En el año 2000, muchas personas creían que el mundo se acababa. Famoso es el caso del diseñador Paco Rabanne, tristemente fallecido el pasado mes de febrero; el modisto interpretó una de las conocidas profecías de Nostradamus, el astrólogo más famoso de la historia, como un inminente fin del mundo.
La profecía en cuestión afirmaba que, en el séptimo mes del año 1999, caería sobre el mundo el “Rey del Terror”. Rabanne proclamó que la estación espacial rusa Mir se desplomaría sobre Francia, que perecería entre las llamas y, con ella, el resto del mundo.
Todos sabemos que la profecía, si es que era este su significado, no se cumplió. Sin embargo, la anécdota sirvió para poner los nombres de Paco Rabanne y Nostradamus en boca de todo el mundo; mucha gente que desconocía la existencia del astrólogo empezó a buscar información sobre su vida y su trabajo profético.
¿Quién era Nostradamus? ¿Qué dicen exactamente sus supuestas profecías? ¿Se ha cumplido realmente alguna de ellas? En este artículo vamos a intentar rescatar el personaje real del legendario. Acompañadnos por una de las vidas más apasionantes: la de Michel de Nôtre-Dame, más conocido como Nostradamus.
Breve biografía de Nostradamus, el adivino más famoso de la historia
Convertido en auténtica leyenda, sus profecías son invocadas por todos, pero, paradójicamente, son todavía prácticamente desconocidas. Vamos a indagar un poco más en la vida de este interesante personaje.
El nacimiento de nuestro personaje no se pudo producir en mejor época: el siglo XVI, especialmente su segunda mitad, es el siglo de los astrólogos y los adivinos. Todos los poderosos de la época estaban verdaderamente obsesionados con el lenguaje de los astros, convencidos de que en ellos se ocultaban los designios de Dios y, por tanto, de su propia existencia y la de su pueblo.
Famoso es el caso de Felipe II, monarca católico por antonomasia que, sin embargo, reunía en su palacio de El Escorial a un importante círculo esotérico, cuyo principal objetivo eran los estudios astrológicos y alquímicos. Notable es también el caso de Catalina de Médicis, reina de Francia por su matrimonio con Enrique II, que fue, precisamente, una de las protectoras de Nostradamus.
Y, ¿qué papel ejercía la Iglesia en todo esto? ¿Consentía el Papado semejante “desvío” de los dogmas oficiales? En realidad, la doctrina cristiana era especialmente enemiga de todo lo que tuviera que ver con la adivinación y la profecía, puesto que desentrañar el futuro era lo mismo que intentar descubrir los designios de Dios.
En otras palabras, un ejercicio de soberbia en toda regla. Por ello, la Iglesia se dedicó, especialmente a través de su vehículo más poderoso, el Santo Oficio, a rastrear toda práctica en la que se husmeara cualquier indicio de “magia” o profecía. El mismo Felipe II, por cierto, tuvo problemas con la Inquisición, que se empeñaba en analizar la magnífica biblioteca que el rey poseía en El Escorial, y en la que se encontraban numerosos volúmenes relativos a astrología, alquimia y adivinación.
A pesar de todo, las prácticas adivinatorias proliferaron, en parte gracias al apoyo de los monarcas. Ya hemos comentado cómo Catalina de Médicis protegió a Nostradamus y se interesó vivamente por sus profecías. Por otro lado, es necesario tener en cuenta que, en el siglo XVI, la intelectualidad pasaba por estudiar una serie de disciplinas que, para nuestra mentalidad del siglo XXI, serían meras pseudociencias. En aquella época, cualquier erudito que se preciara estaba interesado por los astros y la magia de igual forma que por la ciencia y la medicina, pues lo consideraban parte de un mismo manantial de sabiduría.
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Los primeros pasos de un mito del esoterismo
Nostradamus nació como Michel de Nôtre-Dame en la Provenza francesa, en el seno de una familia de judíos conversos, lo que, a priori, ya lo erigía como sospechoso de herejía ante la Iglesia. Sin embargo, no fue esta condición lo que le valió su expulsión de la Universidad de Montpellier, donde se había matriculado para cursar estudios de medicina, sino su pasado como boticario.
En aquella época, una de las condiciones para ingresar en los estudios superiores era no haber ejercido anteriormente ningún trabajo manual, considerado indigno de nobles e intelectuales. La de boticario era una ocupación que entraba dentro de esta clasificación, por lo que, a pesar de que Michel había cursado satisfactoriamente los estudios del Trivium (gramática, retórica y dialéctica), requisito indispensable para acceder a los estudios superiores, la Universidad de Montpellier le cerró el acceso.
El año de 1547 es crucial para nuestro personaje, puesto que es entonces cuando contrae matrimonio por segunda vez (su primera esposa, junto con sus hijos, han fallecido a causa de la peste). Su segunda mujer, Anne Ponsarde Gemelle, es una viuda muy rica que va a solucionarle los problemas económicos: a partir de entonces, Michel podrá dedicarse plenamente a lo que considera su “vocación”, la profecía.
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Codiciado por toda Francia
En el año 1550 ve la luz su primer almanaque, donde refleja los sucesos que, según él, van a tener lugar durante esos doce meses. La obra es un éxito fulminante, y Michel, que ya se da a conocer con su apellido latinizado, Nostradamus, empieza a codearse con las familias más importantes de su entorno. El auge del interés por la astrología y la adivinación hace que Nostradamus adquiera pronto un gran número de clientes a los que satisfacer, para los que realiza horóscopos y adivinaciones.
Mucho se ha hablado del trabajo de Nostradamus y de si, realmente, sus profecías eran originadas por unas dotes verdaderas de adivinación o si, por el contrario, eran meras patrañas para atraerse a las clases pudientes. Algunos historiadores ven en las profecías de Nostradamus una ambigüedad realizada ex profeso, que hace que sus augurios puedan interpretarse de diferentes maneras, según el gusto del lector. Sea como fuere, en 1555, año de la publicación de su obra Les Prophéties (Las profecías), el adivino se ha convertido ya en el personaje más solicitado; entre sus clientes está nada menos que la reina de Francia.
Poco pudo saborear su fama. En 1566, la gota que arrastraba desde muy joven le produjo un edema severo que acabó con su vida el 2 de julio. Tenía 62 años.
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Les Prophéties
Se trata de su obra más famosa, por la que es conocido en todo el mundo. En Les Prophéties, Nostradamus amplía la información de sus almanaques y extiende sus predicciones hasta tres siglos (es decir, hasta el siglo XIX). Más tarde, en la edición de 1557, ampliará sus adivinaciones tres siglos más.
Escritas en una mezcla de francés, griego, latín y occitano, las cuartetas que contienen las profecías de Nostradamus han despertado a través de los siglos admiración y rechazo a partes iguales. Ya hemos comentado cómo su estilo es deliberadamente ambiguo, por lo que el significado puede “adaptarse” dependiendo de quién sea el lector.
Algunos historiadores sostienen que el autor manejó este lenguaje poco claro para liberarse de una posible persecución de la Inquisición, una sombra que siempre estaba sobre su cabeza en tanto que adivino y astrólogo. De hecho, en la introducción a sus Prophéties, Nostradamus invoca repetidamente a Dios como único inspirador de sus palabras y como el único que es capaz de saber y cambiar los sucesos, dejando así muy claro que lo él hacía ni era herejía, ni era magia.
Pero mostremos algún ejemplo para verlo más claro. Hemos iniciado este artículo comentando el sonado caso de Paco Rabanne y su interpretación personal de una de las profecías de Nostradamus. El texto original cuenta, más o menos, que, en el séptimo mes del año 1999, del cielo vendrá un “Rey del Terror”, que traerá a la vida al rey de los mongoles. Antes y después de estos sucesos, Marte reinará con buena suerte. ¿Podemos realmente sonsacar en estos versos el fin del mundo que tanto temía Paco Rabanne? Realmente, se trata de un texto susceptible de ser interpretado de muchas maneras diferentes; su lenguaje poético y vago da pie a un sinnúmero de explicaciones.
Tomemos otra de las profecías, que supuestamente adivina el advenimiento de la Revolución Francesa. En este caso, Nostradamus habla de “el elegido monarca”, y luego añade las palabras “fuego, sangre, decapitación”. No podemos negar que esta cuarteta es un poco más “concreta” pero, aun así, sigue siendo suficientemente ambigua.
Existen otras muchas profecías que, según los seguidores de Nostradamus, se han cumplido a pies juntillas: la coronación de Napoleón como emperador (“Un emperador que nacerá cerca de Italia…”), en la cuarteta 60 de la Centuria I; e incluso el atentado de las Torres Gemelas, que se profetizaría en la cuarteta 97 de la Centuria VI (“Cinco y cuarenta grados el cielo arderá, fuego acercándose a la gran ciudad nueva…”).
En fin; las profecías de Nostradamus pueden considerarse acertadas… o pueden no serlo. Lo único cierto es que, en su época, suscitaron un enorme interés, y que todavía ahora, en pleno siglo XXI, siguen alimentando teorías.