Mucho se ha dicho sobre el TDAH en los medios, las redes sociales y con el boca a boca. Como con todos los trastornos psiquiátricos, este no ha estado exento de bulos y mitos. De hecho, junto con el TEA, el TDAH es de los trastornos del desarrollo que más desinformación existe.
Unos echan la culpa a los padres, otros a la industria farmacéutica y otros infravaloran la gravedad del trastorno. La lista de mitos sobre el TDAH podría ser infinita, pero hoy nos vamos a centrar en los más compartidos.
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Los mitos sobre el TDAH
De todos los trastornos de la infancia que hay, seguramente el TDAH, junto con el TEA, sea de los que más mitos y mentiras giran a su alrededor. Hay mucha información falsa acerca los niños y niñas que padecen Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. Ya sea por desconocimiento de sus síntomas, atribuirle una menor gravedad, considerar que se patologiza la infancia o, directamente, por decir que es una invención de la industria farmacéutica, lo cierto es que hay bulos que han calado profundamente sobre qué es el TDAH.
La desinformación hace daño a las familias, pero sobre todo a los niños con TDAH. Presentar este trastorno y no diagnosticarlo ni tratarlo a tiempo afecta muy negativamente a su desempeño escolar, relaciones sociales, autoconcepto y autoestima. No saber por qué van mal en el colegio y no recibir ayuda para mejorar académicamente determinará su futuro, creyendo que es menos inteligente que los demás y sintiéndose profundamente deprimido y frustrado por ello. Por eso es tan importante que, ante la sospecha de que pudiera presentar este trastorno nuestro hijo, consultar ayuda profesional.
A continuación, vamos a ver 11 mitos sobre el TDAH y lo vamos a explicar en profundidad.
1. El TDAH es un problema de disciplina
El TDAH tiene un origen biológico, con una alta heredabilidad (75%). Este trastorno psiquiátrico se manifiesta de varias formas, teniendo como componentes principales los siguientes:
- Hiperactividad: nivel de actividad alterada.
- Impulsividad: escaso autocontrol comportamental.
- Inatención: poca capacidad de atención y concentración.
Los niños y niñas que presentan esta condición psiquiátrica presentan serios problemas de atención y concentración, además de una impulsividad impropia para su edad y estadio evolutivo.
Que un niño presente TDAH no es culpa de sus padres. Muchos creen que es un problema de disciplina, el resultado de que los padres no hayan sabido controlar al niño de forma eficaz. Ciertamente, puede que los padres hayan tenido este problema, pero no por ser malos educadores sino porque ese es, precisamente, un síntoma del TDAH. La conducta de su hijo les desborda.
El diagnóstico del TDAH es muy fiable y existen en todo el mundo asociaciones de padres con hijos con este trastorno en la que pueden recurrir en su ayuda.
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2. No es TDAH, es que simplemente hay niños que son difíciles
Es cierto que la mayoría de los niños y niñas son impulsivos y tienden a prestar poca atención en algunos momentos, a veces hasta el extremo. No obstante, en el caso de un niño con TDAH no es que sea simplemente “difícil” para sus padres o maestros, ni tampoco es que tenga la cabeza en otra cosa. Su hiperactividad y falta de atención son lo suficientemente graves como para hablar de una discapacidad, un problema que le impide trabajar de forma normal en su día a día.
Sus síntomas le impiden, de forma sistemática y grave, tener éxito en la escuela, ajustarse a las rutinas de la familia, seguir las normas de la casa, mantener amistades y evitar lesiones. La clara discapacidad funcional en niños con TDAH es lo que hace que pediatras y psiquiatras infantiles diagnostiquen el trastorno y recomienden tratamiento.
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3. El niño va a tener TDAH si se concentra en sus videojuegos por horas
En la mayoría de los casos, el TDAH supone problemas con las tareas que requieren atención por largos períodos de tiempo, no tanto en actividades que sean interesantes o estimulantes. El colegio es especialmente difícil para los niños con TDAH porque las clases son poco estimulantes en términos visuales, sonoros y de actividad física, a diferencia de los videojuegos.
La mayoría de los niños con TDAH son diagnosticados en los años escolares precisamente porque las demandas escolares, sociales y comportamentales durante esos años son muy difíciles para ellos. Puede parecer que sus dificultades son a causa de la escuela, una posibilidad que debe considerarse, pero es más probable que sea un resultado del esfuerzo del niño de manejar ese entorno.
Otras situaciones que pueden ser difíciles para los niños con TDAH y que se dan en la escuela son las interacciones sociales; deportes donde se tienen que concentrar (p. ej., balón prisionero, tenis, volley…) y actividades extracurriculares que les exigen estar quietos, escuchar o esperar su turno durante períodos largos de tiempo.
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4. El TDAH es una enfermedad nueva o un invento
Uno de los mitos más extendidos sobre el TDAH es que es una invención, una “enfermedad” nueva creada con el propósito de patologizar la conducta infantil y medicalizar a los niños y niñas ya desde muy pequeños.
Sí que es cierto que el nombre de TDAH es nuevo y una invención, siglas con el que se conoce a este trastorno de atención, impulsividad e hiperactividad desde 1994. Sin embargo, los síntomas asociados a esta condición ya se conocían en el siglo XIX y a lo largo de los dos últimos siglos se han propuesto diversas etiquetas diagnósticas. Que el nombre sea nuevo, no significa que el trastorno no existiera antes.
Uno de los primeros registros sobre lo que hoy en día conocemos como TDAH lo tenemos del 1865, fecha en la que aparece en el cuento de “Der Struwwelpeter” (Pedro el Desgreñado), cuyo autor es Heinrich Hoffmann. Originalmente, se le llamó “Disfunción Cerebral Mínima”. Más tarde, en 1950 se le bautizó como “Síndrome Hipercinético” y una décadas después Síndrome del Niño Hiperactivo o Reacción Hipercinética de la Infancia.
En los años 1980 se volvió a cambiar de nombre al trastorno, esta vez con uno similar al que tenemos actualmente: Trastorno por Déficit de Atención, con o sin Hiperactividad (TDA con H y TDA sin H). En la clasificación actual del DSM-5 existen tres subtipos: inatento, hiperactivo-impulsivo y combinado. Su frecuencia de diagnóstico es bastante constante alrededor del mundo, oscilando entre el 2 y 6%.
5. El TDAH es una enfermedad falsa, resultado de la poca paciencia de los padres por la conducta normal de su hijo o hija
El TDAH debe ser diagnosticado y tratado lo antes posible debido a que repercute muy negativamente en el niño. Disminuye el rendimiento académico y, consecuentemente, puede llevar al fracaso escolar, suspenso de materias, repetir cursos, abandonar los estudios. Y aunque no haya fracaso escolar, el hecho de que tenga dificultades en clase y no reciba una explicación del porqué hará que el niño o niña piense que es menos inteligente, teniendo una muy baja autoestima y autoconcepto.
Pero no solo hay problemas en los estudios. La vida social y emocional de los niños con TDAH también se ve afectada en forma de problemas en las relaciones con los compañeros, amigos y familiares por su impulsividad. Los niños con esta condición tienen pocos amigos y les duran poco, lo que contribuye indirectamente al fracaso repetido en el colegio y el mal comportamiento. Todo esto puede provocar episodios de depresión.
Si de pequeños no reciben el tratamiento que les corresponde, llegados a la edad adulta les costará encontrar trabajo y los empleos que consigan estarán por debajo de su capacidad. Añadido a esto, los adultos con TDAH sin tratar pueden sufrir múltiples consecuencias asociadas a irresponsabilidad, como tener hijos a edades tempranas, mayor tasa de abuso de sustancias, falta de organización laboral y menor retención de empleos.
Si estos niños no reciben un tratamiento correcto, en el futuro sus trabajos estarán por debajo de su capacidad. A ello se añaden problemas como más embarazos a edades tempranas, mayor tasa de abuso de sustancias, menor progresión laboral y menor retención de un empleo. Los niños con TDAH que no son tratados tienen alta probabilidad de desarrollar comportamientos negativistas: desobediencia, desafío, adicciones…
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6. Cualquiera puede diagnosticar TDAH
Para manejar adecuadamente el TDAH y evitar sus complicaciones, es altamente necesario un diagnóstico correcto y temprano. Los primeros en sospechar que un niño o niña puede tener esta condición psiquiátrica son los padres y maestros.
Por mucha experiencia que puedan tener los profesores con casos de TDAH en su clase, ellos no son las personas más indicadas para diagnosticar el trastorno, sino un psicólogo infantil, un psiquiatra infantil o un pediatra experto en la condición psiquiátrica.
Destacamos que el diagnóstico definitivo lo realiza un psiquiatra especializado en la infancia y la adolescencia, un neuropediatra o psicólogo clínico. Una vez ya se tiene el diagnóstico, se diseña un plan de tratamiento resultado de la colaboración interdisciplinar entre un psicólogo clínico, pedagogo, profesor de apoyo y otros profesionales del ámbito de la salud mental y la educación infantiles.
7. Nunca se deben usar fármacos como primera opción terapéutica para el TDAH
El TDAH es un trastorno demasiado complejo como para tratarlo con una única opción. El tratamiento de esta condición implica entrenar a los padres sobre qué es el TDAH y cómo manejar la conducta de su hijo, además de darle al pequeño apoyo y la adaptación escolar que pertoque. Añadido a esto, es preciso tratamiento farmacológico, pues la medicación para esta condición afecta sobre la química cerebral desajustada detrás de los síntomas de este trastorno.
Los padres pueden ayudar a los niños y niñas con TDAH definiendo reglas claras de consecuencias y recompensas ante ciertos comportamientos. También deben colaborar con el pequeño en las tareas y deberes, fraccionándolos en caso de que sea necesario, , definir rutinas estables y predecibles, aumentar la estructura de su tiempo y el orden de la casa eliminar distracciones y motivar al pequeño.
Tenemos varios fármacos eficaces para ayudar a los niños y niñas con TDAH. Por un lado, tenemos los psicoestimulantes, como el metilfenidato (p. ej., Rubifén®, Concerta® y Medikinet®), que interviene principalmente sobre la dopamina. También ayudan otros psicofármacos no estimulantes, como la atomoxetina (Strattera®) que afecta a los niveles de noradrenalina.
8. Se debe recurrir a la psicoterapia y evitar la medicación para el TDAH a toda costa
La psicoterapia es fundamental, no solo en el TDAH sino en todos los trastornos mentales. Los tratamientos psicológicos sirven como entrenamiento para los padres sobre los síntomas, control y manejo del comportamiento del niño.
No obstante, debemos entender que el TDAH es una condición con mucha base neurológica y que tratamientos como el psicoanálisis, la terapia de juego o el entrenamiento cognitivo para mejorar la concentración, la memoria y la atención no han mostrado buenos resultados sin combinarlos con fármacos. El foco de atención debe ponerse sobre la escuela, aplicando apoyo escolar, individualizando las técnicas de estudio y repasando las materias que más le cueste.
Todo tratamiento que se oferte como mágico, que prometa curación inmediata, rápida, sin esfuerzo y permanente para el TDAH debe ser puesto en el entredicho. En muchas ocasiones, en el mercado se pueden encontrar tratamientos extremadamente caros que aseguran que se puede curar el TDAH fácilmente.
La triste realidad es que detrás de ellos hay personas con muy pocos escrúpulos que están dispuestos a aprovecharse del sufrimiento de padres y madres que, desesperados porque su hijo sea “normal”, están dispuestos a pagar cualquier precio. El TDAH es una condición crónica y, si bien sus síntomas mejoran a medida que el individuo madura, requiere de intervención farmacológica y psicológica profesionales, basadas en la evidencia científica.
9. El TDAH sólo afecta durante la infancia
Es cierto que algunos de los síntomas de la hiperactividad pierden intensidad a medida que va madurando. Pero, por el lado contrario, los síntomas asociados a la inatención y, especialmente, los de la impulsividad persisten durante la adolescencia y la adultez.
Un tercio de los niños y niñas con TDAH “dejan” de tenerlo antes de la adolescencia. El porqué de esto es motivo de debate, yendo desde el sobrediagnóstico (que es real) a una reducción lo suficientemente significativa de los síntomas con el tratamiento lo suficientemente importante como para considerar que el trastorno ya no está. Otro tercio dejará de tener TDAH antes de la edad adulta. Finalmente, el tercio restante seguirá teniendo TDAH en la adultez.
Pese a estas estadísticas, cabe decir que algunos que se “recuperan” mantienen síntomas que les afectan, por lo que se considera que el TDAH, aunque deje de ser tan intenso como en la infancia, es un problema crónico que requiere manejo a largo plazo. Igualmente, la remisión de los síntomas en la adolescencia y la adultez puede ser lo suficientemente relevante como para que el individuo tenga una vida académica y social exitosas.
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10. El TDAH sólo afecta a los varones, no a niñas
Otro mito es el de que el TDAH sólo afecta a los niños y no a las niñas. Esta es la sensación que da, puesto que este trastorno pasa más desapercibido en niñas. El motivo de ello es que tienen muestran menos hiperactividad y oposición a los adultos, mostrándose como menos negativas en la conducta y el aprendizaje. Las chicas con TDAH no suelen tener problemas de rendimiento escolar hasta llegada la secundaria.
11. Los fármacos para el TDAH son adictivos
Uno de los argumentos más esgrimidos en contra de la medicación de niños y niñas con TDAH es que los fármacos producen adicción. La realidad es que el metilfenidato, principal opción farmacológica para el TDAH, no produce adicción si se respetan las dosis terapéuticas. Si bien es cierto que químicamente es similar a la anfetamina, a dosis normales para el TDAH y por vía oral no produce efecto euforizante.
Esto no quiere decir que no se deba ir con cuidado con estos fármacos porque no dejan de ser medicamentos y, como con todos, se deben tomar precauciones. A dosis altas, el metilfenidato sí causa efectos euforizantes y, en caso de que se le dé a chicos que tengan historial de abuso de drogas o alcohol, debe controlarse su administración de forma muy cercana.