El reforzamiento es una técnica muy utilizada en terapia de conducta. Se aplica frecuentemente en niños y en discapacidad intelectual, a fin de aumentar o desarrollar diferentes tipos de conductas.
Para que esta técnica sea efectiva, el reforzador debe ser adecuado. El reforzador (o refuerzo) es cualquier estímulo que aumenta la probabilidad de que una conducta se repita en un futuro. En este artículo conoceremos los diferentes tipos de reforzadores, según seis criterios de clasificación.
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La modificación conductual mediante el reforzamiento
El reforzamiento positivo es un tipo de técnica conductual operante, que sirve para desarrollar o incrementar conductas. Normalmente, las conductas que queremos aumentar o potenciar son aquellas conductas adaptativas y positivas para el aprendizaje del niño.
Existen diferentes tipos de reforzadores, que se aplican en función de la situación, del niño (características, edad, preferencias,...), de su relación con el terapeuta o el padre/madre, de la disponibilidad de recursos, del contexto, etc.
El reforzamiento es el procedimiento mediante el cual la aplicación de un estímulo hace que aumente la probabilidad de que una conducta se repita en el futuro. Por otro lado, el reforzador o refuerzo es cualquier estímulo que aumenta la probabilidad de que una conducta se repita en un futuro.
Algunos ejemplos de reforzadores son: un halago (refuerzo verbal), un tipo de comida que le guste al niño, gominolas, más tiempo mirando los dibujos animados, un juego, un libro, cosquillas, bromas, etc.
Tipos de reforzadores
Existen diferentes tipos de reforzadores, según los criterios que utilicemos para clasificarlos. Podemos clasificarlos según seis criterios diferentes:
1. Según su origen
Según el origen de su valor reforzante, encontramos los siguientes tipos de reforzadores.
1.1. Primarios
Tienen un valor incondicionado o innato. Por ejemplo, la comida o la bebida.
1.2. Secundarios o generalizados
Se convierten en reforzadores mediante el aprendizaje. Tienen un carácter más específico.
1.3. Generalizados
Son reforzadores de múltiples respuestas (por ejemplo el dinero o las fichas del sistema de economía de fichas).
2. Naturaleza
Por su naturaleza, podemos enumerar los siguientes tipos de reforzadores:
2.1. Materiales o tangibles
Poseen entidad física (por ejemplo un balón o una bicicleta).
2.2. Comestibles o manipulables
Se comen o se pueden manipular (por ejemplo chicles o caramelos).
2.3. Sociales
Son de carácter interpersonal; abarcan el lenguaje verbal y no verbal (por ejemplo las alabanzas o las carícias).
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2.4. De actividad
Se trata de las conductas que resultan placenteras para el sujeto (por ejemplo ir al cine o ir de compras).
2.5. Principio de Premack
Se da cuando una actividad de baja frecuencia aumenta su probabilidad de ocurrencia al asociarla a otra de alta frecuencia.
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3. Proceso de reforzamiento
Según el proceso de reforzamiento, los tipos de reforzadores que encontramos son dos:
3.1. Extrínsecos
El reforzamiento es abierto y observable.
3.2. Intrínseco
Es un reforzamiento encubierto (por ejemplo pensamientos o imágenes).
4. Administrador
Encontramos dos tipos de reforzadores:
4.1. Externos
El reforzador se lo administra alguien al sujeto, es decir, otra persona.
4.2. Autorreforzadores
Son reforzadores autoaplicados (por el mismo sujeto).
5. Receptor
Según quién recibe el reforzador, estos se pueden clasificar en:
5.1. Directos
El propio sujeto es el que recibe el reforzador.
5.2. Vicarios
El sujeto observa cómo otro sujeto recibe el reforzador.
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6. Programación
Encontramos de dos tipos, según su programación:
6.1. Naturales:
Tenen una alta probabilidad de presentarse en el ambiente (por ejemplo una buena calificación en el ambiente escolar).
6.2. Artificiales
Son aquellos que se aplican bajo condiciones específicas (por ejemplo las fichas).
¿Cómo se aplica el reforzamiento positivo?
Como hemos visto, tenemos muchos tipos de reforzadores para escoger; nuestra elección dependerá de algunas variables ya mencionadas.
Además, para que un reforzamiento positivo sea eficaz, éste debe aplicarse correctamente. Existen una serie de pautas para hacerlo, y que enumeramos a continuación:
- Especificar con precisión la conducta a modificar.
- Identificar y seleccionar los reforzadores eficaces (especificidad y variedad).
- Administrar inmediatamente los reforzadores (que no sea demorado).
- Aplicación contingente (que después de la conducta siempre vaya el reforzador).
- Controlar las contingencias competidoras.
- Evitar la saciación de los reforzadores.
- Estimar la cantidad óptima del reforzador: privación/saciedad y esfuerzo.
- Ajustarse al programa de reforzamiento fijado.
- Generalización y desvanecimiento: diseñar un cambio de programa de reforzamiento cuando convenga.
Efectividad del refuerzo
Al final, lo que importa no es tanto la naturaleza del refuerzo o estímulo (es decir, qué tipo de refuerzo sea), sino que la conducta que queremos aumentar, realmente aumente gracias a dicho refuerzo. Es decir, lo que hace realmente efectivo a un reforzador es que cumpla dicha función.
Así, no es tanto que haya ciertos tipos de reforzadores más efectivos que otros, sino que todo dependerá de la situación y del sujeto.
Algunas evidencias que nos demuestran que un reforzador será efectivo, son:
- Que el niño “se enganche” al reforzador.
- Que no quiera “marchar” de la situación reforzando (buscando otros estímulos, por ejemplo).
- Que lo pida.
- Que ría o sonría mientras tenga el reforzador.
Otras técnicas
Otras técnicas similares a las del reforzamiento positivo, que tienen su misma función (posibilitar el desarrollo o el incremento de ciertas conductas) son: el moldeamiento, el encadenamiento, el desvanecimiento y la conducta operada por reglas.
Referencias bibliográficas:
- González, A. (2005). Aportaciones de la psicología conductual a la educación. Sinéctica, 25, 15-22.
- Vallejo, M.A. (2012). Manual de Terapia de Conducta. Tomo I. Madrid: Dykinson.