No son pocas las personas que, al proponerse empezar a ofrecer servicios de psicoterapia tras haberse formado en Psicología, caen en la trampa de asumir que su trabajo se limita a aplicar técnicas sobre los pacientes. Esta manera tan unilateral de entender la terapia psicológica implica pasar por alto que en la consulta del psicólogo tiene lugar un proceso dialéctico entre psicólogo y paciente: ambas partes deben poner de su parte para dar lugar a una adecuada alianza terapéutica, algo que vaya más allá de la suma de dos personas como individuos.
En este flujo siempre cambiante que es la psicoterapia, los profesionales deben ser capaces de asumir que no tienen un control total sobre las sesiones, por un lado, y que su trabajo pasa por facilitar que el paciente entre en sintonía con la psicoterapia, por el otro. Dicho de otro modo: conocer estrategias para fomentar la participación e implicación del paciente en el proceso terapéutico. De ello hablaremos en este artículo: de qué se puede hacer para que, a la vez que los psicólogos reconocen la autonomía de los pacientes, les pongan las cosas fáciles para interesarse por que la terapia llegue a buen puerto.
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¿Qué hacen los psicólogos para fomentar la participación del paciente en el proceso terapéutico?
De poco sirve que una persona acuda por primera vez a psicoterapia si rápidamente llega a la conclusión de que no le servirá de nada y en un par de semanas deja de acudir a las sesiones. Del mismo modo, tampoco permite realizar avances que los pacientes vayan al psicólogo tan solo para desahogarse teniendo alguien que les escuche, como si el simple hecho de quejarse de lo mal que lo pasan les fuese a permitir mejorar su situación. Para que los pacientes transformen sus vidas y mejore su calidad de vida es imprescindible que quieran cambiar y que permitan que los psicólogos les den el apoyo que necesitan.
Estas son algunas de las estrategias más importantes de las que se sirven los psicólogos para facilitar que los pacientes se impliquen en la psicoterapia, tanto en las sesiones como en la realización de tareas en los días de cada día para lograr sus objetivos terapéuticos.
1. Analizar los reforzadores en funcionamiento cuando llega a la consulta
El trabajo empieza por entender cuáles son los sistemas de incentivos que están detrás de los patrones de comportamiento del paciente desde antes de empezar la terapia, y que se relacionan con el problema que quiere superar. De esta manera es posible identificar aquellos que son problemáticos (por ejemplo, los que mantienen en marcha la gestión disfuncional de la ansiedad) y de aquellos que ofrecen oportunidades prometedoras, pero cuyo potencial aún no ha sido exprimido. De esta manera, haciendo relativamente pocos cambios, la persona puede pasar a tener una mentalidad mucho más adecuada y a abrazar un estilo de vida más saludable emocionalmente.
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2. Reforzar su autoestima mediante la reestructuración cognitiva
La autoestima está íntimamente ligada a la autoeficacia, la concepción que tenemos acerca de nuestro propio horizonte de desarrollo personal y de aprendizaje, y lo que nos aporta una imagen de todo aquello de lo que somos capaces si nos lo proponemos. Por eso, ayudar a los pacientes a mantener un nivel adecuado de autoestima, ni demasiado bajo ni demasiado inflado, es algo fundamental para que “conecten” emocionalmente con el proceso terapéutico, de manera que se sientan capaces de lograr el objetivo de la terapia y que sepan reconocer sus avances como tales. Y es este sentido, la reestructuración cognitiva dirigida a cuestionar las creencias más disfuncionales sobre uno mismo es clave para que no se desanimen y confíen en sus aptitudes y talentos latentes.
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3. Establecer un programa de sub-metas ajustado al nivel de dificultad
La psicoterapia siempre debe plantear metas que no se limiten al objetivo final y que aporte referencias acerca de los avances que el paciente puede estar haciendo. Esto le permitirá tener una imagen detallada de sus logros, algo que le dé muestras de que su esfuerzo e implicación tiene recompensas que se hacen notar con relativa rapidez.
Pero para que esta segmentación de metas y sub-metas funcione, deben corresponderse con la curva de dificultad que encaja con las habilidades del paciente y con su ritmo de aprendizaje. Si no le aporta desafíos significativos, notará una sensación de estancamiento y perderá interés por la terapia, y si todo le cuesta demasiado, puede que incluso empeore su estado al asumir que no puede hacer nada para mejorar su situación.
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4. Mantener un diálogo frecuente con los familiares
Si es posible, es muy importante mantener un flujo de comunicación con los familiares, haciendo lo posible porque se adapten al estilo de vida promovido en psicoterapia y porque se interesen por sus avances, de modo que formen parte de todo aquello que motiva a la persona a seguir mejorando (al crear expectativas a su alrededor y a la vez al sentirse bien cada vez que los demás reconocen y aprecian sus progresos). Todo ello dejándole claro al paciente que se mantiene totalmente la confidencialidad de la información sensible tratada en las sesiones.
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