Lo que en la actualidad entendemos por psicoterapia ha existido desde el inicio de los tiempos, si bien no siempre ha tenido la misma forma. No obstante, el papel fundamental de la palabra y del cambio de hábitos como métodos para alcanzar la salud mental han sido reconocidos por la mayoría de las sociedades humanas.
En este artículo describiremos de forma sintética la historia de la psicoterapia y de la psicología clínica. Para ello haremos un recorrido que irá desde la Edad Antigua hasta la aparición de la terapia cognitivo-conductual, el modelo predominante en la actualidad.
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La psicoterapia a lo largo de los tiempos
En la antigüedad nuestros antepasados atribuían los fenómenos no explicables a la acción de fuerzas sobrenaturales como dioses, demonios y espíritus. La vida psíquica y los trastornos mentales no eran una excepción.
Los egipcios veían la sugestión como una forma de magia que podía utilizarse como complemento de los tratamientos médicos, y los griegos creían que las enfermedades físicas y mentales dependían del desequilibrio corporal de cuatro fluidos o humores. De modo similar, en China la salud era entendida como el balance entre las fuerzas vitales.
Se cree que las primeras psicoterapias surgieron en el mundo islámico. Entre los siglos X y XII d.C., pensadores y médicos como Abu Zayd al-Balkhi, Zakariya al-Razi y Avicena introdujeron los conceptos de “salud mental” y “psicoterapia” y describieron un gran número de alteraciones neuropsicológicas.
La aparición de la psicoterapia en Europa se retrasó hasta el Renacimiento, puesto que en la Edad Media el yugo del cristianismo bloqueó los avances en este campo. Durante muchos siglos, los problemas de salud mental se vincularon a las influencias demoníacas. En realidad, el mesmerismo y la hipnoterapia, practicados por Mesmer, Puységur o Pussin, fueron algunos de los primeros tratamientos psicológicos propiamente europeos, en el siglo XVIII.
Posteriormente la influencia de los filósofos racionalistas y empiristas promovió la consolidación de la psicología como ciencia social. Los alienistas Pinel y Esquirol fueron determinantes en el desarrollo del tratamiento moral, que defendía los derechos de los pacientes psiquiátricos frente a los abusos de las “terapias” religiosas.
El psicoanálisis y la psicología científica
Los estudios de Charcot sobre la histeria y otras neurosis, así como el trabajo de Janet en torno a la disociación, influyeron en la aparición de la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, que postulaba que la conducta humana está determinada fundamentalmente por factores inconscientes y por las experiencias vividas en la infancia.
En la misma época, a finales del siglo XIX, Granville Stanley Hall fundó la American Psychological Association (o APA), que a día de hoy sigue constituyendo la principal organización de la profesión. La psicología clínica surgió también en este periodo gracias al trabajo de Witmer con niños con problemas de aprendizaje en la Universidad de Pennsylvania.
Mientras los discípulos de Freud, como Adler, Jung o Horney, expandían y revisaban las hipótesis del psicoanálisis, la psicología científica seguía desarrollándose a través de la fundación de instituciones, departamentos, clínicas y publicaciones sobre psicología. Estados Unidos se estableció como el núcleo de estos progresos.
El auge del conductismo
Aunque el psicoanálisis continuó siendo fuerte durante la primera mitad del siglo XX, el conductismo se convirtió en la orientación predominante en este periodo. Las aportaciones de Thorndike, Watson, Pávlov y Skinner convirtieron la conducta observable en el foco del análisis psicológico y promovieron el desarrollo de las terapias conductuales breves.
El propio Skinner ideó un buen número de técnicas basadas en el condicionamiento operante, principalmente en el refuerzo. Wolpe creó la desensibilización sistemática, el antecedente de la terapia de exposición moderna, mientras que Eysenck recopiló las evidencias disponibles sobre la falta de eficacia del psicoanálisis como tratamiento.
El conductismo fue clave en la evolución de la psicoterapia, pero en los años 40 y 50 aparecieron distintas perspectivas que reaccionaron al reduccionismo conductista, que minimizaba la relevancia del pensamiento, la emoción y la voluntad.
Existencialismo, humanismo y terapia sistémica
Las psicoterapias existenciales de Viktor Frankl, Otto Rank o R. D. Laing surgieron a partir del psicoanálisis. Lo mismo sucedió con la terapia centrada en el cliente de Rogers, que consiguió centrar el interés psicoterapéutico en la existencia de factores comunes a las distintas orientaciones que explican la eficacia de la terapia.
Carl Rogers y Abraham Maslow fueron los dos pioneros de la psicología humanista. Estos autores opinaban que el ser humano tiene una tendencia natural hacia la autorrealización y el crecimiento personal, y defendieron la psicoterapia como método para ayudar a los clientes a desarrollarse como personas, en función de sus valores. En esta corriente humanista también se encuentra la terapia Gestalt, creada por Fritz Perls y Laura Perls a mediados de siglo, si bien apareció algo antes de que Rogers y Maslow desarrollasen sus ideas.
Más adelante, en las décadas de 1960 y 1970, autores como Wilhelm Reich y Alexander Lowen popularizaron las psicoterapias corporales, que reclamaron el cuerpo como centro de la experiencia humana. No obstante, sus teorías fueron desestimadas por la comunidad científica por su falta de solidez empírica.
Las terapias sistémicas y familiares aparecieron a partir de los años 70 con la popularización de la Teoría general de sistemas y las aportaciones de la Escuela de Milán, la Escuela Estructural y el Mental Research Institute de Palo Alto. Mientras el existencialismo y el humanismo se diluían, la terapia sistémica se consolidó durante los años siguientes.
Cognitivismo: retorno a la mente
La orientación cognitiva tuvo como predecesor a George Kelly, que defendió que las personas entendemos el mundo a través de constructos psicológicos idiosincráticos. No obstante, el punto de inflexión lo supusieron las terapias de Ellis y Beck, surgidas en los años 50 y 60.
La terapia racional emotiva conductual (TREC) de Albert Ellis se centraba en la técnica que posteriormente se conocería como “reestructuración cognitiva”. Por su parte, Aaron Beck desarrolló la Terapia Cognitiva para la depresión, un procedimiento altamente estructurado y sistematizado que sirvió como modelo a muchas otras terapias similares.
Si bien las terapias cognitivistas surgieron de forma independiente, en muchos casos de la mano de autores formados en la tradición psicoanalítica, lo cierto es que el conductismo y la psicología científica tuvieron también una gran influencia en ellas. Estos modelos complementarios acabaron convergiendo en las terapias cognitivo-conductuales.
Desarrollos terapéuticos recientes
Al menos desde los años 80 y 90 del siglo pasado el foco de la psicoterapia ha sido la demostración de la eficacia de los tratamientos para trastornos y problemas específicos. En esto ha tenido una gran influencia la American Psychological Association, de orientación predominantemente cognitivo-conductual.
El cambio de siglo ha traído también un auge del eclecticismo terapéutico. Si bien la terapia cognitivo-conductual se ha consolidado como marco de actuación global, un gran número de profesionales e intervenciones han popularizado el uso de técnicas provenientes de orientaciones variadas para compensar las limitaciones de la terapia cognitivo-conductual.
En particular se ha reivindicado la importancia de las emociones y del lenguaje. La combinación del modelo cognitivo-conductual con la teoría de los marcos relacionales y con la meditación mediante mindfulness, entre otras técnicas, ha promovido la aparición de las terapias de tercera generación, que actualmente se solidifican como el futuro de la psicoterapia.
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