La tercera edad alcanza a todas las personas, introduciendo un conjunto de desafíos peculiares y transformaciones de importancia. A medida que las personas avanzan en edad, se topan con cambios tanto físicos como emocionales, encarando la disminución de ciertas habilidades físicas, la eventual dependencia y la pérdida de compañeros de su misma edad. Por consiguiente, se vuelve esencial mantener la salud mental para asegurar una elevada calidad de vida.
Sin embargo, de la misma manera que en muchas otras circunstancias, a veces descuidamos otorgar la debida atención a nuestros ancianos, asumiendo que están bien y que no experimentan problemas significativos más allá de su salud física. Por lo tanto, trastornos como la ansiedad y la depresión pueden pasar inadvertidos en la vejez, aunque es fundamental destacar que estas condiciones no hacen distinción en función de la edad. A lo largo de este artículo, buscaremos entender de qué formas se presentan la ansiedad y la depresión en personas de la tercera edad y por qué es importante practicar la empatía con ellas. Propondremos diferentes estrategias de intervención para poder tener en mente estrategias de afrontamiento para poder ayudar de forma efectiva a las personas mayores con problemas de salud mental.
¿Qué son la ansiedad y la depresión?
La ansiedad se caracteriza por una preocupación excesiva, un temor intenso y una sensación generalizada de inquietud. Aquellas personas que experimentan ansiedad pueden también experimentar palpitaciones, sudoración excesiva, rigidez muscular y otros síntomas fisiológicos. En el caso de los ancianos, la ansiedad puede manifestarse como una preocupación constante por la salud, la estabilidad financiera y la soledad no deseada.
Por otro lado, la depresión conlleva una tristeza profunda y duradera, la pérdida de interés en actividades previamente placenteras y la fatiga. En las personas mayores, la depresión puede ser más difícil de identificar debido a la falsa creencia de que la melancolía es una parte inevitable del proceso de envejecimiento. Esto con frecuencia conduce a la subestimación de la gravedad de la depresión en la tercera edad.
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Factores de riesgo en la tercera edad
La ansiedad y la depresión en la vejez pueden tener diversas causas y factores de riesgo específicos:
- Cambio de roles y transiciones: La jubilación y la pérdida de seres queridos pueden provocar sentimientos de pérdida y aislamiento, lo que a su vez incrementa el riesgo de depresión.
- Problemas de salud física: Experimentar enfermedades crónicas, dolor persistente y la disminución de la movilidad pueden ser factores facilitadores de la ansiedad y la depresión.
- Aislamiento social: La soledad y la disminución o falta de interacción social pueden ser factores desencadenantes de estos trastornos en las personas mayores, especialmente si han perdido a amigos o familiares.
- Preocupaciones financieras: La inquietud por la seguridad financiera o economía familiar y la jubilación puede constituir una fuente importante de ansiedad en la tercera edad.
- Cambios neurobiológicos: Algunas alteraciones en el cerebro relacionadas con el envejecimiento pueden influir o facilitar la aparición de estos trastornos.
- Uso de medicamentos: Algunos medicamentos comúnmente recetados en la tercera edad pueden tener efectos secundarios que aumentan el riesgo de ansiedad y depresión.
Estrategias de intervención
Habiendo comentado y comprendido la naturaleza de la depresión y la ansiedad, y la forma en la que pueden tener un impacto significativo al ser diagnosticadas en la tercera edad, a continuación, exploraremos algunas estrategias de intervención que pueden mejorar la calidad de vida de quienes sufren esta clase de problemas. Es esencial tener en cuenta que cada caso es único y personal, por lo que no todas estas aproximaciones pueden ser igualmente efectivas para cada individuo.
1. Terapia psicológica
La psicoterapia, y más concretamente la terapia cognitivo-conductual (TCC), es efectiva en la intervención en pacientes que sufren trastornos de ansiedad o depresión, ya sea en la tercera edad o en otras etapas de la vida. Los terapeutas pueden colaborar con los pacientes para identificar patrones de pensamiento negativo, enseñar habilidades de afrontamiento y proporcionar un entorno seguro para expresar emociones.
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2. Medicación y psicofarmacología
En ocasiones, los profesionales de la salud mental pueden prescribir medicamentos antidepresivos o ansiolíticos. Esto debe realizarse siempre bajo supervisión médica, ya que es necesario considerar posibles interacciones con otros medicamentos y la salud física del paciente. La medicación puede ser útil para aliviar síntomas graves de ansiedad o depresión, pero generalmente debe combinarse con terapia psicológica para abordar las causas y/o problemas subyacentes.
3. Grupos de apoyo
Los grupos de apoyo representan una fuente valiosa de apoyo emocional y social para las personas mayores que se enfrentan a la ansiedad y la depresión. Participar en un grupo donde puedan compartir sus experiencias con otros que enfrentan desafíos similares puede reducir la sensación de soledad indeseada y fomentar un sentido de protección y cuidados mutuos en comunidad. Estos grupos pueden estar dirigidos por profesionales de la salud mental o, por el contrario, ser de carácter más informal y basado en vínculos emocionales preexistentes, y su eficacia radica en el apoyo mutuo y la comprensión compartida.
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4. Actividad física y estilo de vida saludable
Llevar a cabo una actividad física regular y mantener una dieta equilibrada pueden tener un impacto significativo en la salud mental. El ejercicio libera endorfinas, neurotransmisores relacionados con el bienestar, y puede ayudar a reducir los síntomas derivados de la ansiedad y la depresión. Llevar a cabo rutinas asociadas a un estilo de vida activo y capaz de resultar saludable también incluye la promoción de una buena calidad de sueño y la reducción del consumo de productos con potencial de interferir en el funcionamiento de nuestras neuronas, como el café, el tabaco y el alcohol.
5. Apoyo familiar
El apoyo de la familia y los amigos desempeña un papel fundamental en la recuperación y el bienestar emocional de las personas mayores. Escuchar, mostrar empatía y brindar compañía son gestos significativos que pueden marcar una gran diferencia. Además, involucrar a los seres queridos en el proceso de tratamiento puede fortalecer los resultados positivos.
Desafíos silenciosos
En la tercera edad, la ansiedad y la depresión son desafíos silenciosos pero significativos que afectan la calidad de vida de muchas personas mayores. Sin embargo, a través de estrategias de intervención como la terapia, el apoyo social, el ejercicio y la educación, podemos marcar la diferencia. La clave radica en la detección temprana, el apoyo compasivo y la promoción de un envejecimiento saludable y emocionalmente equilibrado. Al hacerlo, brindamos la oportunidad de disfrutar plenamente de esta etapa de la vida y de vivirla con vitalidad y bienestar.