La angustia, esa sensación tan particular que se diferencia claramente de la tristeza, el hastío, el miedo a algo, tampoco es similar a la ansiedad, sino que tiene sus propias manifestaciones y sus propias causas. Hoy vamos a ver qué las distingue del resto de las sensaciones corporales y qué tiene de característica en sí misma.
Si bien por lo dicho pareciera que es sencillo reconocer cuando estamos angustiadas o angustiados, la verdad es que hay momentos previos a ese reconocimiento en los que no podemos percibir su presencia o ni siquiera la conocemos; y en un momento ocurre que nos damos cuenta de que esa sensación nos viene acompañando desde hace mucho tiempo: días, semanas, meses ¡o incluso años! Una sensación de compresión en el pecho, mezcla de nostalgia y añoranza, cuya manifestación más común es un suspiro profundo frecuente.
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El porqué el sentimiento de angustia
Sucede que es mucho más difícil poder reconocer una sensación interna que una externa. Podemos pensar a los órganos receptores encargados de la percepción del mundo (vista, tacto, gusto, oído y olfato) como cuando queremos conocer la temperatura del exterior en cualquier día; no es necesario que nos expongamos totalmente desnudos a los rayos del sol o al agua de la lluvia para tomar dimensión del clima, sino que basta con realizar una pequeña prueba, ya sea sacando la mano por la ventana para observar la temperatura del día.
Bueno, con la percepción pasa exactamente lo mismo, no percibimos las cosas tal cual son en toda su dimensión, puesto que nuestros órganos tienen cierto rango de estimulación, y fuera de ese umbral no podemos captar ninguna de las señales de la realidad. Por ejemplo: la voz emana ciertas frecuencias, el oído capta un rango determinado, y las emisoras de radio emiten cierta señal y se recibe determinada frecuencia (es necesario un aparato particular para poder captar esas ondas).
Con estas consideraciones, podemos ampliar la idea a las emociones que provienen de nuestro mundo interno. Estamos de acuerdo en que algunas sensaciones se presentan con más claridad que otras y en ocasiones podemos reconocer fácilmente cuál es nuestro estado de ánimo, ya sea alegría, enojo, molestia, placer, etc.
Lo particular de esta situación está en que esas sensaciones son similares a las que percibimos del mundo exterior, es decir, apenas nos llega noticia de nuestro estado emocional a partir de ciertos indicios que percibimos en la conciencia.
Queda todo un océano de procesos psíquicos que desconocemos, que dan como resultado aquello mismo que sentimos. La metáfora más común para la idea sería la de un iceberg, dónde sólo se percibe apenas una porción del mismo por encima de la superficie.
El autoconocimiento centrado en las emociones y los sentimientos
Generalmente no es sencillo ver con claridad qué sentimos en determinadas situaciones o con ciertas personas, sino que, además, cuando lo vemos quizás no sabemos porqué nos pasa eso que sentimos.
Aristóteles dijo: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.
Vemos que el desconocimiento de los motivos de ciertos afectos atraviesa a la humanidad desde tiempos primordiales, e incluso a aquellas personas más ilustradas, dando muestra de que las emociones no se “controlan” con el saber o la inteligencia, sino que es un proceso de aprendizaje propio, el hecho de saber por qué nos pasa lo que nos pasa, y en ese ámbito interviene justamente el psicoanálisis y la terapia que propone.
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La angustia no es un afecto a eliminar
Erróneamente se considera necesario eliminar aquello que nos hace daño sin preguntarnos por su causa. Pues bien, en esa pregunta que es posible abrir a través de la terapia se encuentra la verdad de cada uno, cuáles fueron y son las condiciones necesarias para llegar al punto actual en el que estamos angustiados. No es un mal funcionamiento de nuestro cuerpo, sino que es una señal emitida por el aparato psíquico que indica el hecho de estar actuando por fuera de nuestro verdadero deseo.
Esto se debe generalmente a que a veces tomamos decisiones importantes en nuestras vidas sin saber el porqué, y estas decisiones, si bien en algún punto sentimos que nos hacen bien y suponemos que son lo que realmente queremos para ser felices, puede que estén sosteniendo el deseo de otra persona significante en nuestras vidas, o deseos antiguos que ya no corresponden a lo que necesariamente necesitamos hoy para nosotros.
Cabe señalar que, si bien la angustia es una señal por excelencia de este proceso, suele suceder que la misma situación se manifiesta a través de otros síntomas como: malestar, presión, ansiedad, etc. Son varios los indicios que funcionen como alarma.
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La importancia de la psicoterapia ante la angustia
La terapia permite darles lugar a esas sensaciones a través de las palabras; palabras que no fueron dichas o no tuvieron lugar en uno mismo por no ser capaces de reconocer algo indeseado en su momento, o simplemente porque ahora somos conscientes de ciertos deseos ajenos que ya no son los nuestros.
Nunca es tarde para elaborar las situaciones y darnos lugar a nosotros mismos en nuestras vidas. Al fin y al cabo, la única deuda que tenemos en con nuestro bienestar y nuestra paz mental. El mundo externo es un reflejo del mundo interno, si suele presentarse oscura la realidad que vivimos, es posible darle color abriendo el espacio del deseo con sus múltiples posibilidades de crear otra verdad en la cual habitar.
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