En Londres, al lado del puente de Westminster y a pocos pasos del Parlamento británico, se levanta una imponente escultura de bronce que representa a una mujer en un carro, acompañada de dos muchachas. Se trata de la representación de la heroína britana Boadicea y sus dos hijas, que el príncipe consorte Alberto de Sajonia-Coburgo mandó erigir en el siglo XIX en honor a una de las mujeres más famosas de la historia inglesa.
Como suele suceder con la mayoría de los personajes cuya realidad se mezcla con la leyenda, la figura de Boadicea (o Boudica, pues tal era su nombre original celta) ha sido magnificada y elevada a los altares de la historiografía romántica. Se la ha querido ver como una defensora y fundadora de la “patria británica”, cuando, a decir verdad, el concepto de “patria” es muchísimo más reciente.
Anacrónica y contradictoria es también la devoción que la reina Victoria sentía hacia ella (contagiada del entusiasmo de tener el mismo nombre, ya que Boudica significa victoria en celta antiguo), puesto que, si bien Victoria I fue la cabeza de un imperio (el imperio británico), Boadicea, por su parte, unió a las tribus britanas contra el águila imperial romana.
En este artículo vamos a recomponer la figura histórica de Boadicea o Boudica, de la forma más objetiva y realista posible.
Breve biografía de Boadicea o Boudica, la reina guerrera de los icenos
El historiador romano Dión Casio (s. III), una de las principales fuentes de las que disponemos para conocer su historia, dice de ella que era alta y esbelta, y que poseía una larguísima melena rojiza que le caía hasta las caderas. Su voz era áspera, y su mirada, intimidante y feroz. Del cuello le pendía un torque, un grueso collar de metal en forma de herradura característico de los nobles celtas.
Vestía una túnica de colores llamativos y brillantes (al uso de los celtas britanos), y se cubría con un manto largo que prendía de una hermosa fíbula. Esa era la reina de del pueblo de los icenos, ubicado en la zona de lo que ahora es el condado de Norfolk, en Inglaterra.
De forma parecida a otros territorios conquistados por los romanos, los britanos no estaban unidos bajo un rey único. Se componían de diversos pueblos, pero compartían una lengua común, el celta antiguo. Es por ello por lo que a menudo son denominados en las fuentes antiguas “celtas insulares”, para diferenciarlos de los otros celtas que habitaban en el continente, como los galos.
Julio César ya había intentado infructuosamente conquistar la tierra de los britanos, pero no fue hasta el año 43 d.C., bajo el emperador Claudio, que la isla se sometió, al menos en parte, al imperio de Roma. Y aquí es donde hay que ubicar la historia de Boudica, “victoria” en celta antiguo, llamada Boadicea por los romanos.
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Aliados de Roma
Dado que el nombre original del personaje es Boudica (del celta bouda, “victoria”), lo mantendremos en todo el artículo. Nada se sabe de su infancia, aunque se cree que nació en el seno de una familia aristócrata britana. Los historiadores calculan su fecha de nacimiento en torno al 30 d.C., puesto que, dieciocho años más tarde, la encontramos casada con Prasutago o Prasutagus, el rey de los icenos. Del monarca tampoco se sabe mucho; es seguro que mantenía una alianza con Roma, en virtud de la cual los icenos recibían dinero y apoyo militar a cambio de ciertas garantías políticas y una relativa jurisdicción sobre el territorio.
De Prasutago, Boudica tuvo dos hijas y ningún hijo varón. Para la sociedad celta, más o menos igualitaria en cuestión de sexos, esto no representaba un problema, puesto que las hijas de un rey también heredaban la corona. Sin embargo, otra cosa era la patriarcal sociedad romana, donde la herencia se traspasaba estrictamente por línea paterna. Así, cuando Prasutago murió, Roma esgrimió la excusa de la falta de heredero varón para reclamar el reino de los icenos.
Tras el óbito del rey, y según las leyes celtas, Boudica se había convertido en la reina de los icenos, dada la minoría de edad de sus hijas. Las exigencias de Roma se le antojaron excesivas a la reina, y desde un principio se negó rotundamente a satisfacer el precio que los romanos pedían. Es entonces cuando se desencadena la tragedia. Las tropas romanas entran a sangre y fuego en territorio iceno, confiscan tierras y bienes y convierten a los britanos en esclavos. No sólo eso; según Tácito, otro historiador romano, los soldados desnudan a Boudica y la azotan en público. No contentos con eso, se pasan unos a otros a sus dos hijas para violarlas sucesivamente. La afrenta es demasiado grande, y Boudica no la va a olvidar.
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La venganza de Boudica
Llena de furia y sedienta de venganza, la reina de los icenos convoca a todas las tribus britanas bajo su mando. Juntos van a marchar contra el invasor. De nuevo según Dión Casio, Boudica emplea sus dotes de adivinación para garantizar el éxito de la empresa; tal y como cuenta el historiador romano, la reina extrae de sus ropas una liebre que, asustada, echa a correr. Inspirada por los dioses, Boudica interpreta la dirección de su carrera como un buen augurio.
No sólo eso; la soberana invoca el poderoso nombre de Andraste, la diosa britana de la victoria. El propio nombre de la reina, Boudica (victoria), es una garantía de triunfo. No hay duda de que la coalición de tropas britanas aplastará al águila romana.
Es el año 60 d.C., el año del mayor levantamiento contra Roma que se ha visto y se verá en Britania. El primer objetivo de las tropas lideradas por la reina es Camulodunum (actual Colchester, en el condado de Essex), que era en aquella época una importante colonia de veteranos del ejército de Roma. Los romanos son arrasados por los britanos, que los emboscan en un lugar de frondosa vegetación y les obligan a huir despavoridos en todas direcciones. Boudica, que entonces tiene treinta años, ha conseguido su primera victoria.
La segunda etapa es Londinum (Londres), donde ha llegado, rápida como la pólvora, la noticia de la derrota de Camulodunum. Cunde el pánico. Los britanos son imparables, feroces como dioses terribles, y están liderados por una reina invencible. Dicho y hecho; Londinum es también destruida e incendiada. Un poco más tarde, cae Verulamium. Todo parece perdido para los romanos.
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El combate final contra los romanos
Nada puede parar a la temible reina guerrera y a sus soldados. En un intento desesperado, Cayo Suetonio Paulino, el entonces gobernador de Britania y magister militum altamente experimentado, acude a socorrer a los suyos y levanta en armas a todos lo que quieran seguirle, en un desesperado intento de detener a Boudica. Suetonio y la reina se ven las caras finalmente en la llamada batalla de Watling Street que, a pesar de llevar un nombre tan concreto, todavía no se ha podido ubicar con precisión.
Watling Street corresponde a la antigua calzada romana que unía Londinium y Viroconium, y muchos historiadores sitúan la histórica batalla en un punto concreto del camino. Sea como fuere, este enfrentamiento fue, posiblemente, el gran error de Boudica. Porque una cosa era hostigar a las tropas romanas mediante una especie de “guerra de guerrillas”, y otra muy diferente batirse en campo abierto. Es indudable que, en cuestión de equipamiento y táctica militar, los romanos no tenían ningún rival conocido.
Así, la batalla de Watling Street fue la gran derrota de Boudica, y también de Britania. Dión Casio habla de unos 10.000 soldados romanos frente a más de 230.000 britanos, unas cifras de dudosa creencia dada la poca densidad demográfica que tenía la isla. Muy probablemente, los datos son un artificio del historiador para dar importancia a la victoria romana, acaecida, según él, en inferioridad numérica.
El final de una reina
El aplastante triunfo de los romanos acabó para siempre con la insurrección britana. El sueño de Boudica se había extinguido; Britania pasaba a ser de nuevo provincia romana.
En cuanto al final de la reina, son varios las versiones que nos han llegado. Dión Caso afirma que, enferma y derrotada, murió poco después de la batalla. Sin embargo, en sus Anales, Tácito asegura que se quitó la vida mediante la ingesta de veneno, para evitar la humillación de ser mostrada como trofeo en Roma. Un final sospechosamente parecido al que se le adjudica a Cleopatra, por cierto.
Sea como fuere, el nombre de Boudica o Boadicea se borró de la memoria colectiva durante siglos. Godofredo de Monmouth (1100-1155), que realizó una Historia Regum Britanniae (Historia del reino de Britania), la omite completamente, aunque sí habla en sus páginas del legendario rey Arturo, caudillo de los britanos. De igual forma, Beda el Venerable (672-735), que recopiló una historia de los britanos en su Historia ecclesiastica gentis Anglorum, parece no saber nada de la reina y de su gesta.
El siglo XIX y la invención del nacionalismo recuperó la figura de Boadicea o Boudica y la elevó a los altares, erigiéndola como una auténtica heroína de la patria. Nosotros debemos preguntarnos cuál fue la verdadera dimensión de esta reina extraordinaria.
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