Hace un tiempo, en la práctica clínica, atendí una cantidad de clientes propensos al llanto. Llorar en terapia no es algo infrecuente, y tiene que ver con las implicaciones emovionales que tienen los contenidos y los recuerdos sobre los que se trabaja. Pero otros pacientes mostraban más resistencia al llanto; estos casos pueden llegar a ser un reto para muchos terapeutas.
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¿Qué pasa cuando un paciente es resistente al llanto y no llora?
El llanto es una expresión emocional y física a nivel cerebral, relacionada con una gran cantidad de neurotransmisores y hormonas que cumplen una función de relajación.
Dentro de la comunidad psicológica existe un dicho respecto a que “Si un paciente llora, está curándose”, y desde algunas corrientes psicológicas, esto podría tener cierta veracidad. Pero cuando un paciente se muestra resistente al llanto muchos terapeutas cometen el error de re-buscar en lo más profundo de la vida del paciente para que libere su sufrimiento por medio del llanto. Esto es contraproducente, pues insistir en que el paciente debe llorar podría causar conflicto en la relación terapéutica, pues nuestro objetivo como psicólogos no es que el paciente “llore”, sino que solucione el conflicto que nos presenta si bien el llanto es una parte más del camino para la solución de ese objetivo, en algunos casos.
La recomendación es dejar que los pacientes lleven su ritmo y el vínculo terapéutico se construya bloque a bloque. Trabajar en la paciencia y aceptación incondicional es una buena clave para lograr un tratamiento exitoso en estos/tas pacientes.
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El paciente resistente llora en sesión ¿Qué significa?
He aquí algunas de las implicaciones del hecho de que un paciente llore en terapia.
1. Aceptación del sufrimiento
Muchos de los pacientes que se presentan a la consulta están en una profunda negación de sus conflictos, tanto internos como externos, se muestran reticentes a quitarse la venda de los ojos. Cuando el paciente logra adoptar un nuevo enfoque, esto puede ser una explosión de emociones y comportamientos nuevos que podrían aterrorizarlo. En este punto todo dependerá del terapeuta y su metodología de trabajo.
2. Aceptación del terapeuta
Algunos pacientes pasan varias sesiones sin ahondar en sus conflictos, pues pareciera que ponen a prueba la ética del terapeuta. Es normal que al inicio de la terapia quizá no tengan la suficiente confianza como para mostrar su lado más débil y frágil; por lo tanto, cuando el paciente se entrega a las lágrimas, esto es una señal de confianza y es positivo para crear un fuerte lazo terapéutico.
3. Posible depresión u diagnósticos asociados
En algunos casos hay pacientes que se muestran “Atípicos”, pues manifiestan sintomatología depresiva pero no hay tristeza, llanto, etc. Estaríamos frente a un caso atípico y no ante una resistencia al lloro convencional. Es importante evaluar a fondo para poder descartar un diagnóstico de algún desorden psíquico. En estos casos lo ideal es referir a un especialista clínico o al área de psiquiatría si el caso fuera grave.
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4. Ruptura de las creencias
Como anécdota corta, tuve la experiencia de tratar a varios pacientes que se resistían a llorar debido a que entre sus creencias se encontraban algunas como: “llorar es algo de mujercitas”, “llorar es señal de debilidad” y en el peor de los casos “llorar es de homosexuales”.
En la consulta es frecuente encontrarse con este tipo de pacientes que han crecido en una cultura machista, por lo tanto deberás trabajar en la paciencia y trabajar con “pinzas” esas creencias. Cuando estas creencias comiencen a volverse dudosas y poco adaptativas para la salud psíquica, entonces es probable que las lágrimas comiencen a fluir.
Una señal de que el terapeuta va bien
Cuando los pacientes se entregan al llanto después de tanto trabajo psicoterapéutico, es sin duda una buena señal. En estos casos, el terapeuta va por buen camino. Seguir el ritmo de cambio de los pacientes no es para nada un trabajo sencillo, es duro y desgastante, pero gratificante. Cuidar tanto de la salud emocional es fundamental.