La vejez es una etapa del desarrollo del ser humano cargada de neoformaciones y crisis que muchas personas tienen dificultades en afrontar. La vejez se asocia en nuestra cultura como la etapa de progresivo declive de la capacidad cognitiva, así como el período en que se produce el cese de la vida laboral.
También se vincula esta etapa vital al progresivo deterioro del rol familiar, pues en algunos casos las personas de tercera edad pueden decidir marcharse a vivir lejos de sus allegados a lugares donde retirarse a descansar, a meditar o a vivir pendientes de alguna tarea que les agrade.
Depresión en la vejez
Asimismo, la vejez suele ser una etapa de dificultades emocionales ya que los cambios no solamente se producen en la faceta social, laboral o familiar, sino que también van apareciendo algunas enfermedades crónicas como son las migrañas, dolores musculares, reumatismo, pérdida de vista y audición. Los trastornos psicológicos y en las facultades mentales se evidencian en muchos casos, con cuadros de demencia, ataques de ansiedad y depresión.
Justamente, uno de los trastornos afectivos que más frecuentemente se presentan en la vejez es la depresión. La OMS afirma que más de un 20% de las personas que superan la edad de los 60 años sufren algún tipo de depresión, cifra que en los próximos 5 años aumentará según diferentes estudios. La depresión en la vejez es, pues, un trastorno psicológico que moviliza los esfuerzos de la comunidad científica para intentar hacer decrecer la tasa de afectados.
Teorías sobre la tercera edad: detectando los factores de la depresión en la vejez
La Teoría del Desarrollo Psicosocial de Erik Erikson (1975) plantea la etapa de la vejez como el estadio de crisis entre la integridad del yo y la desesperación, lo que da cuenta de la necesidad de influir positivamente en la salud psicológica de las personas de la tercera edad para que puedan afrontar su tiempo con el mayor bienestar.
Muchas personas conciben la vejez como una etapa limitante y de degradación pues ya no es posible realizar las mismas actividades que antes se hacían, sumado este factor a la soledad causada por la muerte de seres queridos, los niveles económicos precarios, la falta de actividad y el aislamiento son algunos de los detonantes que pueden causar depresión en la tercera edad.
Las residencias o casas asistenciales reciben cada año a decenas de adultos mayores que son víctimas de la depresión, siendo éste el segundo trastorno más prevalente después de la demencia. Aunque la gran mayoría de familiares suelen comprender que las residencias podrán ofrecerle un mejor seguimiento médico y psicológico a su mayor, pocos son los que están al lado del abuelo en esta etapa.
La vejez significa adaptarse a nuevos cambios, a un nuevo estilo de vida. Es la consumación total de la experiencias aprendidas en el trascurso del caminar humano, una fuente de saberes y también una etapa de vivencias y añoranzas por los años que quedaron en el pasado, y es por esa razón que al hablar de depresión en la vejez debemos tener en cuenta que no hay que confundir la sintomatología propia con los estados de tristeza y melancolía, que en su mayoría son leves y pasajeros y son bien habituales en este ciclo. No así, la depresión es un trastorno que tiene una duración prolongada y una sintomatología que indica que hay una enfermedad de fondo que debe ser tratada.
Clínica de la depresión en la vejez
La depresión en esta etapa puede presentarse de manera encubierta, tal como indica Morice Caballero (2000), afirmando:
“La depresión suele presentarse bajo la apariencia de un cuadro paranoide o se oculta en el insomnio, el dolor, u otros síntomas que son difíciles de integrar en un cuadro nosológico”.
Para un diagnóstico exacto, deberá realizarse integrando una valoración médica, neurológica y psicológica. La primera nos ayuda a confirmar o descartar algún tipo de anomalía que pueda existir y que influya en el estado anímico del adulto mayor, la segunda, a profundizar en el campo del sistema nervioso a fin de descartar alguna alteración en las regiones cerebrales, o demencia.
La intervención psicológica dependerá del contexto en que deba desarrollarse la terapia. En ocasiones, el trabajo se tornará difícil por lo complicado que puede ser manejar este tipo de casos y la lentitud en la consecución de resultados. Muchos profesionales coinciden en que, más que una especialidad de la psicología, la psicogerontología es un acto de servicio que no todos los profesionales de la salud mental están capacitados para realizar, por la dificultad que entraña y por la excepcionalidad de cada caso.
¿Cómo ayudar e intervenir a un adulto mayor con depresión?
a) Cada persona es distinta y como tal hay que estar preparado para cualquier peculiaridad que pueda exigir la ayuda hacia una persona adulta mayor con depresión. Cabe recordar que en esta etapa es frecuente que los pacientes se nieguen a seguir algún tipo de tratamiento, sea este médico o psicológico. En estos casos, lo más indicado es asesorarle con paciencia para que siga algún tipo de tratamiento, y acompañarlo durante el mismo con la ayuda de algún familiar.
b) Ayudar a tener presente las citas con el psicólogo y, en caso que se haya recomendado la terapia farmacológica (que en la mayoría de los casos es necesaria), estar atentos en los días en que es necesario que el adulto mayor tome sus medicamentos.
c) Realizar actividades que sean placenteras, como salir a caminar, leer un libro, escuchar música, etc. Lo importante es mantener la mente trabajando con actividades que sean de ayuda y aprendizaje a fin de conservar sus habilidades cognitivas y físicas.
La vejez es un ciclo que todos tendremos que transcurrir, con lo cual debemos estar preparados para saber afrontar de la forma más saludable. La vejez no debe ser una etapa de incertidumbre y de deterioro, sino una etapa que la persona pueda realizarse en el contacto con su familia, sus amistades y su cotidianidad.
Referencias bibliográficas:
- Erikson, E.H. (1975). Life History and the Historical Moment. New York: Norton.
- Morice Caballero, M.L. (2000). Temas prácticos en Geriatría y Gerontología. Tomo I
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