ocio, la naturaleza, el cuidado de animales, la espiritualidad…
Dependiendo de nuestro propio criterio, le damos más importancia a unos u otros. Te recomiendo que busques un rato tranquilo y cojas un lápiz y un papel (o en tu propio móvil, como tú quieras). Apunta todos los valores que creas que encajan contigo y dale una puntuación del 0-10 dependiendo de cómo de importantes son para ti. Así sabrás a qué áreas de tu vida deberías dedicarle más tiempo para poder ser feliz.
2. Céntrate en lo más importante para ti
Vale, una vez que has hecho el paso anterior, mira si entre tus valores está tener pareja. Puede que le estés dando muchas vueltas al tema de casarte pero ni siquiera esté entre tus valores la pareja. Ante esto, te planteo ¿realmente quieres casarte? ¿Con qué finalidad, la de ser feliz o la de no ser juzgado/a? Si este es tu caso y has descubierto que tener pareja no es tan importante para ti, te aseguro que puedes ser feliz estando soltero/a. Céntrate en tus valores y conseguirás sentirte realizado/a.
3. Busca pareja si es lo que realmente quieres
En el caso de que tener pareja sí esté entre tus valores, piensa cómo de lejano está el objetivo. ¿Tienes pareja? Si la respuesta es no, y teniendo en cuenta que este valor es importante para ti, ataja el problema: busca pareja de forma activa. Por ejemplo, piensa en algún(a) compañero/a o amigo/a con el/la que podrías probar a empezar a salir y tantear el terreno. Tal vez te sorprenda cuando te pares a pensar en alguien y te decidas a probar.
Si no ves ninguna opción en tu entorno actual, siempre puedes pedirle a tus conocidos que te presenten a alguien con quien crean que puedes encajar. Si esto tampoco lo ves claro, te recomiendo que dejes prejuicios atrás y uses las ventajas tecnológicas de hoy en día: créate un perfil en una app de citas, como Tinder. Esto te permitirá escoger pareja entre un gran repertorio y bajo tu propio criterio. No te desanimes si con la primera persona no marcha bien la cosa, por suerte hay muchos peces en el mar.
4. No te obsesiones con la idea de casarte
Si tener pareja está entre tus valores y ya estás en una relación, ¿qué te detiene entonces para casarte? Lo más probable es que tu respuesta a esta pregunta sea totalmente válida y sea de peso: no te puedes permitir casarte económicamente (al menos como te gustaría), la relación no es lo suficientemente estable, no sabes si es la persona adecuada o, simple y llanamente, no es algo que tú quieras hacer.
Recuerda que casarte, como se suele decir fríamente, solo es un papel. Puede que tu relación sea más estable y sana que muchos matrimonios, y no os haga falta hacer este trámite para saber que tenéis un alto grado de compromiso. En el caso contrario, si estás dudando de tu relación, puede que sea mejor no meterte en ese embrollo. Es mejor no ser impulsivo/a y no casarte precipitadamente con la persona equivocada.
5. Sé asertivo y expresa tus deseos a tu entorno
Lo más importante ante todos los casos es expresarse con sinceridad y claridad con esas personas que te presionan para casarte. Sé asertivo/a, es decir, habla de forma directa, sin llegar a ser agresivo/a y expresando todo lo que necesites. Si ya tienes claro que casarte no es algo que realmente quieras, zanja el asunto. En caso contrario, explícale a tu entorno que no es el momento adecuado para casarte y que ya lo harás cuando lo veas claro.
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