Una ruptura amorosa, especialmente si es inesperada o indeseada, es una experiencia desestabilizadora, que puede causar un importante impacto emocional en las personas que la viven.
Cuando sufrimos una vivencia de este calado, los seres humanos necesitamos atravesar por un proceso de duelo, que nos ayudará a adaptarnos progresivamente a nuestra nueva realidad, integrando y aceptando la pérdida sufrida. Este periodo de adaptación puede dilatarse en el tiempo, y se conforma de diferentes fases de intensidad emocional variable.
A lo largo de este proceso de duelo no nos resulta extraño ver cómo muchas personas recurren a diversas estrategias e inventivas con la esperanza de que les ayuden a hacer la transición. Una de las más frecuentes es hacer un cambio de estética más o menos radical.
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¿Por qué muchas personas deciden cambiar de aspecto tras una ruptura amorosa?
¿Qué hace que las personas tendamos a esta transformación cuando estamos de duelo? Suele tratarse de un acto que acompaña en la adaptación a nuestra nueva realidad, ayudándonos a desarrollar y consolidar una nueva versión de uno/a mismo/a. De manera coloquial, diríamos que los cambios físicos nos ayudan a hacer “borrón y cuenta nueva”, marcando un antes y un después en nuestro recorrido vital.
Asimismo, cuando acontecen cambios en nuestro entorno que no hemos elegido y que sentimos que están fuera de nuestro control, necesitamos recuperar la percepción de control interno. Para ello nos focalizamos en elementos que se encuentran bajo nuestra capacidad de acción, de cara a sentir que recuperamos el control de nuestra vida. Un corte de pelo sería un ejemplo de ello.
Por último, no debemos olvidar que el duelo es un momento emocionalmente intenso donde frecuentemente hay un abandono del cuidado de uno/a mismo/a. Muchas personas, especialmente en fases avanzadas de este periodo, deciden dejar de lado este hábito de abandono y comenzar a dedicar tiempo a su aspecto físico, viviéndolo como un gesto de autocuidado que les hará recobrar de manera progresiva su estado anímico y bienestar personal.
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¿Puede conllevar algún riesgo recurrir a estas prácticas para superar el duelo?
En el proceso de duelo no suele haber acciones o decisiones que, por sí solas, sean buenas o malas, sino que dependerá de la función que cumplan para cada persona.
Tomando el ejemplo de cambiar radicalmente de look, no es lo mismo hacer dicho cambio entendiéndolo como una ayuda para marcar un antes y un después en nuestro histórico, que hacer ese mismo cambio buscando escapar de nuestra realidad y pretendiendo que éste resuelva todo lo que acontece en nuestro presente.
Como se puede ver, el cambio en sí mismo no es positivo o negativo, sino que depende de la función que cumple. En el primer caso, la persona está tomando una actitud reflexiva de aceptación y toma el cambiarse el pelo como un acto que acompaña en su transición a su nueva realidad.
No obstante, en el segundo la persona está adoptando una actitud de afrontamiento pasivo, evitando conectar con lo que ha ocurrido y con las emociones que emanan.
Cuando sentimos mucho malestar, solemos tratar de huir del mismo, ya que no encontramos cómodos/as conviviendo con esta emoción. Por ello, muchas personas se “autoengañan” contándose que un cambio superficial (como un corte de pelo) solucionará el problema y evitará que tengan que enfrentarse a dicho malestar. A corto plazo este autoengaño puede ser muy reconfortante, pero más adelante nos pasará factura haber dejado en el “ángulo muerto” nuestro proceso de duelo, ya que podrá enquistarse y perdurar en el tiempo.
Para terminar, es crucial encontrar qué elementos nos ayudan a cada uno/a en la integración y aceptación de la ruptura. No hay una fórmula ni una receta genérica, sino que cada persona tendrá sus herramientas, que deberá utilizar siendo consciente de que un duelo es un proceso que lleva tiempo y que, como su propio nombre indica, tiene que doler antes de sanar.