La experiencia de ser madre o padre se expande a prácticamente todos los aspectos de la vida. Tanto es así que puede generar cambios tanto en la propia persona como en el entorno. Afecta a la forma de ver y entender el mundo, de relacionarnos, de pensar y comunicarnos… Con frecuencia, también cambia las prioridades. Podríamos decir que pocas son las áreas que quedan intactas.
Siempre se dice que la paternidad y la maternidad son tan gratificantes como agotadoras. Entonces, ¿cómo puede ser que ayude a mantenerse más joven? Lo cierto es que los últimos descubrimientos científicos señalan que, efectivamente, tener hijos fomenta que el cerebro se mantenga más joven.
A lo largo de este artículo veremos con más detalle estas investigaciones y sus resultados. Hablamos sobre el cerebro de los padres y las madres, cómo la maternidad afecta al envejecimiento cerebral y, también, hablamos sobre la plasticidad cerebral que va de la mano de la paternidad.
Lo que la ciencia nos explica sobre el cerebro de los padres y madres
Aunque, en términos generales, los cambios que se producen en la maternidad y la paternidad a nivel cerebral ha sido un tema muy poco estudiado, en los últimos años ha crecido el interés. Así pues, hoy día empieza a haber publicaciones que comparten resultados realmente interesantes.
Además, los avances en la tecnología han permitido que las investigaciones puedan ofrecer información relevante al respecto. Nuestro cerebro cambia para adaptarse a las experiencias a las que hacemos frente en nuestra vida. Y esto también pasa cuando tenemos hijos. La neurociencia demuestra que se dan cambios tanto en las funciones como en las estructuras cerebrales para hacer frente a los retos que supone la crianza.
Un estudio realizado en 2011 señaló que áreas como el hipotálamo, la amígdala, la corteza prefrontal y los circuitos de recompensa de los padres y madres pasan a activarse de forma intensa cuando hay estímulos asociados a los hijos. Estas regiones son importantes porque se ocupan de aspectos como la empatía, el apego, la regulación emocional y la toma de decisiones.
Se ha observado que estos cambios cerebrales no son pasajeros, sino que el cerebro se reconfigura para poder hacer frente a la crianza. Esto quiere decir que la experiencia de la paternidad (y maternidad) tiene efectos duraderos en la estructura cerebral.
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Efectos de la maternidad en el envejecimiento cerebral
Los cambios que sufre una mujer en el cerebro empiezan en el momento en que se queda embarazada. Sin embargo, estos no se “revierten” al dar a luz y ni siquiera después de los primeros meses de vida. Los últimos estudios sobre el tema revelan que las modificaciones estructurales y funcionales permanecen incluso décadas después de haber criado a sus hijos.
De forma habitual, nuestro cerebro tiende a perder especialización de los hemisferios a medida que pasan los años, disminuye la separación entre redes funcionales y tiende a depender más de la corteza prefrontal para intentar compensar posibles déficits. Sin embargo, en 2021 se publicó una investigación en la que se observó que las mujeres con más hijos presentaban patrones cerebrales que se oponen a estos patrones de envejecimiento.
Los hallazgos señalaban una mayor lateralización (especialización) de cada hemisferio, más segregación de las redes cerebrales —que supone una mejor organización funcional— y una menor necesidad de compensación frontal. Así pues, a raíz de estos resultados, se considera que la maternidad puede tener efectos neuroprotectores.
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Paternidad y plasticidad cerebral
Es cierto que hay pocos estudios sobre los cambios cerebrales que se producen en esta etapa de la vida y que la mayoría de ellos se han enfocado en las mujeres gestantes. Sin embargo, recientemente también se ha empezado a poner el foco en observar las modificaciones que se producen en los padres y las madres no gestantes.
En 2021, se publicó una recopilación sobre evidencia en la que se demuestra que los padres también experimentan cambios cerebrales importantes tanto a nivel estructural como funcional. La publicación incluye animales de diversas especies y se observó que estas modificaciones se dan principalmente en aquellas especies en las que los machos intervienen de forma activa en el cuidado de las crías.
Los estudios con humanos son más limitados. Sin embargo, lo que se ha observado hasta el momento es que los padres que están involucrados en la crianza de sus hijos e hijas también presentan cambios en la corteza prefrontal, la amígdala y las áreas relacionadas con la empatía.
Estos hallazgos son tan interesantes como relevantes puesto que ponen de manifiesto que los cambios cerebrales están vinculados al cuidado y la crianza más que al sexo, al embarazo o a otros factores biológicos.
Últimos estudios sobre la ma-paternidad y el cerebro
En este 2025 se ha publicado un estudio realmente importante que investiga la relación entre parentalidad y envejecimiento. Se analizaron datos de más de 37000 adultos con el fin de averiguar cómo se relaciona la experiencia de la maternidad y la paternidad con la conectividad cerebral en la mediana y la tercera edad.
Los resultados obtenidos fueron contundentes. Se observó que tanto padres como madres presentaban una mayor conectividad funcional en regiones vinculadas al movimiento, la interacción social y la percepción sensorial. Más concretamente, había una mayor eficiencia en las redes de procesamiento social, las motoras, las auditivas y las visuales.
Todo esto se relaciona con una mayor capacidad cerebral para resistir o compensar el deterioro asociado a la edad e incluso determinadas enfermedades neurodegenerativas. Si lo traducimos, vendría a ser un menor riesgo de déficits de memoria, atención o lenguaje. Además de una mayor capacidad para adaptarse a cambios estructurales en el cerebro sin que haya sintomatología clínica y una mayor reserva cognitiva.
Uno de los puntos que resulta especialmente interesante es el hecho de que los beneficios observados eran mayores con cada hijo adicional. Es decir, más hijos, más beneficios. Esto refuerza la idea de que no es el embarazo en sí únicamente lo que produce cambios cerebrales, sino la experiencia de la implicación en la crianza de forma sostenida.
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