Está de más decir lo difícil que es tomar algunas decisiones en la vida. Lo complejo de cada decisión a resolver tiene que ver en general con las implicancias de los resultados, es decir, cuáles podrían ser las consecuencias que vendrán aparejadas cuando digamos “sí” o “no” a algo que se nos presenta.
Cuantas más opciones tengamos sobre un conflicto que requiere nuestra participación activa, paradójicamente, más difícil será la forma en que nos enfrentemos a ella. Es por esta razón que acumular información al respecto a cambio de mitigar la angustia e incertidumbre a la que nos vemos sometidos, no hará más que sumarnos complicaciones, por lo tanto, a la hora de reunirnos con información lo conveniente es que seamos selectivos con la misma.
La palabra decidir lleva en su interior decidere, que podría entenderse como "desde", y caedere, como "corte". Para decirlo fácil, aunque poco tiene de sencillo, decidir no es ni más ni menos que elegir entre diferentes opciones, es darle un corte a una situación que se nos presenta. Nuevamente, decidir es encontrar una salida a un inconveniente que tenemos por delante y que impone una opción, una elección o encontrar un curso de acción específico entre diferentes alternativas disponibles.
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La incertidumbre y la toma de decisiones: ¿cómo se relacionan?
La incertidumbre, o sea la razón de nuestra angustia, aquello que no nos deja dormir por la noche hasta que lo resolvemos, es el sentimiento casi visceral al que nos enfrentamos en la toma de decisiones, que no es más que la condición inherente a estar vivos.
Nos refugiamos en informaciones propias o ajenas sobre qué ha pasado frente a aceptar o rechazar alguna opción que se nos presente. Claramente, no tenemos certeza de cuál será el resultado y es justamente por eso que hablamos de decisiones.
Creemos que la incertidumbre se soluciona acumulando información en relación al tema que debemos resolver, pero en realidad tanto conocimiento e información no hace más que perturbarnos. El exceso de información y de opiniones aumenta la incertidumbre, el estrés y la ansiedad asociados a la toma de decisiones.
Es difícil evaluar las opciones sin temor a equivocarse, pero como en todas las cosas y sin pecar de optimistas, podemos encontrar un aspecto positivo, que es el volvernos altamente creativos para encontrar la resolución del problema.
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¿De qué depende nuestra capacidad de tomar decisiones?
Debemos entender que la toma de decisiones se encuentra influenciada por el contexto personal, social, cultural y político en el que estamos inmersos. Una decisión hoy puede no ser la correcta cuando haya pasado el tiempo. A eso nos referimos cuando hablamos de que están influenciadas por el contexto que nos toca encontrarnos en el momento de cada arbitraje, pero esta es una circunstancia que no podemos ponderar en ese momento debido a que está fuera de nosotros el saber cómo variarán los valores y la cultura, años más tarde.
La imprevisibilidad del futuro y la falta de experiencia en el tema hacen que busquemos salidas a veces fáciles e incluso mágicas. Invocamos todo conocimiento y no dejamos de oír todas las voces que se presentan para de manera consciente o inconsciente algo nos haga corrernos de un lugar tan incómodo. Cuando decidimos estamos tomando un riesgo.
Las decisiones médicas, las laborales, la elección de una carrera, la compra de un inmueble o grandes inversiones entre otras son situaciones en las que nos encontramos durante toda la vida. En otra escala se encuentran aquellas teñidas de sentimientos amorosos como elegir o continuar con una pareja o tener hijos, por ejemplo, es decir estamos todo el tiempo sometidos a tener que tomar decisiones de las más comprometidas a las más simples.
Y es necesario conocernos y reconocer nuestra forma de actuar y pensar frente a este conflicto que se nos presenta porque esto nos ayudará a corregir pequeñas distorsiones y eso nos enseñara sobre nosotros mismos. Es decir, cada obstáculo que nos aparece adquiere un valor de activo si sabemos aprovecharlo.
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¿Cómo mejorar nuestra capacidad de decidir?
En "La transformación de la mente moderna”, Jonathan Haid y Greg Lukianoff abordan el desarrollo histórico y filosófico de la mente humana y cómo ha evolucionado nuestra comprensión de la cognición en la toma de decisiones. Los autores explican que la toma de decisiones se entiende como un proceso cognitivo complejo que involucra la evaluación y comparación de múltiples opciones, la consideración de las consecuencias a largo plazo y la aplicación de principios lógicos y racionales para llegar a una elección informada.
No debemos dejar de lado los factores emocionales y nuestro estado cognitivo a la hora de la toma de decisiones, entendiendo que a estos factores se suma la incertidumbre y la presión del tiempo. Debemos tener en cuenta que estrictamente no hay buenas o malas decisiones, ya que eso lo sabremos siempre después que las hayamos tomado.
Frente a estas vicisitudes, nuestra naturaleza humana nos impone un estado cognitivo saludable y eso se refiere a estar emocionalmente equilibrados para llevar adelante la tarea, es decir, mantener la calma y la claridad mental es una de los requisitos. Si por alguna razón o por el tipo de decisión a tomar no nos encontramos en ese estado, buscar ayuda para aclarar nuestras ideas sería parte de la solución ya que al partir de la humildad frente a la dificultad del conflicto nos prepara de manera más sensata frente a nuestras capacidades, sentimientos y recursos.
Otro punto interesante es que la decisión a tomar tiene que estar en congruencia con los valores que corresponden a ese momento, es decir, que estén alineados con nuestra forma de pensar y sentir. Eso hará que cuando la decisión tomada sea evaluada más adelante en el tiempo, podremos pensar que en función del momento vivido y con las herramientas que teníamos, hicimos lo mejor que pudimos. Esto no implica el arrepentimiento, sino el reconocimiento de crecimiento sobre nosotros mismos y por supuesto un aprendizaje.
Ser fieles a nosotros es una cualidad positiva y será una condición para la evaluación del problema. Otra cosa a tener en cuenta es dejar de lado la inflexibilidad y permitirnos escuchar opciones de personas capacitadas. Eso nos dará una posibilidad mayor de éxito en la resolución. Creer que existe una sola manera de resolver las cosas solo nos hará creer que si nos flexibilizamos estamos perdiendo, y no resulta ser así necesariamente, sino que se trata de la mejor solución para ese momento, evaluando riesgos y daños mayores que el mantenernos firmes y cerrados frente a posibles equivocaciones.
Las teorías psicológicas sugieren que el miedo a la muerte puede estar relacionado con la pérdida de control y la incertidumbre acerca de lo que sucederá después de la misma. Si entendemos una decisión como un límite no estamos lejos de estar expuestos a esos sentimientos.
Desde esta perspectiva, la procrastinación puede ser vista como una forma de evitación de la ansiedad de muerte. La toma de decisiones importantes puede generar ansiedad y estrés, especialmente si implica un cambio significativo en la vida de una persona. En algunos casos, las personas pueden posponer tomar una decisión para evitar enfrentar esta ansiedad del límite y por ende de lo irreversible, como si se tratara de una pequeña muerte.
Al postergar la toma de decisiones, una persona puede sentir que tiene más tiempo y así evitar pensar en el hecho de que la vida es limitada.; así que, aunque puede ser difícil, tomemos las decisiones con confianza, sabiendo que estamos aprendiendo y creciendo en el proceso.
Silvana Weckesser
Silvana Weckesser
Magister En Psicología. Especialista en Clínica.Escritora
Finalmente, es importante recordar que tomar decisiones también puede ser una oportunidad para crecer y desarrollarnos como individuos. A través de vivir este proceso podemos aprender a confiar en nuestra intuición y desarrollar la confianza en nuestras habilidades. Por lo tanto, una recomendación es que enseñemos a nuestros hijos desde pequeños a decidir entre distintas alternativas (obviamente, las correspondientes a su edad).
Es necesario tener en cuenta que, en caso de niños, las opciones que les sugeriremos tienen que ser pocas (dos o tres, no más), ya que por el momento de su desarrollo no es conveniente angustiarlos con varias alternativas. De esta manera, aprender junto a las personas que nos quieren se hace no solo valioso en sí mismo, sino que generamos confianza en el proceso de encontrarse frente a la decisión y sus consecuencias, que la mayor parte de las veces no son irreversibles.